Prólogo

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Más tarde cuando todas las luces estaban apagadas en la casa Babcock y eran las 2 de la mañana, Coraline se despertó como por arte de magia y se levantó a despertar a Norman.

—Norman... ¡NORMAN! —gritó nerviosamente, Norman abrió los ojos de golpe y se levantó.

—¿Ya es hora? —preguntó

—Sí—dijo Coraline.

—Espera —dijo Norman que se levantó a buscar algo en su armario.

—¿Qué buscas? —preguntó Coraline cuando vio que Norman sacó la llave de la puerta— Pero... de donde la...

—Wybie la había encontrado.. antes de lo que le pasó —la interrumpió Norman— Sí vamos allá tenemos que tenerla al momento de escapar ¿no?

—Si eso creo—dijo Coraline mientras él guarda la llave en su bolsillo.

En ese momento se escuchó el golpe que Norman había escuchado antes de entrar, nuevamente venía detrás del mueble del televisor en su habitación.

—Adelante —dijo Norman.

Ambos movieron el mueble, la única luz que alumbraba era la de la luna a través de la ventan y la luz del teléfono de Norman.

Coraline impulsada por sus nervios comenzó a buscar la mano de Norman, cuando finalmente la encontró la apretó fuertemente. Norman le respondió con la misma fuerza. Ella tenía que admitir que la hacía sentir segura, sabía que no estaba sola pero también muy en el fondo estaba consciente de que muchas cosas podrían pasar, hasta lo inimaginable.

Coraline a miró al chico de ojos azules nerviosamente.

—Todo estará bien—aseguró Norman.

Coraline solo asintió sintiéndose insegura. Los golpes se escuchaban más frecuentes cada vez, Norman sin soltar la mano de ella con la otra jaló la puerta. Coraline apretó aún con más fuerza la mano de Norman. Ella tenía miedo de que al momento de que la puerta se abriera completamente la cosa esa con estructura de araña saltara encima de ella y le arrancara los ojos.

No sucedió nada pero ahí estaba, tal y como lo recordaba, el túnel.

—¿Lista? —preguntó Norman. Coraline difícilmente se armó de valor.

—Hagamos esto —dijo Coraline.

Norman entró primero seguido por Coraline, llegaron al otro extremo y comenzaron a caminar.

La casa no estaba como antes. Era estilo de película de suspenso. Bajaron por las escaleras y los cuadros, las fotografías, todo se había ido. Había un olor de cosas viejas y humedad, en el suelo había varios juguetes tirados y en los marcos de las ventanas había muchas telarañas. Cuando llegaron a la sala Norman se tocó el bolsillo con la mano que tenía libre y se asustó.

—¿Qué pasa? —pregunta Coraline que no dejaba de temblar.

—La llave... n-no la tengo —balbuceó nervioso.

—¿Qué?...

—Veo que volviste...Coraline —Escucharon los dos.

—E-ella, ¡no está sola! —dijo Norman.

—Claro, me da gusto Ojitos milagrosos —dijo la voz, haciendo que Norman se estremeciera. El recuerdo de la primera vez que la escuchó decirle así aún está fresco en su memoria.

—¡No seas cobarde!, ¡muéstrate bruja! —ordenó Coraline.

De repente uno de los sillones apolillados se dio vuelta como si tuviera vida propia y... ahí estaba. Los ojos de Norman se abrieron de horror al ver la sonrisa maliciosa de la criatura horrenda que estaba sentada en el sillón.

—Tus deseos son ordenes, princesa —dijo la bruja.

—¡No me llames así!

—Oh bien, bien, Norman. Hiciste un buen trabajo al traerla. Quizás si seas el niño de mami después de todo.

Norman se quedó sin decir nada. No podía creer lo que estaba escuchando.

—A él no lo metas en esto —dijo Coraline y paró delante de Norman para tratar de protegerlo.

La bruja se acercó a Coraline y con sus manos de aguja comenzó a acariciarle el pelo.

—Cariño, ¿Qué ya te olvidaste quien soy yo? Soy tu madre, tu favorita.

—No. Tu no eres mi madre, nunca lo fuiste y nunca lo serás.

—Coraline, Coraline —canta la bruja— No sabes lo que dices. ¿Después de que trato de perdonarte por lo que hiciste? —dijo mostrándole una de sus manos de aguja, la que le faltaban dedos.

—¿Por qué iba a pedirte disculpas?

La bruja sonrió maliciosamente.

—¿Qué es lo que quieres? —preguntó Coraline.

—Vine a pedir la revancha.

—¿De que?

—Dime princesa, ¿te apetece jugar? —preguntó la bruja alejándose un poco frotando sus manos.

Los ojos de Coraline se abrieron de horror

—¿Qué clase de juego?

—Hay que cambiar las rutinas un poco. Uno de supervivencia. Me toca elegir a mi. Y Norman, mi vida, tu también estarás en el juego.

Norman dio un paso adelante.

—¿Cuáles son las reglas de ese juego tuyo?

—Los dos estarán separados en diferentes campos, tendrán que juntarse y volver aquí. El tiempo límite son 3 días con 30 minutos —explicó la bruja— Si logran hacerlo ambos ganan y los dejo ir. Pero, en el dado caso de que alguno de los dos llegara a morir, solo habrá un ganador y me quedaré con el alma del otro, para siempre.

Los dos abren los ojos con terror.

—¿Qué clase de trampas habrá? —preguntó Coraline.

—Si te lo digo, no habrá emoción en el juego. ¿Cómo me divertiré entonces en estos tres días? —preguntó la bruja burlonamente— Entonces, ¿tenemos un trato?

La bruja sonríe estirando ambas manos. Norman y Coraline se miraron un momento y luego estrecharon la mano de la bruja, ella los miró maliciosamente.

—¿Algo que decir? —preguntó la bruja.

Ambos se miraron. A Coraline le corrió una lágrima por las mejillas y no se molestó en quitarla. Tenían que hacerlo. No solo sus vidas estarían en peligro si no lo hacían, la vida de su familia, de sus amigos. De todos en el pueblo de Blithe Hollow estarían en peligro.

—Suerte.

—Igual tú.

—Entonces, el juego comienza ahora —dijo la bruja.

Apretó la mano de ambos y de repente:

Click, fundido negro...

Los alucinantes mundos de Norman y CoralineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora