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Solo le tomó unos segundos a ella, alcanzarlo, caminar elástica y felinamente hasta Jeongguk. Su pelo negro estaba atado en un cómodo moño en la cima de la cabeza, sostenido por alfileres de plata.

Ella estaba vestida como una dominatriz encubierta como una secretaria, una imposiblemente ajustada falda de tubo, media de nylon con una puntada que recorría la longitud de sus piernas, unos patentes estilettos negros con pulsera al tobillo, y una ajustada blusa blanca metida dentro de la pollera. Casi esperaba un látigo, pero no vi ninguno. Tal vez se lo dejó en el auto.

Sunmi caminó hacia Jeongguk, y se detuvo a unos metros frente a él, una de sus manos dispuesta sobre la cadera.

Y entonces ella habló, su voz fluida y sensual como un wisky añejo.

“Cielo, estás aquí completamente solo. Es peligroso en la noche.”

Jeongguk no se movió. Se enfrentaron el uno al otro en silencio por un rato, la magia ondeando y arremolinándose entre ellos, derramando sus tentáculos a través de los árboles. La ignoré, tuve que resistir a la urgencia de barrer fuera con mi mano la etérea brisa.

Pero utilicé el amparo de su distracción, deslicé mi celular del bolsillo y envié un mensaje de texto a Namjoon y a Ken con la frase: SUNMI MALVADA.

Con la buena de Dios, mandarían a las tropas hacia aquí.

“Luces sorprendido de verme,” dijo ella, luego sonrió. “Y ciertamente sorprendido de ver a Rose. Todas las mujeres, humanas o vampiras, están en la búsqueda de algo más Jeongguk. Algo mejor. Fue ingenuo de tu parte haber olvidado eso.”

Wow. Nada como un poco de charla sexista como para sellar la noche.

Sunmi dio un suspiro decepcionado, luego comenzó a rondar en círculos a su alrededor. La cabeza de Jeongguk giró lentamente, su mirada siguiéndola mientras se movía. Ella se detuvo a su lado, de espaldas a mí.

“Chicago es una encrucijada,” dijo. “Somos la primera ciudad con una población visible de vampiros. Y fuimos los primeros en anunciar nuestra existencia. Por qué arriesgarnos? Porque mientras más tiempo nos mantengamos callados, estaremos destinados a permanecer en las sombras, a ser subordinados del mundo humano. Era tiempo de que diéramos un paso al frente. Es tiempo de que florezcamos. No podemos borrar la historia” – se pausó, mirándolo con solemnidad – “pero podemos hacerla.”

Sunmi comenzó a moverse nuevamente, rodeando su cuerpo hasta que se paró al otro lado. El sonido de su voz era apagada pero capté lo suficiente.

“Hay pocos vampiros que son capaces de esta clase de liderazgo que necesitamos en este momento. Vampiros que son disciplinados. Inteligentes. Astutos. Navarro encaja en ese molde, Jeongguk. Yo encajo en ese molde.” Su voz se tornó persistente. “Acaso entiendes cuán poderosos podríamos ser bajo mi liderazgo? Si yo unificara a los vampiros? Si unificara a las Casas?”

“El Presidio jamás permitirá eso,” dijo Jeongguk.

“El Presido es anticuado.”

“Tú eres un miembro del Presidio, Sunmi.” La voz de Jeongguk era perfectamente llana, perfectamente modulada para evitar la furia que sabía yacía por debajo.

Digan lo que quieran acerca de su estrategia, de su tendencia a la manipulación, el hombre tenía control. Un control glacial.

Sunmi desestimó la crítica.

“El Presidio no entiende nuestros problemas modernos. No nos permiten expandirnos, Comendar más Iniciados. Estamos encogidos respecto de las otras poblaciones de sobrenaturales, y ellos se están tornando más bravíos. Las ninfas están peleando. Los cambiaformas se están preparando para encontrarse en nuestra ciudad” – ella enfatizó estas últimas palabras con un dedo señalando hacia el piso – “y las hadas demandan más y más cada día para protegernos de los humanos. Y los ángeles” – sacudió su cabeza con rudeza – “los lazos se están rompiendo allí, los demonios se están liberando.”

Algunos Chicos Muerden [KookMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora