«Monstruos y mewmanos no deben mezclarse a menos de que deseen que la maldad invada al Reino». Aquellas palabras transmitidas a incontables generaciones provienen de la cruel historia de amor de una incomprendida reina que rompió las reglas y llevó...
El gran día había llegado. Ambas partes estaban igual de nerviosas.
Izuku se miró al espejo, por fin alguien había sido capaz de peinarle el cabello, aunque este se encontraría tapado por el wataboshi que completaba el conjunto nupcial del shiromuku. Ya había usado kimonos antes en la residencia Todoroki, sin embargo, el kimono blanco que llevaba puesto era mucho más pesado que los anteriores. No estaba seguro de si debería dejarse el maquillaje rojizo que se le había colocado en los párpados, pero muy en el fondo, le gustaba como se veía.
Shoto, por su lado, estaba teniendo problemas con la hakama, ya que al tener cola, necesitaba un agujero en la tela para poder sacarla, y no podía romper el pantalón ya que no le pertenecía. Tampoco quería esconder su extremidad extra porque a su prometido le encantaba y bueno, Izuku había dicho que esa era su naturaleza y que debía aceptarla.
Sus familiares estaban con el mismo problema, su padre y su hermano mantenían sus colas a un bajo nivel para no levantar la hakama e intervenir con su presentación personal, y su madre mantenía su extremidad quieta y oculta bajo el kimono negro que usaban las mujeres casadas. Obviamente él no podría mantenerla quieta, sólo con ver a Izuku su cola se movía de lado a lado con emoción y alegría, pero debía intentarlo aunque sea durante la ceremonia.
Inko ingresó a la habitación en la que se encontraba su hijo, algo extrañada por la ropa que llegaba, la cual le parecía demasiado oscura para un evento tan especial como una boda, aunque según lo que tenía entendido, luego podría cambiarse a un vestido más adaptado a su persona. La mujer se quedó sin palabras al ver al joven de pecas completamente vestido de blanco, arreglando las imperfecciones inexistentes de su traje.
-Pensé que no viviría para verte casarte- confesó, queriendo tocarle el hombro, recordando que su pequeño aún estaba algo molesto, por lo que se contuvo. -Te ves precioso, cariño- -Gracias, mamá, aunque no me gusta mucho esta cosa- le enseñó el wataboshi entre sus manos. -No creo que a Shoto le moleste si me lo quito durante la ceremonia- -Haz lo que creas correcto- sonrió suavemente, finalmente haciendo contacto con él para acariciarle uno de los corazones de sus pecosas mejillas. -Por cierto, hay alguien que quiere verte- -¿Es Shoto? ¿No se supone que no debe verme antes de la boda?- entró en pánico por unos segundos, volviendo a mirarse al espejo. -¿Me veo bien?- -Claro que si, Izuku, pero no es Shoto quien quiere verte, Katsuki me pidió hablar contigo antes de la ceremonia y no pude decirle que no, ¿Lo dejo pasar?- preguntó la mujer de diamantes, mirando el reflejo de su hijo. -Oh, ya veo, si, déjalo entrar-
Inko entonces fue hasta el shōji, confundiéndolo e intentado abrirlo hacia adentro, recordando poco después que se deslizaba para abrirse. Tras cruzar unas palabras con el demonio, les dejó solos a ambos, quedando algo más feliz por poder hablar tranquilamente con Izuku.
-Luces mucho mejor que cuando te casaste conmigo- el mewmano se quedó helado, dándose vuelta con nerviosismo. -¿Q-Qué? Nosotros nunca... ¿De qué hablas?- balbuceó sin ser capaz de finalizar sus frases correctamente. -También tengo recuerdos de eso, nerd- señaló su propia cabeza, serio. -No importa ya, vine para darte esto- de su traje —él no iba a colocarse un haori para la ceremonia ni aunque se lo rogasen, aunque no era obligatorio para él ya que no atendería a la ceremonia al no tener lazos de sangre con ninguno de los novios— sacó una pequeña cajita rectangular que le extendió al ex-príncipe. -¿Uh?- iba a preguntar de que se trataba aquel pequeño obsequio, pero el rubio le dedicó una mirada que lo hizo guardarse sus palabras. En silencio, lo abrió, encontrando un pequeño dije de las flores que estaban en el campo que solía frecuentar con su prometido. -Esto... Kacchan, muchas gracias, me lo colocaré en el kimono- -Ya, como sea, felicidades-
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No pudo evitar sonreír con ternura al ver la cola de su prometido moverse de lado a lado mientras lo veía caminar hasta el altar en el que unificarían sus vidas. Las palabras del sacerdote se sentían larguísimas y los tres sorbos de sake le afectaron por tomárselos tan rápido, pero por fin llegó lo que tanto estaba esperando. Le estiró su mano izquierda a Shoto para que este pudiese colocarle el anillo, soltando una risa cuando lo vio confundirse y mirar desconcertado el porqué le quedaba pequeño. Si, las manos de Shoto eran un poco más delgadas que las de Izuku y por esa razón los anillos también tenían distintos tamaños.
El semi albino se disculpó algo avergonzado, tomando el objeto dorado correcto y finalmente deslizándolo por el dedo anular de su prometido, haciéndolo oficialmente su esposo. Sus acciones fueron repetidas, con la diferencia de que el pecoso dejó un pequeño beso sobre el pelaje de la extremidad de su ahora marido.
Con una gran sonrisa, se quitó el objeto que tenía en la cabeza para finalmente saltar a los brazos de su pareja, uniendo sus labios para sellar la promesa que sugerían los anillos en sus dedos, escuchando de fondo los aplausos de los presentes.
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Izuku chocó contra la puerta de la habitación tras tropezarse con sus propios pies. No estaba borracho, pero si algo mareado por beber sake durante la fiesta tras la ceremonia. Shoto se veía algo más normal, aunque de vez en cuando perdía el control de sus piernas.
Tenían el lugar para ellos solos ya que la habitación de hotel que estaban pagando abarcaba casi todo el último piso. Soltando pequeñas risitas besó a su esposo, sosteniéndolo con su cola para que no se cayese y también para mantenerlo más cerca de su cuerpo. Con cuidado se dejaron caer sobre el colchón, iniciando una sesión de besos y caricias que iban poco a poco eliminando las prendas de ropa hasta que ambos quedaron completamente desnudos frente al otro.
El semi monstruo ronroneó como respuesta ante las caricias de su amado, sorprendiéndose cuando las piernas del pecoso se aferraron a su cintura para reducir el espacio entre ellos. Dilatar al rizado tardó un poco, pero se divirtieron haciendo sentir al otro sensaciones que no habían experimentado la primera vez que habían mantenido relaciones sexuales.
Comenzó a repartir besos por el cuello del semi albino mientras lo sentía introducirse en su interior y no pudo evitar rasguñarle la espalda. Aquella habitación de hotel se transformó en testigo del amor carnal que ambos se tenían, ocultando sus gemidos, jadeos y gritos, el contacto sexual y el deseo biológico entre dos especies distintas e iguales al mismo tiempo.
Ambos podrían ser jóvenes, pero se habían decidido a unir sus vidas completamente, uniendo sus cuerpos, almas y también el deseo de concebir a un nuevo miembro de su recién formada familia, así que, sin temor, Shoto dejó todo su amor en el interior de Izuku, manteniéndolo abrazado hasta llenarlo por completo.
Finalmente, se recostaron mientras se besaban, agradeciéndole al otro por todo el amor que eran capaces de compartirse, sobre todo porque tenían toda una vida juntos para amarse.
