▼ ¿A qué le temes? ▲

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El miedo es tan sagas, tan mortal, pero tan perfecto. A su paso deja rastro de la verdad que muchos no pueden decir y que otros temen, y es que no hay lugar para amor cuando hay miedo, no se piensa, ni se puede mirar a otro lado, solo se actúa en el instante; y lo que hacemos aun teniendo miedo, debela quienes somos en verdad, cuál es nuestro límite y eso lo demostré frente a todos cuando desperté arrancando el bajante de mi brazo, empujando a todos los enfermeros que llegaron al escuchar el ruido, lanzando todo tipo de improperios hasta que al ver que no podían domarme, me sedaron.

Llevo siete horas en emergencias, mi madre se ha enterado de la situación y por último la señora Jhonson quien no dudó en pasarse por aquí a darme una reprimenda y asegurarme que iba a hacerme las curaciones todos los días hasta que no quedara ni la cicatriz. Lo que me informaron cuando desperté por segunda fue que la herida tuvo una infección muy grave, según los doctores no la traté con debido cuidado.

Después del alta nos dirigimos a mi casa, Even, Atenea y Jasper quienes estaban en mi puerta cuando me desmayé. En el trayecto no me atreví a mirar a ninguno y tampoco a dirigirles la palabra, no después de semejante escena ésta mañana, no después de que pasaran siete horas de sus vidas en un hospital con una extraña. En pocas palabras mi situación era muy penosa. Pero ¿qué se le podía hacer?

- Hasta luego. –el silencio fue más letal que cualquier respuesta desdeñosa que hubiera recibido de ellos. De varias zancadas ya estaba en la puerta con el juego de llaves en mano.

- ¿Necesitas ayuda con eso? –la dulce voz de aquella chica me tomó por sorpresa. No me contuve al decir:

- Deberías marcharte.

- ¿Y dejarte en esa condición? Jamás, no soy una perra o al menos eso creo. –una sombra de lo que yo llamaba sonrisa apareció en mí rostro.

- No te mentiré, me tiembla todo el cuerpo y no creo que pueda abrir esta puerta –me sinceré -, ¿podrías... ayudarme? –me volví con el ceño fruncido a lo que me respondió con una sonrisa.

- Pensé que te ibas a tragar esa pregunta.

Me ayudó más de lo que había podido prever y su compañía fue como un soplo fresco. Después de pasar gran parte de la tarde explicándole por qué prefería ventanas a un techo en mi habitación la señora Jhonson se presentó en casa a realizar las curaciones.

- Cariño –dijo con atención a mi compañera, cosa que se me hizo muy extraña ya que el apelativo "cariño" era señal de intima confianza o al menos eso es lo que había aprendido. -, ¿puedes esperar fuera? –momentos después se escuchó el sonido de la puerta.

Más tarde, Atenea preparaba la cena y se instaló conmigo en la sala de estar para ver una película.
Atenea tenía un cuerpo de escándalo con esas curvas que ya había notado en el transcurso del día, no era delgada, pero estaba en forma dada a la gimnasia que practicaba en las afueras; estuvimos conversando tendido señores, no se pregunten cómo sé todo esto. Bajo ese pijama negro su parentesco con Jasper se hacía más pronunciado.

- ¿Por qué mierda te quedaste? –me he irritado un poco por la idea que estuviera siendo dulce conmigo solo por petición de Jasper. Puso en pausa la película y me observó.

- Porque sí, no preguntes ¿quieres?

Sus palabras calaron y sin mediar palabras suspiré.

- Espero y no te arrepientas.

- Oh querida, no creo que sea yo quien se arrepienta. –me explicó poco después que es la gemela de Jasper, también me explicó por qué se sentía sola y el por qué se dejaba mangonear de su hermano, dijo que desde su niñez Jasper y Even siempre fueron muy unidos y que ella merodeaba a los rededores de ellos porque nadie era tan valiente como para dirigirle si quiera una mirada a la hermanita de Jasper Martin, era blanda y enfermiza años atrás y eso sumado a su hermano, alejó a los chicos, pero ésta situación también abarcaba a las chicas por lo tanto nunca tuvo una amiga. Jasper siempre le había dicho que en ese pueblo solo abundaba la gente falsa y llena de secretos, entonces y solo entonces fue cuando comprendí el asunto "la dejó acercarse a ti porque estuvo aquí el día del desastre en la cocina" dijo mi subconsciente "contará eso a todo mundo si le hago daño a su hermana" pensé. Atenea me hizo entender que su vida giraba en torno a la sombra de su hermano, sus amistades, sus gustos, hasta su parentesco, y que el gesto de comprensión y aceptación, de irritación e incluso mi lado grosero, son de su agrado. Después de varios momentos de seriedad donde solo me limitaba a escuchar y dar mi opinión fuimos a dormir.

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