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ACTUALIDAD

- ¿Cómo estás ahora?

Natalia abrazó a su esposa desde atrás, dejando castos besos en la piel de su cuello mientras la mujer sonreía ante su imagen reflejada en el espejo. La morena todavía tenía el cabello húmedo de la ducha que había tomado y su flequillo, que necesitaba un nuevo corte, apuntaba por todos los lados.

- Como una nueva persona. Gracias cariño.

- Para eso estamos, ¿no?

La morena dejó el cuello recién lavado para mirar a los ojos dorados de Alba. Parecían mucho menos tumultuosos que en los últimos días, y pensó que algo había hecho bien para que la mujer pareciera relajada por primera vez en días.

- Sabía que debía de haber una razón oculta por la que me casé contigo.

- ¡Hala, qué gratuito!

Natalia hizo un pico exagerado, haciendo voz de niña pequeña, lo que provocó una risa en la rubia. Se giró para mirar a la mujer de frente y le quitó el mohín besando sus labios naturalmente rojos.

- Mi bebé enanismo.

- ¡Esa eres tu!

Dejó un mordisco en la pequeña nariz de Alba, riéndose de la mueca de su esposa.

- Bueno, pues este bebé enanisimo quiere saber qué le hizo tu hermana a mí hija. Se suponía que ya deberían de haber vuelto, Nat.

- Y yo creyendo que estabas disfrutando estas horas a solas con tu esposa.

Alba no se perdió el tono sugestivo que Natalia usó en esa frase, ni se mostró totalmente indiferente cuando la morena volvió su atención a su cuello, dejando besos y mordiscos en su pálida piel como si no quisiera nada.

- Sabes que siempre aprecio cada minuto que tengo para pasar a solas contigo. - tiró del pelo negro entre sus dedos hasta que los ojos color chocolate se centraron en los de ella. - Pero tienes que dejar de provocarme, o nuestra ducha no habrá servido de nada.

Los dientes de Natalia aparecieron en una sonrisa inocente que Alba sabía que de inocente tenía muy poco.

- ¡Pero si no estoy haciendo nada, Albi! Solo te doy cariño.

- Conozco tus caricias, Lacunza. Ahora bajemos que toda esta actividad me ha dado hambre y creo que sería bueno comenzar a preparar la cena.

- Qué esposa mandona tengo.

- Pero te encanta.

- Me pones mucho si te digo la verdad.

- Eres insaciable.

- Pero solo de ti.

Natalia le guiñó un ojo y la rubia no contuvo la risa que quería sacar. Su esposa era imposible, pero la amaba así. Dejó otro beso en sus labios, disfrutando de la proximidad de su boca a la de ella. Tal vez, de hecho, ella también era un poco insaciable de Natalia.

Si no hubiera sido por el sonido del timbre de la casa, probablemente se habrían enredado de nuevo, excepto que esta vez estarían en su cama. Pero no siendo posible, las dos bajaron a la puerta tomadas de la mano y con una sonrisa en la cara.

-¡Mami, has llegado!

Alba se rió de la emoción de la niña, rodeándola con sus brazos y presionando su rostro cerca de su pecho al nivel de su corazón.

- ¡Pero si soy yo la que tiene que decirte eso! Llegué a casa y tú no estabas, pequeña.

- Te fuiste temprano, mami. ¡Y cuando me desperté, tía Elena me llevó a dar un paseo y a ver al Rey León!

SymphonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora