Capítulo 11 [ Parte 2]

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Aclaración:

La imagen que aparece en este capitulo no es de mi pertenecía. Créditos absolutos al creador. 

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Arthur se dirigió a los aposentos del rey. Llevaba una armadura de intrincadas escamas blancas y una capa hecha de hilos de plata que indicaba su pertenecía a la Guardia Real. Albor siempre colgaba en su espalda debido a su inmenso tamaño que imposibilitaba llevarlo en la cintura.

Se dirigía a pasos lentos y con la elegancia de una pantera. En el exterior de la Torre Blanca se podía sentir el olor de la tierra mojada y apreciar las tenues gotas que habían quedado impregnadas en toda las piedras rojiza que conformaba al castillo. El día era nublado y oscuro, y el cielo exhalaba una atmósfera triste y deprimente; aparentaba que pronto volvería a llorar.     

Durante el trayecto Arthur creyó haber visto a su difunta hermana caminando hacia la torre que contenía a la biblioteca. Llevaba dos grandes libros entre sus delgados brazos, un hermoso vestido violeta que hacía juego con sus ojos y el cabello tan negro como las noches más oscura de invierno iba recogido y envuelto en dos grandes trenzas lo que le daba la apariencia llevar una corona de flores.

«Ashara» se dijo a si mismo el caballero.

Arthur corrió hacia ella, y solo en la cercanía pudo distinguir de que no se trataba de su hermana sino de su sobrina. «Es igual a ella; su parecido es innegable» pensó Arthur.

— Tío, ¿por qué corriste?. — Preguntó Amelie con algo de preocupación.

— Solo quería saludarte. —Respondió Arthur avergonzado por sus acciones. Amel dudo de la respuesta de su tío pero Arthur no le tiempo de volver a preguntar. —¿Por qué lleváis esos libros tan pesados?.

— Son del príncipe Jaehaerys, me los ha prestado y se los estoy devolviendo. 

— ¿Jaehaerys?; últimamente has estado pasando mucho tiempo con el príncipe. — Dijo con un tono acusador.

— El siempre esta en la biblioteca. —Respondió Amel encogiéndose los hombros. «Tanto que a veces se le olvida comer» repuso para si mismo el caballero.— Es una persona agradable y muy amable.

Arthur asintió.

— Si, es una persona agradable. Lastima que se tenga que ir.

 — Se va estudiar a la Ciudadela. Siempre ha sido su sueño. — Explico Amel en tantos sus ojos expresaban algo de envidia. «Y el tuyo volverte en un maestre» recordó la Espada del Amanecer. — Me ha prometido que hablara con su padre. Tal vez si el rey se lo pide al senescal...  m-me acepte. —Mascullo casi en una suplica que parecía contener todas sus esperanzas.

«— En la Ciudadela no aceptan mujeres» quiso decirle a su sobrina.»

Arthur ya había intentado que el rey hablara en favor Amelie. Y así lo había hecho su viejo amigo. El rey ofreció oro y concesiones para la antigua orden de eruditos. Pero las respuestas de la Ciudadela siempre era la misma. «Ni la reina Alysanne pudo cambiarlo» le comento Rhaegar cuando llego el cuervo de Antigua negándose aceptar a la pequeña Dayne por séptima vez.   

—Tal vez te acepten. — Mintió Arthur negándose a romper con la ilusión de su sobrina.— Cuando puedas ven a la Torre blanca te tengo una sorpresa. — Le dijo Arthur con el mismo tono que se usa cuando le regalas dulces a un niño.

—¿Qué es?. —Preguntó Amel mientras en su rostro se dibujaba la felicidad de una niña pequeña.

— Es una sorpresa.

El reinado de RhaegarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora