Alshayatin

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Be the one, be the one to take my soul
And make it undone
Be the one, be the one to take me home
And show me the sun

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Sus ojos no pudieron enfocarse correctamente antes de darse cuenta  que, ahora, se encontraba con el rostro en contra del piso, una rodilla presionaba su espalda. Ella era una demonio y, como tal, poseía la habilidad de uno, pero aún así no logró ser lo suficientemente rápida como para evitar el haber sido sometida en cuanto se adentró en esa habitación. Y a pesar de que podría haber destrozado a su captor en menos de un segundo, algo la detuvo, algo que no fue capaz de identificar. Así que se mantuvo quieta sin razón aparente.

—¿Jumishat?

Una voz joven habló, llamándola por el nombre de sus ojos. Y sin ver el rostro de la sombra y sin haber nunca escuchado su voz, la reconoció de inmediato y sin dudar. Sin pensarlo siquiera dejó escapar esa palabra que, durante meses, le había servido de nombre a él.

Un suspiro, nada más que un suspiro.

—Zamarad...

Ese sentimiento usual de vacío la rodeó, al no poder sentir nada proveniente de la persona sobre su espalda. Ningún sentimiento, ninguna emoción, ningún dolor. Nada. La presión aumentó antes de que la misma voz con la que fue recibida le atravesara el alma. Una voz fuerte y profunda. Una voz que pertenecía a alguien que ha vivido mucho tiempo y que ha sufrido demasiado. Una voz que no debería pertenecer a un niño. Jamás.

—¿Qué haces aquí?

Habló, directo e indiferente, y ella respondió de la misma forma;  ignorando el dolor de su columna contra la rodilla que notaba sangrante.

—Talia Al Ghul me envió. Me dio órdenes de sanar a la persona que se encontrara dentro de esta habitación.

—¿Sanar?

—Sí —confirmó, domando los latidos de su corazón.

El silencio precedió a la afirmación, llenó el ambiente llevando la tensión a la cumbre. Alghurab abrió los ojos con dificultad, reconociendo gotas del usual líquido rojo colarse en el suelo junto a ella. Lágrimas de sangre de un alma destrozada e inmunda.

Un chasquido de lengua.

De repente la presión sobre ella disminuyó, permitiendo que Aljahim se levantara, lista para cualquier enfrentamiento. Se dio la vuelta dispuesta a divisar su incierto destino con la frente en alto. Entonces lo vio.

Su desolado rostro no decía nada, pero esos ojos esmeraldas con los que llevaba meses soñando gritaban disidentes en sufrimiento y desesperanza, buscando en la muerte inminente un escape. La luz de una vela era todo lo que se necesitaba, pues ambos habían crecido en las sombras y en las sombras habían marcado su territorio.

La sangre invadía el rostro de aquel ángel caído, que sostenía entre sus manos de pintor una daga tan mortal como su misma presencia. Y en ese momento Raven se preguntó cómo no era un pecado que esas delicadas manos de artista, con las que podía crear la más increíble de las pinturas y el más hermoso de los sonidos, sostuviesen en ese momento un arma tan bella y burda como aquella. Era una dualidad indescriptible, dolorosa.

En especial cuando esa figura, cubierta por un thawb blanco, sangraba profusamente sobre el suelo de ya entintada madera. El líquido carmesí se expandía bajo sus lastimados pies desnudos. Ghurab no fue capaz de reconocer el esperanzador brillo con el que aquellos ojos verdes solían brillar, en días más oscuros.

Qalb Al-Ghul Donde viven las historias. Descúbrelo ahora