Capítulo 7.

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Terminé de bañarme para vestirme sencillo, pedí algo de dinero aparte de sacar mis ahorros, y le avisé a mis padres que saldría por un rato. No quise comentarle a ninguno de mis amigos, porque salíamos nosotros dos, creo....

Apurado llegué a la parada, estuve unos cinco minutos hasta que el colectivo que me dejaba a unas cuadras del centro llegó, mi sube me alcanzaba para un pasaje nada más entonces cargaría cuando esté de vuelta. Continué dos cuadras hacia arriba, donde Leandro acordó que me esperaría. Allí estaba, cruzado de brazos y mirando los autos.

—Hola.

—Eh. —Me abrazó—. Vamos hasta el negocio de mi vieja y de ahí vemos ¿dale?

—Dale.

—Queda a media cuadra.

—Ahh ¿acá nomás?

—Sí.

—Justo tengo que cargar una sube y llamar a mi mamá, vos andá yendo que te espero acá —añadí nervioso, no quería ni tenía intenciones de conocer a su mamá. Entonces volví por el camino que hice para entrar en un negocio y cargar cien pesos.

Ahora lo esperé yo, su expresión estaba diferente a lo que me preocupé un poco ¿habrá pasado algo malo?

—Cagamos.

—¿Qué? ¿Qué pasó? —pregunté con cierto miedo.

—¿Vos te acordás cuando falleció por un coma una chica en una casa? —Asentí—. Bueno, fue en este barrio y cerca, entonces mi vieja me dijo que en todas las vacaciones hacen controles y no nos van a dejar quedarnos en ningún bar.

—Uh, sí me acuerdo mejor, qué embole. ¿Y si nos vamos a tomar?

—¿Vos tenés los dieciocho? —cuestionó.

—Cumplo el mes que viene —respondí subiendo los hombros.

Él rió: —sí, y yo en marzo pero tranqui que si le decís eso nos dejan comprar. —Negó—. Si no podemos....

—¿Qué?

—Ir a mi casa, no hay nadie y mi mamá cierra pero se va a lo de unas amigas, entonces llega tarde —comentó mientras cruzaba la calle— aparte en mi barrio sí me conocen y no me hacen problema.

—Si te dejan tomar, vamos, todo bien.

—Hasta hago jodas cuando mi mamá está de buen humor. Bueno, es algo lejos y es una paja esperar el cole.

—Dale, vamos caminando. —Le seguí el paso.

Lo primero era cruzar un puente y luego bajar unas tres cuadras, hasta ahí sí conocía, pasamos un gran parque, una escuela y me perdí porque esas zonas las sabía de nombres, continuamos por como cinco cuadras más.

—Es lejos, perdón. —Rió.

—Está bien.

—Ay, te iba a decir que compremos pizza pero es re quilombo, hay papas en mi casa.

—Eso está bien por mí.

—¿Qué está mal para vos, Sergio? —preguntó sonriendo— siempre me decís que todo está bien ¿te parece bien las empanadas con pasas de uva?

Negué haciendo una mueca: —¡eso no!

—Ay, bueno, ya me estabas asustando.

—¿Por qué? —Reí por lo bajo.

—Porque un chico así no existe. ¿Comidas favoritas? —agregó a los segundos antes de cruzar la calle.

—Y me gusta mucho el asado pero creo que comida favorita es... el pollo al espiedo —hablé recordando lo más rico que mi mamá me cocinaba de pequeño y lo que le pedía seguido era pollo al espiedo con papas al horno—; sí, eso ¿la tuya?

La forma correcta de ser.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora