Shaytan

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Miró a sus pies inertes, más específicamente al líquido rojo que se apoderaba del suelo oscurecido por la noche que se cernía sobre ella. No supo lo que había ocurrido con exactitud, solamente que de un momento a otro unas figuras encapuchadas la atacaron sin previo aviso. La pelea fue dura, pues a los perfiles oscuros no parecían importarles que se enfrentaran a una niña.

La lucha era desigual por decir lo menos, y en el momento clave Lenore se vio finalmente libre. Lo siguiente que supo es que ahora se encontraba sola...

Con cuerpos sangrantes a su lado.

Y sangre en sus manos.

Miró con sus ahora negros ojos como una figura femenina y difuminada se acercó a ella. Lo último que sintió antes de desmayarse fue un leve golpe en la nuca.

Abrió sus ojos con dificultad únicamente para descubrir que ahora se encontraba en un calabozo parecido a los de Azarath. Por un momento llegó a pensar que la habían llevado de vuelta a ese lugar. Pero Azarath había sido destruido y ya no se encontraba en el infierno. Entonces recordó.

No era la primera vez que derramaba sangre a pesar de su corta edad. En el inframundo se vio obligada varias veces a valerse por sí misma, y eso implicaba convertirse en la muerte andante con alas de cuervo. Pero eso no significaba que le gustara serlo. En absoluto.

Intentó descubrir en dónde se encontraba, pero le era imposible reconocer el lugar. Podría desplegar su alma, esa parte de ella que seguiría existiendo incluso después que su cuerpo ya no estuviera. Pero estaba muy débil como para hacerlo, incluso sentía las alas de Lenore más pesadas que de costumbre.

De repente unos ojos esmeralda que parecían brillar en la oscuridad le llamaron la atención. Se sorprendió aunque no lo demostrara físicamente, ella podía sentir el aura y presencia de las personas a metros de distancia, es por eso que era casi imposible tomarla de imprevisto. Fue por eso que logró esquivar varios golpes fatales de parte de aquellos asesinos.

Pero no pudo sentir nada proveniente de ese niño que parecía tener su misma edad, ninguna emoción, ningún sonido, ni siquiera su aura. Él se quedó mirándola un buen rato sin decir palabra alguna, hasta que abandonó el lugar tan rápido como había llegado. Raven pensó que se trataba de una alucinación debido a su estado, y no le dio mucha importancia.

Una nueva figura encapuchada se acercó a ella con la intención de llevarla a algún lado que ella desconocía. Raven dio pelea, y tuvo que ser noqueada otra vez con tal de ser capaz de trasladarla.

Escuchó a unas voces lejanas discutir algo en otro idioma, siendo (con dificultad) capaz de distinguir sus palabras en el que había reconocido como un dialecto árabe. No le eran ajenas las lenguas de la tierra, pues en Azarath se vio con la obligación de aprender a hablar todos los idiomas humanos con fluidez. Abrió sus ojos levemente en un intento de quizás ver algo.

Dos figuras estaban en la misma habitación que ella.

La primera era una mujer, de piel tostada y cabellos negros. No era capaz de ver su rostro debido a que se encontraba de espaldas a ella, pero su figura era envidiable, con curvas marcadas que harían babear a cualquier hombre y un porte que hacía ver la elegancia en su mortal ser. Pero el alma hablaba más fuerte que cualquier cuerpo, y el alma de esta mujer estaba rota y manchada de sangre.

Pero la segunda presencia le heló la sangre completamente.

Un hombre que seguramente llevaba más años de los que cualquier criatura era capaz de cargar. Su aura decía todo sobre el anciano de blancos cabellos y mirada penetrante, siniestra y mortal. Sin corazón ni sentimientos, añoranza de sangre y una ambición mayor a cualquiera.

Qalb Al-Ghul Donde viven las historias. Descúbrelo ahora