Las palabras escaseaban en esa escena, pues, la suave voz que hablaba empezaba a conectar con algunos de sus estáticos recuerdos. Regresaba al pasado.
Se recargo cerca de la pared más cercana y se dejó caer al suelo, todo era tan extraño, el era igual de extraño.
Necesitaba pensar bien las cosas ¿acaso ya no era un peligro? Un sabor agridulce persistía en su boca ante el cambio tan brusco.
- No soy el Naib de nadie, ni siquiera se quien eres. - Menciono de manera seca. - Aún que el daño ya está hecho, estoy sangrando más que una chica en sus días. -
Hubo un largo silencio entre ambos, el cual solo alargaba más el dolor del Mercenario.
- Pero para mi lo eras, cada momento que pasaba a tu lado me sentía tan lleno de felicidad. No sé cómo pude olvidarte, fue como olvidar mi propio nombre.
Empezó acercarse a paso lento al herido, tratando de ganar su confianza, como si de un perrito de la calle se tratara. Hincandose enfrente de él.
Sintió una fria mano en su mejilla, acariciandole con confianza. En cualquier otra situación, hubiera golpeado al sujeto que intentara eso pero esto era diferente, su tacto era familiar.
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Solo podía ofrecerle una mirada confusa ¿Quien era? Le daba miedo saber la respuesta, los fantasmas del pasado no le agradan mucho, la mayoría lo quieren 3 metros bajo tierra.
— Parece que tu igual me olvidaste. Te refrescare un poco la memoria, acompáñame.
