CAPÍTULO CINCO

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A veces me sentía culpable, sola, vulnerable, inconsciente y demasiado inestable.

En estos momentos solo me acompañaba el silencio y la oscuridad, no estaba cómoda, no estaba segura si enrealidad estaba aquí, no sabía nada.

Tal vez, solo tal vez tenía la pequeña esperanza de que estaba aquí en la pequeña realidad, que hace unos veinte minutos cuando despierte me había escapado de mi habitación, por el pequeño balcón que estaba en mi cuarto, corrí hacía el bosque ¿Por qué? Por impulso, por qué no sabía en otro lugar en donde estar, no sabía ni en quien confíar sobre mis pensamientos, sobre lo que yo estaba pasando, no sabía si las personas más importantes de mi vida me creerían.

—¿Por qué estás así?

Me sobresalto en mi lugar al escuchar una voz cercana, ¿Quien no se asustaría al estar en el bosque en la oscuridad y escuchar una voz? 

Volteó a todos lados, tengo tiempo que estoy aquí, sentada y recargada en un tallo de un árbol grande y la muy nula luz que venía de la luna me era servible aunque sea un poco, y ahí a unos metros más allá de donde estaba había una sombra, junte mis cejas.

—¿Quien es...?

Pero no pude terminar la pregunta cuando la sombra ya no estaba, ¡No estaba! Y yo estaba tan segura al cien por cien que esa silueta de persona había hecho esa pregunta. Hasta que de reojo veo un movimiento a mi derecha y de verdad que grite hasta que me dolió la garganta.

—Shh...

Con mis manos me arrastró hacia atrás, casi tipo gateando, el terror lo sentía en la bilis, pero lo que si podía asegurar era que el chico no tenía intenciones de hacer nada malo, una pequeña vocecita me lo decía y otra era que su rostro me era conocido, demasiado.

—¿Q-quien eres?

El simple hecho de que él estuviera parado y yo casi acostada en la tierra me hacía sentir... Sumisa.

Él estaba a unos muy pocos metros de mi, su estatura y su formidad demasiado marcada hacía relucir perfectamente ante la oscuridad, la camiseta blanca que tenía estaba casi cubierta de barro, unos vaqueros negros ajustados y unas botas militar, su cabello rojizo estaba perfectamente desordenado, con la poca luz podía ver qué de lado izquierdo de su rostro tenía manchas negras más bien era un líquido que iba escurriendo desde su cien izquierdo hasta su cuello dónde las pequeñas gotas negras se ocultaban detrás de su camiseta, y su rostro... Podía asegurar que a la luz del día era precioso.

Mi corazón latía a por mil, mis piernas temblaban, era notorio hasta para la vista de él, sentía como poco a poco se me hacía un nudo en la garganta, juro que quería correr, actuar por impulso como pocas veces lo hacía, pero una parte de mi no reaccionaba.

Él hizo algo inesperado, se sentó en el mismo lugar de donde estaba parado, sin amago de hacerme algo malo, la mitad de su rostro lo iluminaba la poca luz de la luna, del otro lado donde escurría el líquido negro, era oscuridad.

Algo macabro.

Sus labios se estiraron, dando una sonrisa amable o eso se veía del lado donde daba la luz, del otro una sonrisa macabra.

Estoy alucinando... Tengo que controlarme.

Cuando sonrió mi reacción fue hacer nada, absolutamente nada, solo mirándole atónita, era yo quien veía como la mitad de su rostro tenía expresiones diferentes, una de amabilidad y la otra de hostilidad.

Y él se dió cuenta de ello.

—Si, si... Bueno quería imprecionarte y quería venir presentable... ¡De hecho venía presentable! ¡Pero malditos chanekes! ¡Me tienen hasta el cu...!

Paro de hablar cuando vio mi expresión, y abruptamente frunció el ceño y la sonrisa se esfumó, si estaba temblando de miedo pues ahora me estaba cagando.

—Es verdad...

Y juro para no hacerlo enojar o que actuará de una manera agresiva intente hablar.

—¿Verdad d-de que?

El inclino un poco la cabeza hacia un lado, aún con su ceño fruncido.

Si corro puede que salga más rápido que un pedo.

—No te haré nada. —El frunció ahora el ceño de preocupación —Soy Mey Thamara.

Abri la boca por la inesperada respuesta, pues si él dijo que no me iba a hacer nada no le tenía confianza, así de fácil, podría correr, podría lanzarle una piedra aunque él me regresará el golpe más fuerte.

Pero algo me detenía y no era el shock que me hizo sentir, sino que el  me parecía reconocido en algún lado, y el simple hecho de que haya dicho mi nombre me asombro aún más, sabía que lo conocía, sabía que él me conocía. Pero había un problema, no sabía si era la realidad o solo una ilusión.

"Mey" se levantó y dió pequeños pasos hacia mi —Estas confundida Thamy, pero debes de creer en ti.

Se agachó aún lado de donde estaba yo, su rostro estaba más pronunciado y sus ojos...

Una gran garrafa de viento invadió a nuestro alrededor, una opresión en el pecho hacia que no respirará, sentí junto con un jalón en todo mi cuerpo lo expulsaban hacía atrás, mi estómago se revolvió, unas grandes punzadas en mi cabeza se hicieron presentes, el cabello se pegó en mi cara haciendo que no mirara a nada.

Hasta que pare abrutamente, ¿Donde? No tenía ni la más puta idea, juraba que me estaba cagando de miedo y la adrenalina corría por mis venas de una manera tan frenética.

Estaba en el suelo de rodillas, ya no estaba en terreno ahora estaba en un suelo brillante, impecable de color blanco, ahora ya no olía a tierra mojada si no que a químicos, medicinas, de ese olor cuando vas a un hospital y te fastidia, mire a mi alrededor, paredes blancas, a unos cuantos metros se veía unos grandes pasillos, aún lado mío estaba una pared con una ventana, la ventana no tenía cerradura al contrario se veía lisa, de ese tipo de ventana cuando interrogaras a alguien, el delincuente está en el cuarto siendo interrogado por un policía y los demás policías mirando atrás vez de ella.

—Mira.

Suelto un jadeó de miedo, enfrente estaba Mey, mirando fijamente lo que estaba del otro lado del cristal. ¿Cómo putas llegó? Más bien, ¿Dónde carajo estoy?

—Solo mirá.

Me levanté no teniendo otra opción, estaba temblando, mis rodillas temblaban, mi corazón latía a por mil, estaba casi que me desmayaba.

Hasta que ví lo que escondía ese pequeño cristal.

Las paredes no eran normales, tenían cojines blancos y cuadrados pegados de la pared, para los que estuvieran dentro no se hicieran daño, y lo que veía era irrealista, tres personas que tenían camisa de fuerza, y estaban sedados por sus movimientos que hacían.

Corrí hasta estar enfrente del cristal y lo golpeé.

—¡TOBÍAS! ¡TADEO! ¡TATIANA!

Tu Silencio Fue Mi Respuesta [ I ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora