[— resubido; editado —]
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" they loved each other recklessly „
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A veces pienso que estuvimos destinados a la ruina desde un primer momento. No sabría cómo explicarlo en palabras, pero desde el primer momento en que te vi, desde aquella fatídica y caótica tarde lluviosa de otoño en que me salvaste del futuro incierto al que estaba condenada y me regalaste la bufanda carmesí que yace envuelta en mi cuello hasta el día de hoy; presentí que acabaríamos de esta manera. E incluso si siempre traté por todos los medios que me resultaron posibles de evitarlo, fue inútil. Supongo que todo ya estaba escrito, qué no importaba que tanto me me esforzara por cambiar el rumbo de las cosas, y qué todo lo que ha sucedido hasta ahora, estuvo predeterminado por una fuerza mayor a nosotros: el destino, Dios o cualquier deidad invisible a nuestros ojos.
Como haya sido; las cartas nunca jugaron a nuestro favor.
Recuerdo que mi padre solía decirme qué cada persona nacía con un propósito en este mundo, inalterable. Y que al cumplirlo, sentían como una satisfacción de pies a cabeza, una sensación de plenitud enorme embriagando su alma; que a eso, se le llamaba felicidad. Pero la felicidad es un concepto muy ambiguo, ¿no lo crees? Siempre tan engañosa, tan efímera. Nunca sabrías cómo describirla en realidad, mucho menos sabrías decir con exactitud cuando eres en verdad feliz. Sólo consciente de que lo fuiste cuando la sensación de júbilo se desvanece y queda solamente para hacerte compañía la soledad y la nostalgia del ayer. En cualquier caso, depende mucho de la perspectiva de cada persona. Hay quienes insisten y afirman que la felicidad es inexistente, un simple estado de ánimo pasajero, una mera fantasía, un truco barato creado por la mente humana para hacernos sentir completos cuando sólo nos inunda el vacío.
Yo, al contrario de mi padre y ellos; no sé qué pensar.
Podría decirte una infinidad de cosas que me he estado reservando sólo y tan sólo para mí durante estos últimos años: qué te he extrañado incluso teniéndote a mi lado, porque sé qué en realidad estás ausente, muy lejos de mí y de mi alcance. Lo mismo pasa con las estrellas, viéndose tan cálidas y brillantes a la distancia, siendo que su brillo se extinguió hace millones de años atrás, y ahora sólo queda la apariencia de lo que alguna vez fueron.
Podría reclamarte que vuelvas a ser como antes: explosivo, espontáneo, con una sonrisa siempre danzante en tus labios, aquellos que solía besar sin poner reparos durante horas cuándo así lo pedías. Qué vuelvas a ser simple de leer para mí, qué tus intenciones sean claras y tus expresión transparente. Pero estoy consciente de qué pido imposibles. Hay demasiadas cosas pasando por tu cabeza, y agobiarte con más, sería muy egoísta de mi parte. Y yo, qué podría regresar a cada beso, a cada caricia, a cada risa; ya no quiero.
Porque estoy cansada, Eren. Estoy cansada de todo.
De las personas a mi alrededor, la guerra, Connie, Jean... Armin. Y podría decir con total certeza qué hasta de mí misma. Porque me miro al espejo y quién me devuelve la mirada no son más que los vestigios de lo que alguna vez fue Mikasa Ackerman en un pasado distante donde continúa atrapada sin objetar nada con tal de seguir viviendo en una farsa en la cual, de cierta manera, es feliz y su mundo estaba medianamente en orden. Cuando te podía ver cada mañana en el desayuno, sentarme a tu lado, saludarte con un beso y pronunciarte un "te amo" con la seguridad de recibir uno de vuelta, cuando conversaba con Sasha en la noche hasta bien entrada la madrugada... y podría continuar con los ejemplos.
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One Shots; EreMika
Fanfiction« Di que me recordarás en un bonito vestido, contemplando maravillada la sublime e inigualable belleza de un cielo teñido en colores cálidos; con mis labios enrojecidos de tanto besarte y mis mejillas sonrojadas por el atardecer; y qué me volverás a...