a mis hermanas

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Antes de corroborar por medio de un test, las mujeres sentimos desde nuestra propia intuición la presencia de un nuevo ser. Alcancé a contener a este hijo espiritual casi dos meses, tiempo en el que abracé fuertemente mi fertilidad.

Transitar el aborto es una decisión dolorosa. Yo le llamo “pérdida” y aún más cuando inicié este rito sola. Camino a mi casa, un viaje de 25 horas entre curvas de Los Andes y náuseas, me reencuentro con mi familia. Bajo el abrigo de la comprensión de mi madre, comencé a despedir esta posibilidad de ser madre, no muy convencida y con bastantes incertidumbres.

Fueron cinco los días para conseguir las pastillas Misoprostol. Recuerdo que esa noche venía de visitar a una amiga que me había estado contando su experiencia de aborto. Cuando agarré coraje emprendí el regreso de Macul a Maipú, dos colectivos eternos, me lloré todo el trayecto, sintiendo la injusticia de una sociedad entera en el comportamiento de mi compañero de ese momento. Bajé del micro con fuertes ganas de vomitar, me dirigí a su casa en complicidad con su madre, allí ocurrió el primer desahogo. El proceso de desprender al embrión de mi útero, duró 1 día completo, fue un rito, donde cerré cortinas y me hundí en un cálido sillón cama en el cual volví a ser hija.

Agradezco profundamente cada cuidado de mi madre, su confianza y amor cada vez que se abría la puerta de mi pieza. Me respaldé con unos manuales del tema y fui escuchando al cuerpo atenta a sus reacciones, confiando en mi decisión. Dormí en cada intervalo, relajándome, aguardando el momento del sangrado. Se abre una vez más la puerta y pude ver un fondo blando, entre ese destello observo a mi madre dejarme una maceta- una jardinera- y su vocecita que me susurra “hija… aquí te dejo Tierra Limpia”, me levanto de la cama sintiendo fuertes retorcijones, le digo “mamá parece que ahora viene…” y así fue. Lo observamos en detalle, entre silencio, miradas y oraciones devolvemos el fruto a su tierra, regreso a mi pieza, y recompongo el apetito con dos platos de cazuela.

Yo no quise ser madre soltera. Han transcurrido dos años de aquel episodio, y puedo decirles que es un proceso largo el de recomponer el cuerpo y el alma, aceptar y abrazar el luto que vivimos, permitirnos la libertad de nuestra decisión y poder decir Yo Aborté. Entre mis búsquedas reconciliadoras con mi femineidad, encontré lindo refugio entre las plantas, la danza y la alfarería y hace tres Lunas que bailo con un hermoso hombre, valiente y soñador. Fuerza Mujeres, que podemos cambiar los modos de hacer y permitirnos ser cada día más amplias en nuestras convicciones y creencias.

hija del sol.
Santiago de Chile

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