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                EN LA CASA DE HARRY

Todo empezó a ser diferente para mí.

En las veinticuatro horas siguientes, la imagen de el no me abandonó ni siquiera durante el sueño. Cuando desperté, al otro día, volví, por enésima vez, a revivir cada instante de nuestro encuentro y me sentí inmensamente feliz porque estaría otra vez esa tarde con el. Hasta entonces las horas iban a transcurrir de modo lento, arrastrado. Estaba yo conociendo una intensidad que todo lo abarcaba; era un placer vívido y paralizante por igual.

No bajé a la playa en la mañana. Después de almuerzo me tendí en la cama, tratando -si era posible- de matar con una siesta el tiempo que me separaba de el.

Pero no pude dormir. Entonces, pensé y soñé cómo podría ser lo que vendría. Una cosa estaba sumamente clara: no iba a ser posible integrarlo con los míos. Cualquier intento terminaría, en el mejor de los casos, en el ostensible alejamiento de mi gente y, en el peor, en la burla. Era cierto que, al llegar a conocerlo (muy probable si yo continuaba viéndola), no podrían dejar de encontrarlo hermoso. Pero Eleanor no atinaría a explicarse que yo la hubiera abandonado por un muchacho proveniente de una casa de pescadores, y que, además, confesaba trabajar en un circo. ¡En un circo!

Con todo, nada de aquello era lo principal. No. Aquí había otra cosa respecto de la cual yo no podía mentirme a mí mismo.

Esa noche, en el casino, Zayn había alcanzado a darme a entender lo que él percibió en la sonrisa de el. Aquello que suscitó su observación y que, en el fondo, fue su reparo, era lo mismo que en mí había fecundado el encantamiento desde la primera vez que lo viera en la lancha.

¿Qué iba a ocurrir ahora?

A las cuatro y media en punto me levanté de la cama. Busqué en el ropero mi pantalón de cotelé negro, mi camisa más linda, diría yo y un suéter de angora cuyas mangas amarré, al desgaire, a la cintura. Me miré al espejo y con una sonrisa de aprobación canté: I'm going back to Monterrey Looking for the boy of yesterday... 

Me topé en la puerta con Zayn, que regresaba de la playa.

-Uno que llega y otro que se va -dijo.

-Podrías esperarte un poco y tomar té antes de salir -ofreció mi madre, al paso.

-Gracias, no alcanzo.

-No será tan urgente -se metió Zayn, observándome con muy aguda detención.

-Tengo una cita -le informé, sin deseos de darle más luz al gas.

-Una cita tan impostergable debe ser en la estación. ¿A qué hora parte el tren?

-A la hora señalada, Zayn.

-Ah,  déjame hasta ahí no más, creo que sé de quién se trata. ¿O no?

-Crees bien, hombre, crees bien.

-Buena suerte. Ahora, si te mueres por que te acompañe, espérame nada más un par de minutos, mira que tengo mucho que conversar contigo.

-Yo también, pero tendremos que aguantarnos hasta la noche. ¿Podrás soportarlo?

Harry, yo te amo. / Larry Stylinson /Donde viven las historias. Descúbrelo ahora