Los impulsos son propios de los seres humanos, somos animales listos para cazar a otros, comerlos, destruirlos y poséelos.
Amamos y pensamos; y por amor destruimos. El caos es constante. Somos vida y morimos, comemos y nos comen; creemos que hay otra vida por qué tememos a no vivir lo suficiente con una sola, la única terrenal, la única tan real como abrir los ojos al despertar.
La seducción, pasión; el cariño no es necesario cuando se tiene fuego, una llama tan ardiente; dos cuerpos fríos que vuelven a acercarse solo para rozarse uno con el otro; acceden a moverse, a comerse; miradas tan profundas como el corte de sus manos en mí piel, tomándome de ellas, apoyándose sobre mí pecho, solo para llegar a lo prohibido, para sujetar mí cuerpo, tomar veneno y escupir lujuria, sucio.
La cama no es más que un espacio vacío, que aunque me recuestes no alcanzaran las almohadas, las sábanas para amarme, para comerme, para destruirme.
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La destrucción
SpiritüelSomos lo que somos y está en la sangre. Impulsos mundanos que sacan lo salvaje de nuestras aventuras-