Capítulo 3

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Nos quedamos en un pequeño silencio observando al mayordomo desaparecer por los alrededores, cuando por fin lo hizo y lo perdimos de vista, me volteé hacia el príncipe para propinarle un golpe en el hombro.

—¡¿Acaso estás loco?! —Le di otro golpe—. ¡Nos has metido en un grave problema! ¡No! ¡Peor aún! ¡Soy yo quien está en un grave problema! ¡¿Qué demonios tienes en la cabeza?!

Traté de golpearle de nuevo, era mi forma de demostrarle mi descontento con lo que estaba pasando. Quizás no era lo correcto, pero era mi modo de defensa, Frederick forcejeó conmigo hasta tomar mis muñecas y evitar que continuara golpeándolo.

—Suficiente... —murmuró en un tono pacífico, ¿cómo puede mantener la calma? —Primero, deja de golpearme y segundo, toma aire para que podamos hablar como dos personas civilizadas.

Era civilizada y tengo modales, sin embargo, los he perdido en un ataque de histeria. Con brusquedad, me solté de su agarre y me aparté de él, después comencé a caminar de un lado a otro, pasándome las manos por el cabello.

¿En qué me he metido? Tomando un par de respiraciones, conseguí tranquilizarme para volver a enfrentarle.

—Bien. Habla.

Exigí, él asintió y carraspeó para aclararse la garganta.

—En cualquier otra ocasión estaría pidiendo una disculpa por todo esto, pero dado que estás en mi palacio y prácticamente eres como una intrusa, me la reservo —habló sereno y algo burlesco, me crucé de brazos sobre mi pecho, tenía—. Pero me disculpo por lo último, prometo que hablaré con mis padres y me aseguraré de que no te involucren en nada. Tampoco pediré que te corten un dedo ni nada por el estilo, no tendrás represalias por haber entrado...

Me paralicé, ¿Podían cortarme un dedo? Dios, claro que sí, era la realeza. El príncipe debió ver mi terror porque se carcajeó, fue allí donde noto que estaba bromeando. De nuevo me acerqué a darle un golpe, esta vez en el pecho.

—No es gracioso.

Por supuesto que no, había conseguido asustarme. Aquello le causó más gracia. Detesté el hecho de que tenía una risa contagiosa.

—De nuevo, no es gracioso.

Dije cruzándome de brazos de nuevo, hice mis esfuerzos por no reírme junto con él.

—Para mí lo es, moría de ganas por hacer un comentario como ese.

Confesó, cortando su risa. Su mirada hizo contacto con la mía, intentó ofrecerme una sonrisa que no pude responderle de la misma forma.

—Bien señorita Anderson.

—Es Danielsson.

Corregí de inmediato, creí que le había quedado claro. Con un ademán despreocupado, lo corrigió.

—Danielsson, soy Frederick Kallenberg —extendió su mano en mi dirección esperando a que la estrechara. Dudosa, lo hice.

—Puedes decirme Beth —contesté, mi nombre completo nunca había sido de mi agrado, prefería ser llamada Beth que Bethany, Frederick enarcó las cejas, divertido.

—En ese caso, puedes llamarme Freddy. —Me guiñó un ojo. Estaba coqueteando. Me puse nerviosa con eso, era atractivo, demasiado atractivo, cabello castaño oscuro, ojos de un color azul verdoso y una sonrisa sumamente coqueta y atrevida, además que poseía un buen cuerpo, musculoso y algo tonificado, incluyéndole su perfecta estatura. Era la definición clara de guapo. Rodé los ojos como respuesta, deseando que no notara el rubor en mis mejillas, después, tomé una bocanada de aire y hablé.

Mi romance realDonde viven las historias. Descúbrelo ahora