miedo

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La decisión fue tomada con rapidez, vehemencia y premura.

Rápidamente recordé que una amiga me había hablado de un recetario de hierbas cuando vivió su propio proceso. También vinieron a mi memoria los nombres de todas las compañeras que me podían ayudar a conseguir la dosis.

Imposible negar que sentí miedo. Miedo de que no resultara, miedo a que tal vez los contactos fallaran y no pudiera obtener las pastillas, miedo a que algo saliera mal. Paralelamente comencé el proceso herbal, la ruda, la borraja, el perejil…y así…ruda, borraja y perejil.

Cuando mi amiga me avisó que ya tenía la dosis, traté de que nos juntáramos lo antes posible para tenerla en mi poder. Estaba ansiosa. Al vernos lo primero que hizo fue darme un gran abrazo y recuerdo que tuve ganas de llorar. Ella me hizo las preguntas que hasta ese momento nadie me había hecho; me hizo cuestionar la decisión, no porque ella estuviera en contra del aborto, sino porque – así lo entiendo
yo- quería asegurarse que la decisión que yo estaba tomando, no era más que un arrebato del cual me podría arrepentir de un momento a otro.

En esos instantes sentí que ella era dura conmigo, me molesté…harto…, quería que el tiempo pasara luego para poder irme y que ella no siguiera diciéndome nada. Sentía que de una u otra, ella me estaba sermoneando y eso no era lo que yo quería.

Con las pastillas en la mano, partí rumbo a la casa de mi mamá, lugar donde afortunadamente iba a poder realizar el aborto. En la casa estaría ella, mi hermana de
19 años y mi hermano de 24. Ambas sabían lo que haría, pero él no.

Siempre he sido muy transparente con mi familia, en especial respecto de las cosas importantes, por eso sentía que debía contarle a él; además, si la cosas no resultaban bien, podría contar con su ayuda para recibir asistencia médica.

Contarle no fue fácil… por mucho rato pensé en cómo hacerlo… pero todo iba a ocurrir en la misma casa donde él estaba… tendría que haber mentido, haberme
escondido… y claramente fuerzas ni cabeza para eso tenía. Su recepción fue dura, casi no me miró a los ojos, me dijo que no estaba de acuerdo pero que yo era su hermana… así que había que darle para adelante no más.

Cuando inicié el tratamiento, el proceso fue muy rápido, mucho más de lo que esperaba. Las contracciones – ahora sé lo que son- llegaron con fuerza; al poco rato ya sangraba, mientras que proporcionalmente el dolor subía y subía.

Mi hermana estuvo siempre acostada al lado mío. Se ocupó de mantenerme abrigada y fue quien respondía las llamadas y mensajes de todas las compañeras que estuvieron –desde la distancia– pendientes de cada una de las etapas.

Antes de dos horas, lo más duro ya había pasado. Recuerdo que me tomé un té y pronto me dormí. Físicamente nunca tuve complicaciones y estoy convencida de que en eso las hierbas tuvieron un rol fundamental.

Por exigencia de mis amigas y mi mamá, me quedé en Santiago al
menos 10 días… ya no recuerdo bien… luego de eso, volví a Concepción. Estando aquí… sin que nadie supiera lo que yo estaba viviendo… comenzó a hacerse difícil lidiar con las emociones y con todo lo que me pasaba luego de haber abortado.

Un día sentí que el tema me atormentaba más que un poco       –más que mal fui católica practicante hasta casi los 20 años– y decidí buscar imágenes de cómo estaba el feto en el momento del aborto… eso fue muy tranquilizador. No obstante, sentí que no era suficiente y quise hacer una especie de rito en el que le hablé directamente a ese hijo (sentí que era hombre) que me había elegido. Le expliqué por qué no pude recibirlo en el momento en el que él buscó llegar a mí. Le pedí que comprendiera mi situación y que tal vez, si él quería, podíamos volver a intentarlo en un tiempo más…
pero que ese no era mi momento.

Luego de eso, la calma volvió a mí por harto tiempo. Posteriormente me empezaron a acosar los fantasmas de mis tiranos internos ¿se lo contarás a todxs tus
amigxs?, ¿qué pasará cuando tengas una nueva pareja… le contarás? , cuando el/la
ginecólogx te pregunte si has tenido embarazos, ¿qué vas a responder?, ¿vas a mentir
toda tu vida?, ¿cuáles serán tus respuestas o comentarios cuando el tema salga en la mesa de una conversación? Muchas de estas preguntas siguen rondando en mi cabeza... algunos días con más fuerza que otros.

A nueve meses del encuentro furtivo que me llevó hasta el aborto, me junté con la contraparte. Le conté lo que había ocurrido y la decisión que había tomado. Su primera reacción se me hizo muy sorprendente, casi no se le movió un músculo. Acordamos hablar al día siguiente con más calma.

En ese encuentro quise contarle con algunos detalles lo que había pasado, las razones que me llevaron a tomar la decisión y cómo me sentía ahora al respecto.
Estoy convencida de que el hablar el tema entre los dos, me permitió reconciliarme con varias partes de mí, que de tarde en tarde sacaban las garras para molestar y herir. Hoy la espalda está un poco menos curvada y la cabeza un poco más erguida.

Anónimo.
Concepción, Chile.

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