Segunda Parte

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La madrugada transcurrió lentamente recuerdos y cigarrillos ocasionales dispersos a lo largo de las horas de oscuridad hasta que Natasha notó que el cielo comenzaba a tomar un color más claro, indicando que el alba comenzaba y que el amanecer estaba cerca.

Al mirar el reloj que colgaba de una de las paredes para comprobar la hora se encontró con que este marcaba las cuatro con veinte minutos. Quizás el reloj se había destinos exactamente a esa hora durante alguna tarde o madrugada hace días, semanas o incluso meses antes. Cualquiera que fuera el caso realmente ya no importaba.

Romanoff se arrastró por la cama, alejándose de la ventana, y finalmente se puso de pie. Después de ponerse nuevamente la blusa que llevaba el día anterior y tomar una toalla de baño de su maleta, salió de la habitación tratando de interrumpir lo menos posible el silencio en el que se encontraba el apartamento.

Sus pasos con sus pies descalzos sobre el frío piso de madera no hicieron sonido alguno, por lo que entró al cuarto de baño más cercano a su habitación sin ninguna interrupción por sus compañeras. Una vez dentro se tomó algunos segundos para verlo a detalle porque el día anterior no se había molestado en entrar a ninguno de los dos.

Al comprobar que no había nada fuera de lo normal simplemente se deshizo de su ropa colocándola en una cesta que se encontraba vacía y entró a la ducha dejando correr el agua helada por su espalda para espantar la sensación de sueño y cansancio que comenzaban a formarse en su cuerpo, las cuales no habían aparecido durante toda la madrugada que se mantuvo despierta.

Después de un baño rápido Natasha salió de la ducha, secó el exceso de agua de su cuerpo y de su cabello antes de enredarse la misma toalla alrededor de su torso y salir del baño para regresar a su habitación. Al dar su segundo paso fuera del baño escuchó como otra puerta se abría, por lo que dirigió su atención hacia donde provenía el sonido.

—Oh, ya estás despierta —comentó una somnolienta Hill desde la puerta de su habitación, aún en pijama y su cabello desordenado—. Clint me llamó porque al parecer tú no respondes sus llamadas —añadió señalando el teléfono en su mano.

—Dejé mi teléfono en mi habitación —respondió la rusa aún a un par de pasos del baño.

—Como sea, él sólo quería asegurarse de que no llegaras tarde el primer día —dijo la pelinegra frotando sus manos en su rostro para lograr despertar un poco más—. Una pregunta —mencionó después de darle un rápido vistazo a la pelirroja—; ¿sales así después de cada ducha que tomas?

—¿Mojada? —Natasha se las arregló para responder con otra pregunta a pesar de que no se esperaba la primera hecha por su compañera. La expresión en el rostro de María le dio a entender a la rusa que no planeaba mantener en donde tuviera que pensar demasiado sus respuestas a esa hora de la mañana—. ¿Te molesta? —terminó por preguntar en un tono neutral.

—En absoluto —contestó Hill con una ligera sonrisa—, pero, sola para que lo sepas, los chicos a veces pasan mucho tiempo por aquí y estoy segura de que a ellos sí les importará, aunque tampoco les molestará.

—Lo tendré en cuenta —comentó Romanoff antes de continuar su camino hacia su habitación.

Cuando Natasha finalmente entró de nuevo a su habitación sólo pudo vestirse y alistarse para su primer día de clases. Sacó la mochila que había pedido por internet de su caja y metió las cosas que Clint la había acompañado a comprar una semana antes. Tomó su teléfono y le dio un rápido vistazo a la cantidad de mensajes y llamadas que tenía del arquero.

Al terminar de colocarse sus zapatos y su chaqueta de piel negra, tomar su teléfono y colgarse su mochila en su hombro izquierdo debido al dolor persistente en su costado derecho, abrió la puerta y se encontró con sus tres compañeras ya vestidas y aparentemente listas para el primer día de clases del ciclo escolar.

S.H.I.E.L.D. UniversityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora