1. Tal vez en otra vida

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~KRA~

La luz de la mañana entraba por las enormes ventanas de la hermosa habitación real, las sabanas de ceda cubrían nuestros cuerpos desnudos protegiéndonos del ligero frío matutino. Mis ojos se abrieron después de un par de minutos de una fuerte lucha conmigo misma. Estaba exhausta, siempre lo estaba después de pasar la noche con la princesa Kimberly Ann. Hacía casi un años que la conocía y ya era la quinta vez que emprendía el largo viaje de 2 semanas desde mi propio reino solo para tener la fortuna de pasar un par de noches a su lado.

Recordaba perfectamente aquél caluroso junio que la visité por primera vez, en realidad, no la había visitado a ella, la idea de mi padre, el rey Horaz no había sido otra más que proponer mi mano en matrimonio para el príncipe Deston, hermano mayor de Kimberly, pero no contábamos con la desafortunada noticia de que el joven había fallecido un mes antes de nuestra llegada por una fuerte epidemia de tuberculosis que azoto al reino central.

Claro que nunca esperé caer tan profundamente enamorada de la segunda heredera al trono apenas la mirara, pero así fue. La princesa Kimberly, era tal y como la describían en sus memorias las decenas de príncipes que habían viajado antes que yo esperando poder contraer matrimonio con ella, era perfecta, un ejemplar maravilloso de la raza humana, la mejor combinación de físico con intelecto que pudo ser engendrado en las faldas de la familia real, pero vaya que el joven orgullo de la familia tenía que tener un defecto, el mismo defecto que se me había sido atribuido con apenas 17 años cuando mi padre, en un descuido desafortunado había entrado a mi habitación con la noticia de mi próximo compromiso con el príncipe Zack del reino del sur y había observado con sus propios ojos la forma tan pasional con la que mi dama de compañía besaba mis labios y yo no hacia nada por evitarlo, mi compromiso fue cancelado y para mi mala fortuna fui castigada severamente siendo obligada a ver la ejecución publica de mi querida Gala bajo el delito de perversión.

Era una vergüenza para mi padre, apenas lograba mirarme a los ojos después de aquel fatídico día. Pero aquí estaba, en contra de toda ley, con los brazos de Kimberly rodeando mi torso y sintiendo su delicada respiración en mi cuello. Todo había pasado tan rápido entre nosotras, la conexión había sido difícil de ocultar, probé sus labios por primera vez tan solo a dos días de haber pisado su reino por primera vez y toque su cuerpo solamente dos días después, antes de la primera de mis partidas.

No había podido estar lejos de ella por demasiado tiempo y apenas bajé de la carroza a las puertas de mi palacio en el reino norte me encargué de organizar mi regreso lo más pronto posible.

-Buenos días-. Escuche en apenas un ligero susurro que me hizo salir de mis pensamientos.

-Buenos días-. Respondí antes de dejar un casto beso en los labios de la mujer a mi lado.

-Fue una hermosa noche-. Le di la razón solamente con la sonrisa más sincera que se formó en mis labios. -Me temo que mis padres regresarán en cualquier momento, creo que lo mejor sería que regresemos a nuestras propias habitaciones-. Se sentó, dejando al descubierto su perfectamente torneado torso, me incliné para poder dejar un beso en su hombro, aún no podía creer lo afortunada que era de poder estar con ella y mientras tuviera la oportunidad, le demostraría mi amor en cada momento que fuera posible.

-Te amo-. Dije desde lo más profundo de mi corazón segura de que jamás volvería a decírselo a nadie más.

Kimberly me miró con sorpresa, durante un segundo tuve miedo de no ser correspondida con un sentimiento mutuo, pero cuando su sorpresa se convirtió en felicidad y se abalanzo sobre mi llenando mi rostro de besos, rápidos besos en mis mejillas, en mi frente, en mis labios, supe que no había ninguna otra persona con quien deseara pasar el resto de mis mañanas.

Trimberly (One shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora