Veintitrés. La razón para odiar.

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La luz entraba por la ventana. Los rayos del sol armonizaban el color blanco de la habitación, todo era de un color naranja, pero no cualquier naranja, sino uno de esos que te hacen la vida mejor, aquellos en los que te sientes alegre por el simple hecho de verlo.

Así me sentí cuando lo vi...

Estaba sentado a un lado del escritorio de la señorita Stacy con un libro en manos, por el amor del cielo, ¿por qué la vida es tan cruel? Estar parada al otro lado del salón mirando a la persona que se supone que debes odiar, pero en vez de ese sentimiento, cada que lo veo, no puedo sentir nada más que un cosquilleo en el estómago y un leve mareo. 

—Lucy—dijo la señorita Stacy una vez que levantó la vista de sus libros. Gilbert también me miró—. Pensé que no llegarías.

—Tuve que hacer unas cosas en los terrenos—respondí apretando el libro en mi pecho, intentando no mirar a Gilbert. «Debes odiarlo, debes odiarlo». 

—Es bueno que estés aquí—dijo sonriendo. Gilbert regresó su vista al libro—. Por favor, siéntate, comencemos antes de que comience la clase.

La señorita Stacy me señaló una silla al otro lado del escritorio y comenzó a darme algunos libros preciosos, ¿cómo es las personas pueden crear historias tan maravillosas?

Nunca había pensado realmente a que es a lo que me dedicaría, que haría con mi vida; siempre me mantuve adentrada en los libros, imaginándome en el lugar de los personajes viviendo en mundos inexistentes. Mis padres me decían que no era bueno que leyera, porque mi cabeza se quedaría en eso, mundos inexistentes. 

Pasaron los minutos y horas, todo el tiempo que estuve leyendo y escuchando a la señorita Stacy pasó tan rápido, que ni siquiera me detuve en mirar o en pensar en Gilbert Blythe. Su nombre...

La puerta se abrió cuando estaba a punto de mirar a Gilbert. Anne y Marilla Cuthbert. 

Hablaron un rato con la señorita Stacy. La verdad estaba tan adentrada en mi lectura que no pude prestar atención a su plática. 

—Gilbert, Lucy—dijo la señorita, cuando levanté la vista, todos estaban sentados en el suelo. Rápidamente me levanté y me senté junto a Diana y Anne, frente a Gilbert.

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—La ciencia cambia al mundo para mejorar—comenzó la señorita— ¿Alguien sabe lo que es la electricidad? 

—Luz—respondí.

—¿Y?—preguntó de nuevo la señorita Stacy

—Una forma de energía—dijo Gilbert. 

—La electricidad es de hecho una forma de energía—dijo la profesora agarrando unos clavos.

—Yo iba a decir eso—dije de mala gana mirando a Gilbert.

—Si alguna vez han visto una tormenta eléctrica, con poderosos rayos que caen desde el cielo, eso es electricidad. Algo poderoso. Un rayo es la súbita y masiva corriente de electricidad, entre el cielo y el suelo que pisamos—la señorita Stacy comenzaba a poner unos alambres alrederor de clavos—. Las corrientes eléctricas viven dentro de los átomos, y los átomos son pequeñas partículas que componen la materia. Son tan pequeños que se necesitan miles de millones de ellos solo para crear algo útil como un clavo—comenzó a meter los clavos dentro de una papa—. Todos los objetos que ocupan un espacio y tienen masa se llaman materia y todo a su alrededor está hecho de materia. El pastel de chocolate, está hecho de materia, estas paredes, la escuela están hechas de materia. Y ustedes también. Hoy sin una fuente de energía estándar, como la que tienen las grandes ciudades, podemos hacer nuestra propia corriente eléctrica para poder iluminar una bombilla como esta—Nos mostró la bombilla y todos sonreímos— ¿Cuántos de ustedes habían visto una?

The color of your words. [Gilbert Blythe]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora