Es Suficiente Así

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Por ti, sería capaz de hacer todo lo que me pidieras; incluso prefiero la muerte, antes que perderte para siempre...

Una charla antes de la despedida.

>Esta historia puede herir la sensibilidad de algunas lectoras

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>Esta historia puede herir la sensibilidad de algunas lectoras.
>Drama - Angustia
>Candy/Terry
>Registro de autor: SC1903070176615

Este fic, en particular, lo escribí porque nunca me agradado el que no hubiese una charla al respecto, porque siempre he sentido que Candy fue quien tomo la decisión y se la apaño a Terry, quien sin más remedio dijo "me decidí por ti" a pesar de que era claro que solo era una buena mentira piadosa.


X - x - X

ES SUFICIENTE ASÍ

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ES SUFICIENTE ASÍ

Decir que se le había roto el corazón, era poco, comparado con lo que realmente sentía; decir que ella le amaba mucho más, era mentirse a sí misma; decir que ella era incapaz de hacer algo así, por él, era un insulto a sus propios sentimientos.
De no haberse dado cuenta de aquella gélida ráfaga, no habría llegado a tiempo para salvarle la vida. Ella le amaba, ella no deseaba ser un obstáculo, ella deseaba verle feliz; ese fue su pretexto. De no haberse atrevido a subir aquellas escaleras, seguramente aquella chica ya estaría muerta; y sin embargo, eso no sucedió. Simplemente, Candy había sido incapaz de dejarle hacer.
A la joven enfermera le resultaba difícil aceptar toda aquella situación. Le atormentaba el deseo de haberla dejado morir; le atormentaba el saber la clase de persona que sería si hubiera permitido aquello; le atormentaba la manera en que Terry la tomo en brazos y, sin dirigirle una sola palabra, llevó a Susana hasta la cama que ocupaba.
—Ella ya estaría muerta... —musito.
Aún ahí, de pie en aquella azotea, sin importar cuán gélido podía ser el viento; permaneció meditando en sus opciones. El instinto le sugería que ya no había remedio; de una u otra forma, la actriz conseguiría mantener la compañía de aquel caballero. Pero el corazón le rogaba por no dejarse vencer y encontrar una solución, cualquiera que fuera, aunque pareciera una muy obvia.
—¿Por qué a mí?... —lamento su suerte, mientras se acercaba a la misma baranda en que, instantes atrás, Susana se sujetaba—. Sería tan fácil… —lamentaba darse cuenta de la realidad.
Por más que le atormentará, lo cierto es que comprendía muy bien a la actriz; porque justo en ese instante era así como ella misma se sentía. Un estorbo.
—Sería tan fácil…
Y era cierto; solo bastaba con que pasará al otro lado de la barandilla y se dejará caer. Quizá, solo así, podría dejar de sentir que el corazón se le había hecho pedazos. Quizá, solo así, Terry podría ser capaz de cumplirle a Susana con total libertad. Quizá, solo así, ella podría olvidar ese dolor.
Pero; ¿realmente, ella era capaz de cometer un pecado de tal magnitud?
No. No lo era. Ni siquiera pudo permitir que aquella chica lo hiciera. No; nunca había sido tan valiente, ni tampoco tan cobarde. Pero deseaba, con toda el alma, tener la fuerza suficiente como para intentarlo.
—¿Por qué no me dijo nada?
La pregunta comenzó a rondar en su mente.
¿Es qué acaso tampoco tuvo el valor? ¿Acaso no confiaba en ella? ¿Quizá temía a su reacción? O… ¿Quizá fue una forma cruel de quitarle la venda de los ojos?
En ese instante se sintió libre de dejar rodar aquellas lágrimas que, había contenido desde el momento en que pasaron a su lado y que eran como brazas ardientes recorriendo las heladas mejillas de aquella joven enfermera.
—¿Por qué sigues aquí?
Tenía miedo de voltear. Era él y su voz denotaba una clara angustia. Con discreción pasó la mano sobre sus mejillas tratando de limpiar los restos congelados de las recientes lágrimas.
—Yo… —a pesar de la nieve y el viento, podía escuchar sus pasos acercándose.
—Vamos. Entra —estaba justa detrás de ella.
—Enseguida voy… —era claro que no pensaba dar un solo paso y él estaba dispuesto a esperarla.
—Te enfermaras… —aquello empeoraba su malestar—. Por favor…
Lo único que deseaba era estar sola, medito en sus opciones y dispuesta a no decir una sola palabra, a paso lento regreso al cubículo de las escaleras, consciente de que él iba detrás de ella.
—¿Qué hacías ahí?
En cuanto Terry cerró la puerta, inmediatamente el frío fue mucho más tolerable, bajo un par de escalones, mientras la rubia permanecía junto a la entrada, recargada en la pared y observando por la ventana. Su silencio le frustraba.
—Susana desea hablar contigo…
Estaba tentada a pedirle que mintiera, que le dijera que ya no la encontró y que seguramente ya se había marchado. Estaba tentada a salir corriendo y hacer justo eso; marcharse para siempre de aquella ciudad. Pero había ido a ese lugar solo para hablar con ella; sin embargo, ahora se daba cuenta de que las cosas no eran como había pensado.
—Candy; por favor… —continuaba sin responder, incomodándole tanto, como ella también lo estaba y sin siquiera atreverse a mirarle a la cara.
¿Qué esperaba? ¿Acaso deseaba que le dijera “enseguida voy”, con una enorme sonrisa y corriendo al encuentro de esa estúpida chica que fue capaz de recurrir a unas bien jugadas amenazas de suicidio?
No. Sin duda alguna; era obvio que aquella actriz era todo, menos una tonta. Quizá una loca enamorada y también era una chica muy inteligente…
Candy suspiro en ese instante, nuevamente podía percibir un par de lágrimas, de la más profunda rabia que había sentido en toda su vida mezclada con la mayor frustración que había experimentado, ardiendo entre sus párpados, amenazando con dejarse caer. Tenía que ser fuerte, tenía que ser aún mucho más fuerte, para no llorar frente a él; pero había llegado a su límite, ya no podía soportarlo más…
—Discúlpame. No sabía cómo explicarte lo sucedido. Quería contártelo yo mismo…
¿Por qué no se iba de una vez? ¿por qué seguía ahí; atormentándole de esa manera? ¿qué le había hecho ella para merecer algo así? ¿Qué no se daba cuenta de que necesitaba un poco de espacio y tiempo para calmarse?
—Si nunca me hubiera enterado de que estabas en Chicago; nada de esto habría ocurrido… —su dolor era palpable, y el que ahora fuera ella quien no deseara mirarle siquiera, le atormentaba aún más—. Al menos, no estarías así, en la situación en que te e puesto…
—Seguiríamos siendo libres… —no pudo evitar expresarlo, pensaba justo eso—. Todo sería más fácil, si no existiera un “nosotros”, si nunca nos hubiéramos mantenido en comunicación…
—Candy; yo tenía otros planes. Yo esperaba que tú… Esperaba que quisieras quedarte a mi lado… —por alguna razón, le avergonzaba admitirlo— Candy; esto no tiene porque ser un impedimento…
—Pero lo es —era objetiva a pesar de lo que le proponía—. Ella sería un eterno dilema entre nosotros —finalmente fijo la vista en él, suspiro, bajo al mismo escalón en que el actor se mantenía y se sentó—. ¿Acaso crees que podríamos tener una vida tranquila, a sabiendas de ella?
Terry no supo que decir, ella tenía toda la razón. La realidad era que Susana había arriesgado mucho más que su carrera o su pierna; ella pudo haber muerto a causa de ese accidente y también por…
—Susana tiene suerte de seguir viva —le explicaba, volviendo a ocultar la vista de él—. Ella esta dispuesta a morir por ti… —pronunciarlo, era una tortura.
Terry pensó en aquello que estaba implícito en las palabras de Candy; ¿Acaso, ella no era capaz nada?...
—¿Y qué hay de ti? ¿Qué hay de mi? —bajo un escalón más, con una mano se sujeto del barandal y se agacho a la altura de ella—. ¿Qué hay de lo que soy capaz de hacer por ti?...
La rubia no había meditado en ello. Simplemente se limitó a sentir su corazón destrozado, mientras él tomaba a Susana en sus brazos.
¿Eso es lo que era capaz de hacer por ella? ¿Ignorarla?
—¿Qué hay de lo que eres capaz de hacer por mi?...
En un simple reflejo, Candy levantó la vista, encontrándose con el zafiro en los ojos del actor.
¿Qué era capaz de hacer por él? ¿Qué no era claro lo que había intentado? Todo aquel tiempo, en esa azotea, había tratado de armarse del valor suficiente para dejarse caer. Aunque, al final no lo hizo; no tuvo las agallas suficientes.
Con algo de vergüenza separó su mirada. ¿Realmente estaba dispuesta a hacer algo así por él? ¿Y si en realidad quiso hacerlo por ella misma, por aquel dolor que era casi insoportable?...
—Yo…
—¿Qué era lo que hacías ahí afuera? —en cierta medida, aquello decepcionaba al rebelde—. ¿Acaso crees que todo quedaría resuelto de esa manera? ¿Para eso detuviste a Susana? En ese caso, debiste dejarla hacer lo que ella quería…
—Yo no podría vivir con algo así. ¿Cómo podría cargar con su muerte sobre mi conciencia? ¡Sería casi como matarla!…
—¿Entonces porque estabas ahí afuera? ¿Acaso no te das cuenta de que sería exactamente lo mismo? ¿acaso no te das cuenta de que ella no es tan fuerte como tú y que no solo ella cargaría con tu muerte sobre su consciencia; sino que yo también? —inhalo profundo, tratando de controlar su frustración—. Candy; ¿qué hacías ahí afuera?
—Solo pensaba en lo mucho que ella te ama… —las lágrimas que tanto luchaba por retener, finalmente comenzaron a surgir—. Pensaba en lo mucho que yo también te amo, en cual podría ser la mejor solución —se limpio las lágrimas con el dorso de su mano—. Pensaba en… pensaba en…
—¿En qué?
—En que ella te necesita más que yo… —se cubrió el rostro con las manos, incapaz de soportar tanto dolor—. Tú lo has dicho, ella no es tan fuerte…
—¿Crees que no soy capaz de darme cuenta de que, irremediablemente, alguien saldrá herido? —nuevamente, Candy le miró a los ojos, mientras él hacía una pausa, como si tratará de descubrir que había más allá de las palabras de su pecosa—. Candy; yo también te necesito, yo también moriría por ti… ¿Cómo esperas que sobreviva a una vida como la que insinúas, sin ti a mi lado? ¿Cómo esperas que me quede tranquilo ante un futuro incierto? El día de mañana bien podrías encontrar a un buen hombre, dispuesto a hacerte olvidar este amargo episodio de nuestras vidas. Pero; ¿Qué hay de mi? Yo seguiría atrapado aquí, al lado de Susana, indefinidamente…
—Con el tiempo llegarás a amarla…
—¿Realmente eso crees?
No. Candy no lo creía. Ella estaba segura de que, gracias a la terquedad y el orgullo del muchacho, quizá eso nunca pasaría.
—Pero sería más fácil así…
—Por favor; detengámonos aquí —bajo la mirada, mientras nuevamente trataba de descifrar las palabras de Candy
Ninguno dijo nada por un momento, hasta que Terry suspiro. ¿Acaso esa era la forma en que aquella chica, a quien amaba desde el colegio, se estaba protegiendo y a la vez, estaba haciendo lo que creía mejor? ¿Acaso esa era la manera en que la moral le incitaba a actuar?
Apretó los ojos mientras volvía a inhalar con fuerza. Ella había dicho que, si fueran libres nada de esto dolería tanto. Ahora comprendía su actitud y sus palabras; y él haría cualquier cosa por ella…
—Me encantaría tener la fuerza necesaria para pedirte que… —ni siquiera podía pronunciarlo, era consciente de que eso solo le atormentaría aún más.
—¿Qué? —le animo a continuar, siendo él quien ahora no se atrevía a mirarla.
—Si fuéramos diferentes, te pediría que me lleves lejos —tomo el rostro del chico entre sus manos y le obligó a mirarla—. Qué me lleves a un lugar donde no haya nadie que nos conozca, nadie que tenga al menos, una vaga idea de quienes somos —luchaba contra un nudo en la  garganta, mientras que sus ojos estaban inundados y aún así, no derramaba una sola lágrima—. Un lugar en donde podamos ser felices, sin nadie que dependa de nosotros…
—Candy… —también había lágrimas visibles en su mirada y por un instante comprendió que con aquella frase no solo hablaba de Susana, sino también de Albert
A pesar de haberlo pronunciado, estaba claro que esa no era una opción; solo era algo que le gustaría hacer, pero de lo que no era una opción. Ella misma lo dijo antes; no era capaz de vivir una vida feliz, teniendo el sufrimiento de Susana sobre su consciencia.
—Lo que sea que pase en nuestro futuro; pasará sin que podamos hacer nada al respecto —le aseguró, sin esquivar la mirada, liberando al chico de sus manos y limpiando, con una caricia, una traviesa lágrima que escapó de entre sus propios párpados.
Ambos hacían lo posible por mostrarse tranquilos y conformes con lo que sucedía; pero era tan difícil al saber que estaban perdiendo a la persona que amaban, con el pretexto de un estúpido código de honor; era como padecer un infierno en vida.
—Disculpen. ¿Señor Graham? —en la parte inferior de la escalera, una enfermera les interrumpió.
—Sí
—La señorita Marlowe está preguntando por usted.
—Gracias. Enseguida voy… —aquella enfermera se marchó de inmediato, no deseaba seguir interrumpiendo—. Candy… —a pesar de todo, sin entender de dónde saco fuerza, ella le sonrió, tal como él lo hizo al recibirla en la ciudad.
—Debes ir, debes darte prisa —con extrema ternura le acarició la mejilla, sin dejar de sonreír—. Susana te está esperando…
Terry dudo por un segundo, lo que estaba por hacer era realmente difícil, un enorme sacrificio. Le miró a los ojos y lo recordó; eso era lo que ella deseaba, esa era la forma en que le pedía una demostración de amor. Él mismo lo dijo antes, sería capaz de todo por ella;  aunque aquello significará atarse a una existencia sin sentido, aunque eso significaba regresarle su libertad.
—Susana puede esperar… —musito y ella sonrió aún con mayor seguridad; esa era la Candy de la que se enamoró.
Notar sus labios en aquella dulce sonrisa era una gran tentación. Deseaba apresarlos entre los suyos y no dejarlos ir nunca. ¿Quién, después de él, sería el afortunado dueño de aquellos labios?
Intento sonreír ante la duda, pero le fue casi imposible. Estaba muriendo en vida.
—¿Terry?
Sostuvo su mandíbula entre sus dedos y sin pensarlo mucho, sin que él imaginará que sería ella la se atrevería a algo así; le besó en la mejilla. El simple hecho de saber que él deseaba alargar un poco más ese último instante, fue su aliciente.
—Susana te está esperando, no le hagas esperar más… —el dolor, era notorio en la mirada de ambos jóvenes.
—Tal vez, en algún momento podamos volver a charlar… —la vio afirmar; quizá no todo estaba perdido, quizá aun tenía tiempo para armar un buen argumento.
Sin decir nada más y luego de aquel agridulce beso, Terry se levantó, acaricio las mejillas de su preciada señorita pecas y bajo, dejando su alma atrás, consciente de que ya nada en la vida volvería a ser igual.
—Tal vez; algún día —le respondió al perderlo de vista.
