Al principio vivíamos como salvajes, comiendo carne cruda y siendo atacados por bestias y los bárbaros del sur.Los dioses se apiadaron de nosotros, arrancaron parte de su carne y su sangre y dieron forma a nuestro salvador. Le llamaron Slav y le dieron la misión de civilizarnos.
Slav cazó a los osos de las montañas, que de pie eran tan altos como tres hombres juntos, y nos enseñó a hacer ropa con sus pieles. Nadó hasta lo más profundo del mar helado y dio muerte a Kirg, la monstruosa reina de las ballenas, creando aceite de su grasa y comida de su carne.
También hirió las montañas con sus manos haciendo que los ríos broten de sus profundidades y podamos sembrar legumbres para comer y hierbas medicinales para sanar.
Nos reunió y nos enseñó las leyes y reglas del mundo: "Todas las personas son iguales, algunos serán reyes, otros campesinos, pero seguirán siendo hermanos pues fueron creados con el mismo barro y viven bajo el mismo cielo. Siempre piensen y actúen como uno."
Bajo su guía nos hicimos fuertes; construimos castillos y rechazamos a los bárbaros del sur. Prosperamos y parecía que siempre iba a ser así, hasta que llegó el dragón de hielo.
El cielo se oscurecía bajo sus alas y las montañas se convertían en nieve con su aliento. Venía de matar a los dioses y ahora deseaba convertir la tierra y el cielo en un infierno helado.
Slav subió a la montaña más alta y desafió al dragón mientras nosotros prendimos fuego para debilitar a la bestia.
El humo de las fogatas subió hasta lo más alto e impidió que veamos el combate, pero cada choque entre ambos retumbaba como una tormenta, los bramidos del dragón hacían temblar la tierra y cada vez que recibía una herida sangraba ventisca y granizo.
De pronto los ruidos cesaron. Se formó un remolino que disipo el humo y vimos a Slav girando el cadáver decapitado del dragón, sujetándolo de la cola. Luego le arrojo lejos, hacia las estrellas.
Bajó arrastrando la cabeza cercenada del monstruo. Sin decirnos nada empezó a cavar y la enterró en lo profundo de las montañas.
Entonces le vimos de cerca. Su cuerpo estaba lleno de cortes profundos, desangrándose lentamente. Se acercó a la hoguera donde estábamos reunidos y nos habló por última vez. "El aliento del dragón mantendrá esta tierra fría. Y ese mismo frío los defenderá de los hombres del sur y demás enemigos que estén por venir. Permanezcan unidos, pues el dragón aun respira y cuando su cuerpo vuelva a la resucitará lleno de odio y venganza"
"Pero tú estarás ahí para salvarnos, ¿no?" le preguntamos.
Slav sonrió y extendió los brazos, mostrándonos sus heridas.
"Mi tiempo aquí ha terminado. Ya les enseñé todo lo que necesitaban saber. Permanezcan unidos y no necesitarán de un salvador." Luego cerro los ojos y con una sonrisa en el rostro se quedó en silencio para siempre.
Lloramos y nuestras lagrimas cubrieron su cadáver del cual surgieron flores y arboles frutales. Slav se había ido, pero sus enseñanzas y sacrificio quedaron con nuestro pueblo para siempre.
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Inktober
Short StoryRecopilación de los cuentos que subiré para el Inktober de este año