Capítulo 160

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Dejo sobre el sofá negro aquella última nota que escribí, esa que terminó siendo la anécdota más feliz de mi vida, esa que me recuerda que después de todo se puede ser feliz por un tiempo.

¿Quién se iba a imaginar que todo aquello llegaría a terminar en algún momento?

Esos 4 años fueron los mejores de mi vida, aprendí muchas cosas de ella, de aquel pequeño que me enseñó a ser madre a tan temprana edad, de aquella persona que de ser un maestro pasó a ser mi cuñado. A pesar de todo jamás dejaré de estar agradecida porque gracias a ellos soy quien soy en este momento.

Jamás olvidaré esas emociones que tenía al llegar a casa de un largo día en la universidad y lo primero que me recivia eran los brazos de las dos personas que siempre he amado en mi vida, esas tardes de fin de semana acostados los tres en el jardín bajo el gran árbol o esos días fríos en invierno en los que nos la pasábamos viendo películas en la sala.

...

Caminaba por las calles de aquella pequeña ciudad, sentia el frío viento golpear mi rostro, el invierno se iba aproximando y con ello navidad. Vi aquella tienda de curiosidades que tanto le encantaba a ella y sin darme cuenta ya me encontraba dentro de esta.

El entrar en la tienda, escuchar el típico sonido de aquella campanita que se encontraba sobre la puerta y el dulce aroma a cerezas del lugar hizo que el recuerdo de la primera vez que me trajo a esta tienda llegara a mi.

Caminé por cada uno de los pasillos de la pequeña tienda y lo vi, un dige de la silueta de una flor, en especifico una magnolia. Un remolino de emociones llegó a mi, recuerdos comenzaron a ir y venir en mi mente como si fueran el oleaje del mar y sin dudarlo lo tomé en mis manos y lo pagué. Me despedí de aquella señora tan tierna que me reconoció en un segundo y no dudó en preguntarme por ella y el pequeño y sin saber cómo explicarle que ya no estábamos juntas terminé diciendo que se quedó en casa y que el dige era un regalo sorpresa para ella.

Tan solo pensar en esas palabras que dije de la nada ocasionaron que la hermosa sonrisa que ponía cuando le regalaba algo sin que ella lo esperase llegara a mi.

¿Cómo sigo recondando cada detalle suyo? Me pregunté mientras cruzaba la puerta y emprendía el camino directo a casa.

-¿Cira?

Esa voz, esa tierna y hermosa voz, alcé la vista y me topé con esos preciosos ojos que tan cautivada me tienen desde los 16 años, era ella, la dueña de esa voz que me ocasiona un escalofrío al escucharla.

-Aroa

Al ella mostrar una espléndida sonrisa no pude evitar hacer lo mismo, su sonrisa es tan contagiosa, tan hermosa que cualquiera se enamora de ella.

-¡Cira!

Esos ya no tan pequeños brazos de aquel chiquillo que me hizo ver la vida de otra manera se abrazaron a mi cuerpo y sin pensarlo respondí el abrazo.

-Hola Erik

Había una sonrisa en mi rostro, una sonrisa que ya se había borrado hace tiempo, sonrisa que nadie lograba sacarme, sonrisa que ya no mostraba porque sólo dos personas eran dueñas de ellas y nadie más podía verla más que ellos dos, mi familia, familia que por error mío había perdido hace dos años pero ahora que los vuelvo a ver no pienso perderlos nunca más.

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