no quise ser madre

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El examen dio positivo en mi trabajo, minutos antes de la salida… $1.990 fue rápido, indudable, implacable. No, no existe el instinto materno, mis
instintos fueron de expulsión desde el minuto 0. Por si alguien quisiera justificar mi actuar desde la victimización, aclaro que al momento de preñarme tenía un
compañero, un trabajo, mucho amor, casa, ropa, cama… yo aborté solo porque no quería ser madre… Sólo porque no quiero serlo. Llamé a las mujeres de mi vida, estaba nerviosa y asustada…. Las emociones negativas fueron incrementándose con los días. Nadie hizo preguntas tontas, todas me conocen, solo había que decidir cuándo, y cómo… Incluso mi madre (la amo más desde aquel día).

Según el calendario alcance las 7 semanas, de las cuales sólo dos fui consciente, las dos semanas más extrañas de mi vida, de mi cuerpo, de mi entorno, de mi cabeza, de mi amor propio, de mi relación… de todo.

Nunca me sentí más incómoda conmigo misma, nunca sentí mi cuerpo más extraño que esas dos semanas. Vestirme me atormentaba, mirarme al espejo,
sentirme tonta, culposa, ridícula, fea, cargando el resultado de mis malas decisiones y queriendo terminar con todo sin perder más tiempo. Jamás dudé… ni siquiera tuve que decidir, pues crecí decidida, se lo que quiero y aún más lo que no quiero, soy intransigente, para bien o para mal.

Mi primera visita al ginecólogo fue al azar, necesitaba asegurarme de las semanas de pregnancy (ni siquiera puedo decir la palabra). El doctor me felicitó, debo aclarar que tuve que fingir o al menos poner cara de “póker” porque en este país el
aborto es ilegal… hablaba de “tu guagüita”. Me preguntó si era planeado, le dije la verdad, aunque quería gritarle la otra verdad en su cara y decirle que no dijera más “tu guagüita” puesto que esa sería la primera y última vez que visitaría un ginecólogo
en ese estado.

No quería que me felicitara más, no quería que me dijera más lo importante de tener una pareja en ese momento… Para mi madre fue más bien triste… ella me acompañó. Al día siguiente la ecografía no fue diferente, esta vez fui sola. Cinco semanas y media… para asegurarme, tenía que esperar dos semanas más… pero solo aguanté una.

Esa semana de trabajo, de metro, de micro, de cine, ya estaba más tranquila, pero los sentimientos malos seguían… yo quería sacarme las entrañas, yo ya no quería cargar ninguna célula extraña, ni sentir los repulsivos síntomas, yo no quería ser madre.

No diré mucho de la compra del misotrol (cytotec), fue en el mercado negro, pagué mucho dinero por ellas.

Fue un sábado… fue en familia, fue con mi mejor amiga, fue con amor… Sangré a la primera dosis… mi cuerpo sabía lo que tenía que hacer. ¿Si me dolió? Más que nada en la vida, hablo físicamente… sentí en todo momento lo brutal de lo ilegal… puedes abortar, pero te va a doler, y vas a tener miedo… esa frase me creé en ese momento. Siempre acompañada de mi compañera, de mi manual de aborto con pastillas, de la maravillosa Línea Aborto Libre, quienes me acogieron en su oficina días antes con mi dolor y vergüenza, de mi madre, de mis animales, de mis amigas al teléfono, de mi padre y su dolor… su miedo y su pena.

Sentí el aborto… sentí caer el saco gestacional, sirvió la conexión creada con mi cuerpo hace algunos años, sentí todo… más que nada alivio y dolor… prometí no volver a hacerle eso a mí útero, a mi cuerpo. No volveré a ponerme en ese estado, es una promesa… pero que quizá pueda romper… No voy a ser madre si no quiero, pero esta vez seré más cautelosa. Sangré una semana… aún tengo anemia, me estoy medicando.

Apoyo más que nunca el aborto autónomo, el aborto feminista, el aborto acompañado. Soy libre, me siento orgullosa, feliz… me siento enojada también… pienso en esas mujeres que tienen que escuchar “su guagüita”, “ya te vas a hacer la idea”, mujeres que no tienen acceso a la información, que no quieren ser madres y este sistema las obliga de la forma más cruel y solapada. Nunca más quiero que una mujer pase por esto en su vida… quiero aborto libre, quiero amor, pues yo decidí y quiero que todas lo hagan.

Ámbar Moreira Sotelo.
Santiago de Chile.

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