Capítulo VI

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La fiesta había sido organizada por Jack Spheer, un científico conocido internacionalmente y uno de los amigos más cercanos de Lena. Jack y su esposa, Danielle, vivían en la exclusiva avenida Montaigne, cerca de los Campos Elíseos, donde una nube de fotógrafos esperaba la llegada de los invitados. En aquella ocasión, Kara imitó a Lena: mantuvo la cabeza alta y se comportó como si los fotógrafos fueran invisibles.

Lena la presentó a sus anfitriones. A Kara le cayó bien de inmediato Danielle, una animada rubia con una sonrisa contagiosa.

—Tengo entendido que eres médico, ¿no? —dijo Jack Spheer.

—Sí, pero ya no ejerzo —contestó Kara. Danielle la miró sin ocultar su sorpresa.

—¿Por qué?

—Kara planea dedicarse a su sobrina y a mí —contestó Lena.

—No es fácil adaptarse a dejar de trabajar —comentó Danielle—. Yo soy abogado, Kara, y para cuando terminó mi permiso de maternidad ya estaba deseando volver al trabajo.

—¿Tienes un hijo?

Danielle no necesitó más para subir con Kara a la planta de arriba para enseñarle su adorable hijita de diez años, que dormía profundamente en su cuna. Charlaron un rato.

—Eres tan normal y natural... La verdad es que no pareces la típica acompañante de Lena—dijo Danielle sin ocultar su curiosidad—. Esta noche hay aquí varias de sus ex, y la cuadrilla habitual de solteros hambrientos. No debería haberte apartado de él. No puedes permitirte dejar sola a Lena ni un momento. Las mujeres se vuelven locas por ella.

Kara se encogió de hombros, aún furiosa con Lena por la falta de sensibilidad que había mostrado ante la enfermedad de Lexa y su empeño en que ella asistiera de todos modos a la fiesta. En aquellos momentos le daba igual que se acercara a ella una legión de mujeres.

—Lena es muy capaz de cuidar de sí misma —dijo en tono ligero.

Su móvil sonó antes de regresar a reunirse con Lena y salió un rato al vestíbulo para hablar con Imra. Lexa aún estaba mal: tenía sed pero no quería beber debido al dolor de garganta. Además, seguía teniendo fiebre. Cuando colgó notó que Lena la estaba observando. Le hizo un imperioso gesto para que se acercara. Kara apretó los labios: se sentía como un perro desobediente al que acabaran de tirar de la cadena.

Ajena a su malhumor, Lena apoyó una mano bajo su barbilla.

—Esta noche pareces una reina.

—¿Tu inversión ha merecido la pena? —preguntó Kara con ironía.

—Sólo el tiempo lo dirá. Pero no hay duda de que eres un auténtico trofeo. Todas las personas que han venido a la fiesta se han fijado en ti.

—Estoy encantada —dijo Kara en tono aburrido. Una sensual sonrisa curvó la expresiva boca de Lena.

—Ahora no, pero lo estarás más tarde. Pretendo aprovechar al máximo el hecho de que eres mía y luego te voy a llevar a casa, Tesoro..

Con su equipo de seguridad actuando como filtro, un constante fluido de personas trataba de acercarse a Lena. Algunos eran amigos, la mayoría interesados en hablar de negocios, pero también había oportunistas dispuestos a aprovechar la oportunidad para conocer a una de las mujeres más ricos del mundo. Kara, que se estaba dedicando a observar cómo reaccionaban las otras mujeres con Lena, no dejaba de asombrarse por el descaro con que coqueteaban con ella, incluso estando ella a su lado.

—Bailemos —dijo Lena, que, aburrida de tanta charla social, tomó a Kara de la mano y la condujo hacía la pista de baile.

Era la primera vez en más de una hora que reconocía su existencia. Apenas acababan de llegar a la pista cuando el móvil de Kara sonó de nuevo. A pesar de la mirada de exasperación que le dedicó Lena, salió al pasillo para hablar con Imra.

El dulce sabor de la venganza (Adaptacion Supercorp) COMPLETA...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora