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Las gotas caen, caen sobre mi rostro, una y otra vez
una y otra vez.
Estoy en la ducha, tengo el acondicionador en mano mientras canto, escucho risas y luego el portazo. Unos brazos me sostienen, unas manos me golpean fuerte hasta dejarme anonadada, ríen, vuelven a reír, me llaman mocosa. No quiero, estoy desnuda y ellas me tocan una y otra vez. Me toman del cabello, escupen en mi rostro. Quiero ir a casa.
Quiero ir a casa.
Una punzada muy grande de dolor en mi espalda
y otra...
y otra...
y otra...
hay sangre en todos lados, el olor es muy tedioso, pero inconfundible. La sangre está disuelta con el agua, parece el color de una manzana, la tinta esparcida en la mesa de la escuela, el té helado. Quiero ir a casa.

- La has matado. –la escucho decir.

¿Estoy muerta?

Despierto y todo es penumbras y oscuridad, todo duele en mi cuerpo, el cielo está cubierto de una espesa nube gris, está lloviendo a torrenciales y tengo frío, mucho frío ¿Qué hago fuera de casa?
Los árboles se mueven con la ventisca que agarrota todo el entorno, un ruidoso trueno me hace estremecer de pies a cabeza, algo viscoso está debajo de mí, mis labios tienen un sabor metálico, un sabor que conozco bien. Sangre.
Los recuerdos me invaden, siento como mi cabeza gira y arma las piezas del sentido para hacerme saber qué ha pasado. Mónica y sus amigas, la pijamada, las tijeras, los chicos, tanteo mi cuerpo soltando un sollozo. No. Esto no. Estoy desnuda en un bosque, está lloviendo a cantaros y por lo visto solo han dejado mi móvil.

Es un recuerdo vívido, parece una mala imitación del pasado y pienso "no otra vez" otra vez estaba en el suelo, otra vez estaba bañada en sangre, otra vez miraba y todo era gris, otra vez mi inocencia me había hecho una mala jugada.

La gente no cambia, es lo que he escuchado decir. Cuando una manzana está podrida por completo no hay manera de comerla y es arrojada a la basura, pero si alguien hubiera llegado días, semanas antes, había podido remover la parte podrida y la manzana podría ser degustada como cualquier otra. Lo mismo pasa con las personas; ellas todas, en cualquier lugar o situación tiene oportunidad de remover lo malo en su ser y esforzarse por hacer lo bueno. Sin embargo, hay algunas que están tan podridas por dentro y por fuera que pueden dañar a los demás con su malicia.

Esta noche en este bosque, bajo esta lluvia y este cielo, veo que cuando estás muy podrido no tienes arreglo y te llevas a todos los demás por delante, así como Thomas hizo conmigo esta tarde, él está podrido.

Tomo el móvil y marco con dedos temblorosos.
Un tono.
Dos tonos.
Buzón. Vuelvo a marcar.
Un tono.
Dos tonos.
Contesta.

- ¿Sabes qué hora es? ¿Acaso estás loca? –la voz de Jasper trajo en mí una nueva esperanza. –Ya es más de media noche ¿Qué quieres?

- Ayuda. –susurré. Mi voz estaba deteriorada, rasposa y ronca, me ardía la garganta y tenía la boca seca. Tal vez llevaba tiempo fuera.

- Dime dónde estás.

***

Reconocí el jeep en la avenida, había tardado más de treinta minutos en llegar, mientras que yo esperaba sentada en la orilla cubriendo mi pecho con mis brazos, hecha un ovillo para protegerme del frío y totalmente sucia.
Reconocí el rostro de una chica que bajó a bruces de la parte trasera y se acercó a mí de inmediato, cubriéndome con su cuerpo, haciendo que entrara en calor, su olor familiar invadió mis fosas nasales y por un momento dejé de pensar en mi desnudes, en que tenía que explicarle lo que llevaba en él, me olvidé de Thomas y sus amigos e incluso del mismo Jasper que preguntaba a mi lado dónde estaba mi ropa. Mi cuerpo dio una sacudida por el frío y fui cubierta con una manta.

REVELACIONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora