Un tratamiento de cáncer y una joven esposa desesperada por salvar a su esposo de 27 años.
El tratamiento experimental de hormonas que podrían salvar su vida a cambio de convertirse en una mujer sin saberlo.
Una mezcla de emociones pasaban por la mente de Adriana mientras una lagrima caía por su mejilla. La carta por un momento trajo a Diego de vuelta, talvez la última vez que Diego se hacía presente.
Diego pudo observarse recostado en la cama con un vestido y unos tacones rojos que se movían. Esta vez se sentía cómodo, sentía que ya lo había superado y disfrutaba ser Adriana. Esa sensación era suficiente para perdonar a Paula, aunque intentaba enojarse por su egoísmo, no podía porque sentía como si le hubiera hecho un favor. Sentía que tenía una oportunidad de vida y aunque aparte del cancer no le iba mal como hombre, tenía muchas dudas y complejos que no le permitían sentirse libre como ahora.
Siempre le gustó verse bien y su enfermedad se lo estaba arrebatando pero cómo mujer superaba sus expectativas de verse bien, podía ir más allá de un simple peinado, una buena chaqueta y un cuerpo saludable. Tenía un mundo entero para expresar su belleza al resto. Paula le dio una segunda oportunidad de vida, sacándole le lo que pudo haber sido su zona de confort. Paula le ayudó a aceptar su nueva vida como mujer.
Adriana sabía el esfuerzo que hizo Paula y con una sonrisa espero lo mejor para ella, pues en verdad la atracción que sentía por Paula se había desvanecido aunque aún existía ese amor incondicional que se juraron.
Adriana después de leer la carta, con lágrimas guardo la carta e intento comunicarse con Paula pero todos los medios ya no estaban. Después de unas horas de intentos de contactarla y lamentos, Adriana se limpió las lágrimas y se levantó.
- Mi amor, gracias por darme una segunda oportunidad de vivir y si es lo que quieres, es lo que haré. - habló Adriana con aquella dulce voz.
Adriana tomó un baño y se arregló como Paula le había enseñado, agarró aquellos zapatos rojos de tacón y un vestido que combine ya que era la primera vez que iba a salir sola. Era el momento de exponer a Adriana al mundo, hacerse conocer y que la gente sienta su presencia, pues el ego de Diego estaba igual de fuerte en Adriana. Era momento de ser una mujer independiente.
Adriana se miró al espejo y aunque se sentía una mujer aun le parecía nuevo lo que miraba. Le llamaba la atención ver que aquellas curvas que resaltaban el vestido eran de ella y aquella sonrisa que no se iba era el reflejo de su felicidad. De repente abrió aquel closet que Diego nunca se atrevió a abrir después de enterarse de lo cambios que hizo Paula.
Diego hace unos días miraba esas puertas pero su confusión y enojo hacía que odie lo que había al otro lado, algo que en este momento ya no existía. Adriana abrió la puerta y con una sonrisa comenzó a sacar prendas.
- Se que te hubiera encantado este momento Paula. - Pensó Adriana.
Adriana disfrutaba aquellas texturas suaves que rosaban su cuerpo mientras se probaba cada uno de los vestidos que Paula había comprado para ella.
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Adriana se sentía como si hubiera amanecido con otro cuerpo de un día al otro. Como si nunca hubiera pasado por aquel atormentante cambio, pues los sentimientos de Diego cegaban quien era y cómo se veía. Diego solo podía ver a una persona que no era el. Veía a una hermosa chica pero no había esa conexión de su conciencia con su cuerpo.