Al saberse sola, finalmente Candy rompió en un llanto inconsolable. Lo necesitaba. Necesitaba deshacerse, al menos, de unas cuantas lágrimas para poder mostrarse entera frente a esa chica, aquella que sínicamente le estaba robando el sueño de un futuro con él.
En cuanto pudo controlarse y antes de volver a verse atormentada por sus propios pensamientos, se levantó y encaminó hacia donde antes había visto la sala de espera. Debía tomar una decisión, de hecho, ya lo tenía decidido; solo debía ser firme y fuerte. No podía seguir haciendo sufrir a nadie, mucho menos a Terry.
—Candy. Susana quiere verte; Candy —era lo que esperaba, ella ya lo sabía, pues esa era la segunda ocasión en que se lo decía y además; ella había ido a ese lugar para hablar con aquella chica.
—Yo también quiero verla… —Terry deseaba poder seguir charlando con su pecosa; tal vez aún podían encontrar una solución—. Quiero despedirme de ella.
—¿Despedirte?... —no, no podía ser cierto, no podía terminar todo así, ella habría asegurado que seguirían hablando; justo cuando él había renovado la esperanza de convencerla para que no se marchará.
—Pienso tomar el tren nocturno…
Ella puso su trabajo y a Albert de pretexto, ella no le permitió decir nada más.
Aquel par de minutos le parecieron una eternidad y lo que le partió el corazón, fue verla derramar algunas lágrimas, recargada en esa puerta.
¿Realmente creía que sería feliz sin ella? ¿realmente creía que sería feliz sin él?
—Adiós… —así de simple paso de largo.
—Te llevaré a la estación —tal vez, si insistía.
—Será mejor que no —la conocía, sabía que cuando ella decía que no, quería decir que no; pero…
—¡Candy! —le alcanzó; sabía que solo le tomaría unos minutos, pero podrían bastar—. Te llevaré a la estación —la detuvo.
Pero se negó, tenía razón al afirmar que así las cosas serían aún más difíciles. A pesar de haberse soltado de su agarre y tratar de tomar ventaja, justo en los últimos escalones logro abrazarla.
Sabía que nada de lo que dijera cambiaría la situación; lo sabía desde el instante mismo en que la recibió en la estación de trenes, tan solo el día anterior.
No quería perderla, tenía miedo de lo que sería su vida sin ella, deseaba alargar aquel abrazo para toda la eternidad. Pero eso era lo que ella deseaba, eso era lo que él suponía mejor para ella y quizá para todos.
—Vas a ser feliz; ¿Verdad? —le soltó—. Tienes que prometérmelo —ese sería su consuelo—. Promételo.
—Tu también…
Con aquella simple frase y sin mirar atrás, le vio abandonar aquel hospital. Pero para él bastó con ello, estaba dispuesto a cumplir con ese sacrificio en nombre de la mujer a la que amaba. Para él fue suficiente con saber que ella pondría todo de su parte, para rehacer su vida y ser realmente feliz, sabía que así sería; sabía que lo más apropiado era cortar toda comunicación, y tal vez, solo así, a ella le sería más fácil el volver a sonreír con toda el alma, sin tener que preguntarse si su relación realmente duraría para siempre o tan solo un instante.
Después de todo, cuando llegara el día apropiado y sin importar el camino que hallan tomado sus vidas, le propondría justo aquello que ella deseaba…
—Un lugar en donde nadie nos conozca… —sonrió, ante la esperanza de un futuro más alentador, ante la idea de comenzar a ahorrar dinero para cuándo llegará aquel día y al pensar en lugares donde nadie les conociera—. Quizá Canadá o tal vez podríamos volver al Reino Unido; a Stratford upon Avon…

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Este shot lo escribí a mediados de este año y aunque no planeaba sacarlo de Candy's fanfics world, aquí está.
Espero no hacerlas sufrir demasiado

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