LA TERCERA VISIÓN Y EL CONOCIMIENTO: EN LA CALETA
Al otro día, Eleanor y Tina nos pasaron a buscar. Venían con su hermano de
siete años, el Colorín, un verdadero azote al que no siempre era posible hacerle el
quite.
-Duro precio aguantar a este enano maldito -me decía Zayn, y agregaba-: deberíamos ahogarlo.
Las Calder se dejaban tiranizar por el chicuelo hasta extremos irritantes.
Esa mañana, por ejemplo, el Colorín dispuso una excursión a la Cueva del Pirata sin consultar a nadie, sin miramos siquiera la cara. La noche anterior su padre le había llenado la cabeza de corsarios, filibusteros y bucaneros. Los nombres de Hawkins, Morgan y Sharp lo alucinaban; repetía sin tregua el saqueo de Valparaíso perpetrado por Drake, y le daba mucha risa que el pirata incluyera en su botín hasta las copas sagradas de la capilla. Pero el que más lo obsesionaba era Cavendish; claro, Cavendish había fondeado justamente en Holmes Chapel, dejando tras de sí la leyenda del tesoro. Y el tesoro tenía que estar enterrado en algún punto del túnel de la Cueva del Pirata para que él, el Colorín Calder, y nadie más sobre el planeta, lo buscara y lo encontrara, y a nosotros nos sometiera a la descomunal lata de acompañarlo en su aventura.
La Cueva del Pirata tiene dos entradas; una entre dos playas de la costanera frente a la bahía y a la que es fácil llegar; la otra, casi inaccesible, protegida por roqueríos disparejos y resbaladizos que reciben el permanente embate de la mar abierta y tempestuosa. Algunos muchachos, los más temerarios, logran atravesar la cueva de una entrada a la otra, deslizándose como orugas por el angosto túnel que las une; es una proeza imposible cuando se ha dejado de ser niño. Esa mañana al Colorín ni se le pasó por la mente llegar hasta la entrada fácil de la cueva, no; tuvimos que seguirlo en busca de la boca peligrosa. La única ventaja a nuestro favor consistía en que, a partir del tramo en que la senda opone serios obstáculos, podríamos tomar de la mano a las Calder. Sí, porque el enano era acusete: cualquier aproximación a sus primas teníamos que ejecutarla con un pretexto para que más tarde no las estigmatizara él, exagerando ante sus padres.
Por lo que a mí toca, las apariciones de mi desconocida habían erosionado mi interés por Eleanor. Y ella se daba cuenta de que algo me acontecía; no sabía, por cierto, qué era aquello, y tampoco se animaba a preguntarme nada. Nuestras conversaciones, entonces, se desviaban hacia temas en cuyo fondo palpitaba un propósito elusivo. Hablábamos de nuestros proyectos de estudio, de la postulación a la universidad (a ambos nos quedaba sólo el último año de colegio), de las cosas que nos gustaban, las películas que habíamos visto, las diferencias entre el Big Ben y el London Eye, los libros que nos habían impresionado, la manera de ser de nuestros padres, la situación política del país, los cantantes populares del momento. Y así, cualquier cosa que no aterrizara en el vínculo entre ambos, que ella intuía y yo sabía afectado.
Me resultaba lisonjero ver a Eleanor, siempre tan linda, dispuesta a aceptarme si yo me lo proponía. Hasta bailamos mejilla con mejilla la otra noche en el Yatching y ella estuvo seguramente a la espera de que le dijera algo. Por lo menos, que le preguntara por aquella carta que le había enviado desde Doncaster y que, a su modo, constituía una verdadera declaración, una formal petición de pololeo. Pero nada de eso. La imagen de mi desconocido lo alteraba todo, posesionándose de mi intimidad.

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Harry, yo te amo. / Larry Stylinson /
Hayran KurguPrologo: Nadie escoge su amor, nadie el momento, ni el sitio, ni la edad, ni la persona… La presente historia nos trasladara al balneario de Holmes Chapel, en donde Louis divisa a un joven tan seductor y misterioso, que se o...