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Un día pasó, luego dos, luego cuatro. Fue sorpresivamente fácil caer dentro de la rutina de ser un vampiro. Durmiendo durante el día. Supliendo mí dieta con sangre. Aprendiendo todo sobre la seguridad de Cadogan (incluyendo los protocolos) y poniendo lo mejor de mí para prepararme a defender la Casa. Sobre ese temprano punto, generalmente involucraba pretender ser tan competente como mis actuales habilidosos colegas.

Los protocolos no eran tan difíciles de entender, pero había mucho que aprender. Estaban divididos, muy parecidos a los katas, en categorías de planos de acción ofensivos y planos de acción defensivos. La mayor parte de ellos entraban en la última categoría; cómo se suponía que debíamos reaccionar si grupos atacaban la Casa o cualquier vampiro Cadogan en particular, cómo debíamos estructurar los contraataques. La variedad de maniobras dependiendo del tamaño de la banda de merodeadores o dependiendo si ellos usaran espadas o magia en contra de nosotros. Cualquiera que sea el enemigo, nuestra primera prioridad era la seguridad de Jeongguk, luego el resto de los vampiros de la Casa y el edificio mismo, coordinando con otros aliados cuando fuera posible.

Una vez que Chicago estuviera seguro, debíamos chequear a los vampiros de Cadogan que no vivían en la Casa Cadogan. Bajo la Casa, debajo de una pequeña estructura de estacionamiento, yo estaba muy debajo en la cadena para poder obtener un lugar para aparcar allí, había puntos de acceso a túneles subterráneos que estaban en paralelo al extensivo sistema de cloacas de la ciudad. Desde los túneles, podíamos llegar a nuestras seguras casas asignadas. Afortunadamente, sólo se nos daba la dirección de una de las casas para que ellos no nos torturaran para sacarnos la información. Yo estaba trabajando en manejar mi pánico sobre el hecho de que ahora formaba parte de una organización que tenía la necesidad de túneles secretos de evacuación y casas seguras, una organización que tenía planes sobre la posibilidad de un grupo de tortura.

También aprendí, después de casi una semana de mirar a Ken y a Seokjin interactuando, que el primero estaba seriamente interesado en el segundo. El ácido y el sarcasmo que él lanzaba en una base diaria (y había mucho de eso) era claramente una súplica por su atención. Una espantosa y fallida súplica.

Ken lo puede haber tenido malo, pero Seokjin no lo estaba comprando.

Siempre curioso, y eso me quemaría el trasero uno de estos días, decidí preguntarle a Seokjin sobre el tema.

Estábamos en línea, bandejas en mano en la cafetería del primer piso, escogiendo de una variedad de casi irritantes opciones saludables del menú, cuando le pregunté,

“Quieres contarme sobre tu vaquero favorito y el de todos?”

Seokjin puso tres cajas de leche sobre su bandeja, tomándose un largo tiempo para responderme que me pregunté si el habría escuchado la pregunta en primer lugar.

Eventualmente, se encogió de hombros.

“Él está bien.”

Eso fue todo lo que obtuve hasta que estuvimos sentados en las sillas tapizadas de cuero negro por la edad, alrededor de la mesa de madera.

“Bien, ¿pero no lo suficientemente bien?”

Seokjin abrió una caja de leche y tomó un largo sorbo, luego se encogió de hombros con más neutralidad de la que yo sabía que sentía.

“Ken es genial. Pero él es mi jefe. No creo que eso sea una buena idea.”

“Tú me alentaste hace unos días a lanzarme sobre Jeongguk.” Levanté mi emparedado y tomé un mordisco que estaba lleno de vegetales y liviano en sabor. El tipo equivocado de crujido, concluí.

“Ken es genial. Sólo que no es para mí.”

“Ustedes se llevan bien.”

Presioné y él se quebró.

Algunos Chicos Muerden [KookMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora