Capítulo 8: CORRE MI AMOR ¡CORRE!

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BELLA

Regresé a Chicago el lunes por la mañana y nadie se dio cuenta de mi viaje. Era la ventaja de volar, aunque me daban unas nauseas espantosas.

¿Nauseas? Rayos, no.

Me había estado cuidando, conté bien los días… muy bien.

Ahora tendría que ir al médico para unos análisis a pesar que mi periodo fue hace casi un mes.

Al día siguiente esperaba en la salita de la consulta impaciente. ¿Qué pasaría si estuviera embarazada? ¿Edward recibiría la noticia feliz? ¿Me querría igual? Tantas dudas en mi cabeza.

—Señorita Swan, tengo los resultados de sus exámenes de sangre, lamento informarle que…— mi corazón latía veloz. Tener un hijo ahora adelantaría un poco los planes pero igual estaba feliz. –Padece de anemia. Al parecer no se ha estado alimentando correctamente. Le recetaré una dieta adecuada y un suplemento para corregirlo. Ha venido a tiempo, su caso no es severo— me anunció el médico.

Solté el aire decepcionada. Bueno para otra vez será.

No me molestaría llevar nueve meses un hijo de mi Edward. Pero si ese era el resultado era porque aún no es el momento, además esa anemia que rayos sería. Más valía cuidarme para no preocupar a mi muy preocupado novio que me llamaba cada mañana para despertarme con un "te amo".

Aproveché que estaba en este gran hospital para consultar con un ginecólogo, ojala no me encuentre con alguno demasiado puritano y me eche un sermón por practicar el sexo sin estar casada.

Por azares del destino me tocó con una doctora. Qué orgullo ser atendida por una mujer médico.

— ¿Necesitas un método anticonceptivo?— me preguntó finalmente luego de cinco minutos tratando de explicarle porque estaba allí. Todavía me daba vergüenza decirlo.

—Si, eso. Necesito tener la seguridad de no embarazarme, al menos por un tiempo en que me gradúo, consigo un empleo y me caso— me sinceré.

—Debiste decirlo sin tapujos, soy cristiana pero no fanática. Verás que pronto la iglesia acepta la anticoncepción. Tengo unos óvulos…— Fue a rebuscar entre su cosas y regresó con una cajita. –Estos son muy pequeños, debes colocarlos en tu vagina minutos antes de tener relaciones. No hacen daño, tiene manteca de cacao, acido bórico y quinina. Mi padre los prepara para señoras de la alta sociedad. Claro que no es 100% su efectividad y debes hacerte un buen lavado con vinagre después de cada encuentro. Espero que te sirvan— me los dio.

—Muchísimas gracias ¿Cuánto te debo?— tenía que pagarle me estaba proporcionando una gran ayuda.

—No es nada— sonrió. —Mi padre me los deja en mi mesa de noche desde hace mas de cinco años y yo todavía soy virgen— vi que se sonrojaba igual que yo.

—Y que haces con tantos – le pregunté asombrada.

—Los reparto. No estoy en contra del sexo antes de casarse… sólo espero al hombre adecuado— sonrió.

Acepté de buena gana lo que me ofrecía y salí del consultorio muy feliz con mi nuevo método anti bebés. Casi llegaba a la salida cuando tropecé con un médico, mis cosas cayeron regadas por el piso, me apresuré a buscar mi cajita de óvulos antes que nada, para mi mala suerte el doctor las recogió antes que yo. Lo miré un poco avergonzada.

—Lo siento, soy tan torpe, me excusé.

—No, discúlpame a mí, no miré por donde iba— era un hombre muy guapo, rubio y con una voz suave.

—Gracias— le dije pidiéndole la cajita, la miró un momento y esbozó una ligera sonrisa.

—De que. Un gusto soy el doctor Cullen— me tendió la cajita y su mano para saludarlo, no sabía cual tomar primero. Pero me quedé pasmada cuando escuché el apellido.

ENEMIGO PÚBLICO -Terminado-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora