La vida de Arianne en Bastión de Tormenta se resumía en un incansable ciclo de aburrimiento. Los días pasaban y mientras su alrededor cambiaba, producto de la inesperada guerra, ella solamente debía contentar a Renly. «Para lo único que sirvo» se dijo.
En cambio, desde el más humilde campesino hasta los orgullosos hijos de los grandes señores se armaban de valor y se alistaban para el llamado a las armas. En las fronteras del Dominio, contingentes de infantes se alzaban en puntos claves para detener el posible avance de los dothrakis, lo mismo pasaba en las Tierras de los Ríos, e inclusive en las Marcas de Dorne, donde centenares de lanceros resguardaban los pasos.
Sabía que de entre aquellos soldados que protegían su principado, se encontraban dos de sus primas. Las Serpientes de Arena —como eran comúnmente conocidas—, habían sido entrenadas por la mismísima Víbora Roja, así que eran increíblemente diestras en el uso de la lanza.
Muy diferente fue el caso de Arianne, quien jamás le fue otorgado un adiestramiento. Su vida ya estaba decidida, y las lanzas y arcos no entraban en ella. Jamás había tenido aquella libertad que gozaban los bastardos.
Era una Martell. «A medias» pensó. Su padre a menudo la tenía en el Palacio Antiguo para entretener al pueblo y a la corte, mientras los asuntos de estado eran problema de su tío. «O así fue hasta el matrimonio de Rhaenys.»
En cierto sentido Dorne había aceptado ser leal a Rhaegar, con la condición de que Rhaenys fuera la próxima reina. De modo que debía casarse con Aegon o enfrentarse a él. Para regocijo del Desconocido optó por la segunda. Entonces su padre se vio obligado actuar a través de su hija.
«Me dió una misión, me hizo parte de sus planes» recordó, con un poco de alegría. Se atrevería a decir que el llamado de su padre y posterior viaje hasta los Jardines del Agua, fue más regocijante que el tiempo transcurrido durante su boda.
«Aegon me entendería, él también buscaba la aprobación de su padre.»
—Aegon —farfulló en un susurro doloroso.
—Vaegon —corrigió Shireen Baratheon—. Suenan casi igual, yo también a veces me confundo. Madre dice que me voy a casar con él.
—Es un buen chico. —«Aunque bajo las enseñanzas de Ser Loras...» detuvo su pensamiento.
Lo que pasaba entre caballero y escudero era un tabú para los Siete Reinos, incluso en Dorne. Nadie se atrevía a decirle en la cara a Daemon Arena, escudero y amante de su tío, lo que se rumoreaba de él. Por supuesto no era un caso aislado. Todos sabían de cientos de casos, y todos callaban.
—Seguro serán muy felices.
—¿Tú lo crees?
La niña se tocó la cicatriz en el rostro. Resquicio de la psoriagrís que casi le cuesta la vida. La muerte rondaba en su cara, y la belleza ya hace mucho le había abandonado. Hablando con la verdad, la princesa sentía lastima por la niña. Si alguna vez conseguía que Vaegon la amara, sin duda sería lo más cercano a amor verdadero.
—Por supuesto.
—No soy ingenua. —Shireen se llenó el pecho de orgullo—. Los más presumible es que me odie. Pero me gustaría creer que podemos llegar a tolerarnos. Como tú y Renly.
«Es muy observadora» se dijo para sí. Ambas habían forjado una amistad. Suceso que no sorprendió Arianne, pues ella estaba más que dispuesta. Además Bastión de Tormentas, bajo la autoría de Stannis era un lugar tan lúgubre como Harrenhal, así que la pequeña Baratheon no tenía muchos amigos.
—Te diste cuenta —dijo Arianne. «Sin embargo te equivocas, lo odio completamente» pensó pero en vez de decirlo simplemente le sonrió.
—¿Amas a alguien más?
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El reinado de Rhaegar
FanfictionAegon Targaryen príncipe de RocaDragon. Hijo del rey Rhaegar I y la reina Lyanna. Creció como pupilo de Lord Eddard Stark adquiriendo de varias maneras los valores del honor. Envuelto en las intriga de la corte, se enfrentará a decisiones complejas...