Las creencias del sol

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Era extraño.

A pesar de haberte presentado a mis hermanos, después de que los conociste no presentaste demasiado interés en ellos.

Solamente mandaste a un grupo de tus hombres a aventurar más en sus tierras.

Ni siquiera les enseñaste tu lenguaje, de eso me tuve que encargar yo para que te llevaras mejor con ellos.

Y lo hacía con la mentalidad de que si lograban entenderse seriamos una familia completa.

¡Ja!... Aún no sé del todo cuál era mi afición de tener una. Quizás era porque seguía siendo un niño con deseos de ser como los demás.

Lástima que para seres como nosotros eso no podía ser. No del modo tradicional, claro.

Tú a veces te ibas en tus macizos barcos a tu "hogar". Me contabas que tu tierra era hermosa y llena de cosas increíbles. Me tentabas a ir contigo aunque siempre me negaba por miedo.

Te esperaba por meses hasta que aparecías con una gran sonrisa emocionada. Cuando se trataba de conocer, eras como un niño España.

Y eso es lo que hacía que me agradaras más.

Pero lo que más hacía aparecer esa sonrisa no era cuando te mostraba los fértiles campos con diversos y hermosos pájaros con sus exóticas plumas. O los bosques que mantenían diferentes variedades de animales. Tampoco eran las grandes diversidades de plantas medicinales que podrían servir para cualquier herida. No, nada de eso... Esa sonrisa solo aparecía cuando te mostraba lo rica en minerales que podía ser mi territorio.

Yo te mostraba con ingenua confianza el oro que con facilidad tributaban las arenas de las quebradas. Sacando unas cuantas pepitas para después regalártelas ¡Incluso te enseñé cómo obtenerlas con mayor facilidad!

Para mí eso no tenía mucho valor, pero para ti era obvio que sí y cuando lo noté... Trataba de complacerte como un idiota para que seas feliz.

Y me maldigo a mí mismo tantas veces por haber hecho tal estupidez, pero ¿Si no lo hacía hubiera cambiado algo? Creo que de todas maneras lo habrías descubierto tú solo. A diferencia de mí, tú no eras un ingenuo idiota.

Durante esos días en que te quedabas conmigo, me comenzaste a hablar de Dios.

La primera vez que me mencionaste de ese ser omnipotente estábamos sentados en la cálida arena uno al lado del otro, contemplando el tranquilo oleaje del mar.

―Venezuela ¿Vos tenéis religión?―me preguntaste de la nada, cortando el cómodo silencio.

Yo alcé una ceja confundido. Nunca había escuchado tal palabra―. Reli... ¿Qué?

Frunciste el ceño―. Religión, Venezuela.―repetiste para seguidamente alzar tu dedo índice―. Es una creencia en donde le rindáis culto a una divinidad, es decir, Dios.

― ¿Quién ser Dios?

―El ser más poderoso de todos. Tú creador.―te levantaste y estiraste los brazos al cielo―. ¡El creador de todo esto que veis!

Sonreí inmensamente ante lo segundo que dijiste, si era mi creador... ¿No lo haría mi padre también?

― ¿¡Entonces ser mi papá!?―pregunté tomando mis mejillas con exagerada sorpresa.

'Si ese tal Dios es mi creador, entonces tengo dos padres... ¡GENIAL! A parte según lo que dice papá es súper poderoso'

―Ehh, se podría decir que si.―respondiste inseguro con una mano en el mentón.

La estrella quiere tener la atención del solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora