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ACTUALIDAD

Eran cerca de las ocho de la mañana cuando sonó el timbre dentro del piso de María. La rubia fue atender la puerta aún vestida en su pijama y tenía el pelo preso en un moño mal hecho. Decir que parecía somnolienta no parecía exagerado.

- Debo quererte mucho para levantarme esta hora por ti.

- He traído churros.

Natalia levantó una bolsa de papel a la altura de los ojos y puso en sus labios la mejor sonrisa inocente que pudo dibujar.

- Puff, sabes cómo ganar mi corazón. Entra.

La morena pasó dejando un beso en la mejilla de su mejor amiga como una forma de gratitud. La anfitriona la guió hasta la cocina aún pareciendo más dormida que despierta.

- ¿Y mi hija?

Natalia aprovechó el camino para espiar por el pasillo antes de entrar a la cocina, pero todo parecía silencioso.

- Está en el baño. Pensé que era mejor para despertarla.

- Mi héroina.

- Vale, vale. - dijo la rubia poniendo los ojos en blanco de manera divertida. - Deja de intentar ganarme y muéstrame lo que tiene en la bolsa.

-  Churros calentitos y un envase mediano de salsa de chocolate para sumergirlos.

Mientras hablaba, Natalia sacó todo de la bolsa y colocó a su vista sobre el mostrador. María no tardó en tomar uno de los dulces, dejando que un gemido de satisfacción saliera de sus labios cuando el sabor del chocolate explotó en su boca.

- Te estoy amando mucho en este momento.

- Justo lo que quería escuchar.

Por solo un par de segundos, la rubia se detuvo a pensar si mostraba su dedo medio o no, pero dejó que su deseo de comer ese dulce de los dioses fuera mayor.

- ¿Y tu mujer? Pensé que tenían esa cosa muy importante y secreta que hacer juntas hoy.

- Y lo tenemos, pero pensé que podría dejarla dormir un poco más esa mañana.

La morena se encogió de hombros y la otra soltó una carcajada nasal.

- ¡Ah Nat, estás tan encoñada! Nunca dejaré de echartelo en cara.

Lacunza puso los ojos en blanco cuando vio la sonrisa autosuficiente en los labios de su socia.

- Como si tu fueras muy diferente con Pablo.

- Hola mamá.

Dejó que una sonrisa cubriera su rostro cuando vio a su hija aparecer por la puerta de la cocina. Angélica envolvió sus brazos alrededor de la cintura de Natalia y se derritió contra el abrazo donde se sentía más segura del mundo.

- Buenos días mi amor, ¿te divertiste mucho?

La niña asintió aún un poco adormilada.

- Yo, Pablito y Mario jugamos mucho ayer y luego vimos algunos episodios de She-ra.

- ¡Oye! - El tono de voz indignado causó gracia en la que hasta ahora era una mera espectadora de la conversación entre madre e hija. - Dijiste que ibas a esperarme para ver la nueva temporada.

- No te preocupes, mamá, solo vimos las viejas. - Se volvió hacia la otra mujer. - Buenos días, tita.

- Pensé que no me hablarías, que me habías olvidado.

- Eres tan dramática como mamá, por eso son tan amigas. - se rió acercándose a la Mari. - ¿Qué es eso? ¡Churros!

- ¡Sí y todos son míos!

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