Distopía 4

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Ahora que estábamos siendo llevados las burbujas no nos afectaban. No tenía ni idea de cómo lo hacían, pero mientras nuestras manos permanecían atadas y nuestros ojos vendados las burbujas no nos afectaban, y eso era suficiente para tranquilizarme.

Era extraño estarlo, pues mi madre y yo acabábamos de ser secuestrados, pero por alguna razón un sentimiento de calma y armonía se apoderó de mí. Algo a lo que le había temido toda la vida se había convertido en un mal sueño. Era... feliz. Sonreía, y por un momento, mis casi lágrimas de felicidad estuvieron a punto de eclipsar las carcajadas de mis captores.

Ellos hablaban en un idioma que no entiendo, pero creo que nos quieren lanzar al cielo, no paran de mencionar las nubes y su voz toma un tono alegre cada vez que se refieren a ellas. Parece que todo saldrá bien después de todo, o eso pensaba.

Ahora siento este fluido ardiente corriendo por mi piel, la aguja se clava cada vez más y más profundo, y mi sangre se empieza a volver dorada y densa. En poco tiempo la esencia de este mundo me estará consumiendo, hasta que solo quede mi cuerpo como prueba de que alguna vez estuve aquí, aunque ya no será mío, me lo robarán también.

Empiezo a crecer y a babear, estoy mareado, me siento débil, pero por alguna razón tengo más fuerza de la que debería. Me estoy transformando en una bestia y duele. Tan solo quería tener a mi madre cerca, por eso me la comí.

No obstante, ya no le tengo miedo a las burbujas. Ahora la burbuja soy yo.

Entre Nuves

Distopía 13Donde viven las historias. Descúbrelo ahora