Distopía 12

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Un chico sin huellas

Mientras el viento corre salvaje por las colinas,
mientras los lobos aúllan pasionales a las estrellas.
En las playas de la vida,
se oyen pasos que no dejan mella.

Un pequeño viento con ansia de ser huracanado,
esparce, retuerce y escabrece el recuerdo.
Y todos aquellos que perdieron el aliento,
por un bien mayor han sido olvidados.

Los pasos han de ser firmes,
y los pensamientos claros.
Si tu huella en mi recuerdo queda
antes de ser ahogado.
Lo que tu pisada fuerte logrará con olor determinado
puede que solo sea un pulgar,
un índice, un meñique o un talón.
Pero si lo pasos son correctos,
sé y a lo pronto siento,
que tu huella en mi corazón para siempre se habrá marcado.

No necesito que ardas hasta obligar a la arena tornarse cristal,
ni que caves un hoyo profundo en el que ganarte sea peor que haberte perdido.
Y tampoco que soterres y retoques con un subjuntivo lo que hubiese podido pasar, lo que fuere o, por poder, hubiera sido.

Tan solo quédate,
hasta que las dunas entierren el mar que las sostenía,
y hasta que mis ojos pierdan la capacidad de ver otro día.
Quiero poder verte llorar en mis recuerdos.
Quiero poder serle fiel a tus sonrisas cuando tus manos me digan que no saben qué hacer o temeroso te diga lo que siento.
Que lo haré.

Siento miedo y alegría.
Es un aroma lento y sencillo que desaparece con el tiempo.
Eso es la vida.
Y por mucho que lo sienta, la siento.

Y aún con las palabras que el viento sella,
ahora entiendo con esta dulce compañía.
Que en las playas de la vida,
cada día,
se oyen los pasos de un chico sin huellas.

Distopía 13Donde viven las historias. Descúbrelo ahora