▼ Soy un Gin ▲

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Los Gin o los famosos genios eran aclamados en diferentes eras por sus grandes cualidades y habilidades para complacer al prójimo, los deseos que concedían llegaban al amo del genio sin chistar y eso lo convertía en lo que su nombre profesa: un genio. Pero, se ha preguntado alguien ¿Qué es el genio? Es un esclavo del tiempo y de la situación, a la espera de un buen jefe en un tiempo favorecedor para su estadía, es un ser que no puede ser libre a pesar de su gran destreza para cumplir con lo que anhelan los corazones, no tiene control de sí mismo... al igual que yo.

Soy esclava de mi misma, lo supe muy tarde y heme aquí, tumbada en la cama a altas horas de la madrugada sin poder dormir, con un gran dolor de cabeza, una herida en el abdomen y por supuesto dopada con el medicamento apaciguador de bestias. Básicamente en este instante estoy atrapada en la lámpara y necesito que alguien la frote para salir de este infierno ¿es mucho pedir? No lo sé, tomando en cuenta el desorden que hay en la cocina éste debe ser el costo a pagar.

Me levanto.

A pesar de que han pasado siete horas desde que suturé con poca delicadeza la herida, esta se sigue sintiendo abierta, pero la pasaré por alto y la veré luego. Bajé como pude hasta la cocina y comencé la tarea de levantar todo, barrer y borrar las marcas de sangre de la pared y el piso, al momento de acabar la limpieza el reloj ya marcaba las cinco de la mañana.

El teléfono celular comenzó a sonar, lo tomé antes del tercer timbre.

- ¿Mamá?

- Cariño ya voy para allá, tomaré un vuelo en dos horas ¿estás bien?

- ¿Qué has dicho? –a pesar de haber resuelto todo el desastre material, mi desastre físico no había tenido solución alguna, si mi madre aterrizaba hoy podría decirle adiós a mis días de libertad.

- No debí irme, llegaré cuanto antes, espérame en casa. –me exigió.

- Mamá, siento mucho lo de anoche, pero estoy bien, hasta he madrugado para ir a correr un poco. –más Poe, deja que las mentiras fluyan.

- ¿Estás segura? –al parecer se la ha creído.

- Puedo decirte que hice desastres en el sótano que arreglaré ésta tarde, lo prometo, pero después de eso me tomé la medicación y estoy bien. –expliqué.

- No vuelvas a olvidarla, no quiero tener que recurrir a lo de antes.

- Eso ya lo sé. –le espeté –Perdona, pero voy a colgar, no llevaré el teléfono celular así que hablaremos cuando vuelva de la escuela.

- Perdóname Poe, no quise...

- Adiós mamá.

¿Me podía enojar? No, claro que no, aunque quisiera le debía la vida y mi libertad a mi madre en todas las formas habidas y por haber.

Pronto paso a ser hora de ir a la escuela, de camino sentía que algo no andaba bien, pero como lo normal es que yo sea anormal decidí que seguiría para ver que podía pasar, suena masoquista e ilógico sin embargo mi cabeza estaba transportada al hecho de que otra soy un peligro ambulante cuando no estoy de humor.

Sacaba los apuntes de mi casillero en el momento en que alguien cerró la puerta de golpe y lastimo la mano. Me volví con mucha calma.

- ¿Qué tenemos aquí? –la voz tan aguda de esa chica era un tormento, mi tímpano agradecería que sus cuerdas vocales se atrofiaran –la chica nueva.

- Si, esa soy yo. –murmuré con hastío.

- Querida estamos teniendo un muy grave problema con respecto a ti –me señalé con incredulidad y las cuatro asintieron. Mónica no estaba sola, iba acompañada de tres chicas con uniformes deportivos y etcétera -, ya sabes.

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