Cap 11

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Estamos un poco alejados de la cueva y notamos como el kayak se eleva con cada ola que pasa por debajo de nosotros, y vemos como el agua se rompe alrededor de la roca y luego entra en la abertura como por un embudo. Me echo hacia atrás tratando de calcular, como lo he hecho durante las diez últimas olas, cuanto espacio hay entre la superficie del agua y el techo del túnel. Parece que sea de treinta a sesenta centímetros más alto que nuestro kayaks.

--¿estas bien? --pregunta Fernando. Usa su remo para que retrocedamos un poco --No tenemos que entrar si no quieres.

--estoy bien --miento. Pero las siguientes palabras si son de verdad --me gustaría entrar --cuanto los latidos que tarda el agua en salir precipitadamente --solo necesito verlo una vez más, y luego podremos entrar.

--está bien -- dice Fernando, colocándose enfrente de la roca.

Unos segundos después siento que otra ola surge detrás de nosotros y eleva el kayak ligeramente. Miro como el agua se cuela de nuevo por la entrada, con rapidez.

--recuerda mis palabras -- me sugiere, moviéndonos hacia atrás mientras nos mantiene en ángulo en relación a la abertura. -- todo lo que tienes que hacer es remar fuerte, luego levantar tu remo y echarte hacia atrás cuando te lo diga, ¿de acuerdo? Vamos a atrapar la siguiente ola que entra. Y lo lograremos, te lo prometo.

-- entiendo --afirmo, con mucha más confianza de la que siento. Estoy tan hundida ahora, que es todo lo que puedo hacer.

--está bien, vamos allá, justo ahora -- dice cuando la próxima ola crece detrás de nosotros -- date la vuelta. ¡Rema!

Lo hago y siento el inmediato poder de los golpes de su remo mientras se unen a los míos. Nuestro impulso crece, y de pronto desplegamos al tiempo que la ola atrapa al kayak. Sufro un inmenso ataque de miedo cuando nos levant y nos manda volando... Justo al agujero de la roca.

--¡échate hacia atrás! --grita Fernando.

Lo hago. Llevando mi remo al pecho y gritando al mismo tiempo. No parece que haya ninguna manera de pasar por la abertura, así que cierro los ojos y me agarro a los lados del kayaks. Todo es ruidoso y apagado al mismo tiempo. El kayak golpea con fuerza contra la alardes del túnel. Aprieto el remo como si mi vida dependiera de ello.

--¡Esta bien! -- grita Fernando --¡quédate abajo!

Por el momento, no hay ninguna posibilidad de que haga otra cosa. Aún con los ojos cerrado puedo saber que está oscuro. El aire es pesado por la humedad y la sal, y se percibe su espesor al respirar. Apreto los ojos con más fuerza todavía, segura de que vamos a morir. <<no puedo respirar, no puedo respirar, no puedo...>>pienso.
Y entonces algo milagroso sucede. El túnel nos escupe como al final de un tobogán, y todo queda casi en calma. Sigo allí tumbada por un momento, con miedo de abrir los ojos, escuchando. Puedo oír mi propia respiración, la de Fernando y el agua golpeando contra la roca, y algo más, ¿goteando?

--¡ah! Lo hemos logrado --Fernando deja escapar una risa extasiada, luego él kayak se mece y siento una mano en mi hombro. --Eh, ¿estas bien? Ya puedes abrir los ojos.

Primero enrreabro uno y luego él otro, y lo que veo es su cara sobre la mía. Me mira, y es imposible que pueda respirar si él está tan cerca.

--lo hemos conseguido. ¡Mira!

Jadeo. Lejos, muy por encima de nosotros, puedo ver el cielo a través de una abertura que parece una claraboya en el techo de la caverna. Es una ventana que lo enmarca perfectamente, haciendo que el azul contraste con las paredes oscuras de la roca.

un corazón para dos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora