LA GRAN VELADA, LOS JUEGOS
La noche estaba sin viento, sin brisa siquiera, pero hacía frío.
Harry se embozó en su capa, yo me metí el tongo hasta las orejas, me puse el antifaz y abrazados nos encaminamos hacia el hotel .
A las dos cuadras de distancia coincidimos con otras parejas y grupos, y al acercamos al hotel vimos una creciente cola de veraneantes a la espera de pagar las entradas. Se formaban tumultos contra la reja y algunos muchachos se empujaban unos a otros con el evidente propósito de pasar colados, pero un par de policías muy alertos intervenía, conminándoles a integrarse a la fila.
La inmensa mayoría iba con disfraz. Abundaban los piratas, las campesinas a la tirolesa, Robin Hood, hawaianas, jeques y odaliscas; también se distinguían algunas muchachas ricamente vestidas de dama belle époque o doncella medieval, y otras de femme fatale ostentosamente enjoyadas y con larga boquilla entre los labios de frambuesas. Sin embargo, de las más vistosas y originales indumentarias, y de la belleza insinuante y ambigua de tanta fruta pintona jugando a mujer, Harry era el que más atraía las miradas. Esto se me hizo del todo evidente cuando entramos a paso rápido, casi a la carrera, a reservar nuestra mesa. Las del interior del salón estaban ya ocupadas; despreciamos las del patio engavillado porque la malla de Harry no iba a protegerlo del sereno de la noche y, además, allí en el bar divisé una, a la que alcanzaramos a llegar junto a otra pareja, con la que tuvimos que compartirla.
La orquesta, al fondo del salón, estaba tocando un rock'n roll y la terraza empezó a verse invadida. Nuestros compañeros de mesa nos pidieron que les cuidáramos su sitio mientras iban a bailar. Todavía se corría el riesgo de que los frescolines que nunca faltan le usurparan a uno la mesa, a menos que sobre ésta hubiera vasos. Así se lo hice notar a la pareja.
-Tiene razón -asintió el muchacho, quien, como su chica, estaba disfrazado muy malamente de vaquero-. Llamemos al mozo y pidamos algo.
Tuvimos que esperar un buen rato porque, si bien el hotel había duplicado el servicio, los mozos se hacían pocos trotando de un lugar a otro, atendiendo los pedidos que se les acumulaban en esos momentos iniciales de mayor requerimiento. Por fin uno se acercó.
-Dos gin con gin -dijo el vaquero. -No, yo quiero cuba libre -corrigió ella.
Le pregunté a Harry lo que deseaba.
-Algo sin alcohol.
-Las gaseosas y los jugos valen igual que los tragos combinados, señor - informó el mozo-. No importa lo que tome, igual está pagando el cubierto.
-Algo sin alcohol -repitió el.
-Tráiganos una primavera y una piscola; ¿está bien, Harry?
-Sí, sí.
-Podrían sacarse los antifaces -opinó el vaquero-; si no, se van a acalorar demasiado. -No le hicimos caso.
-Su disfraz es maravilloso -dijo la vaquera. Sin ser bonita, tenía una cara de facciones menudas, graciosas.
-No es disfraz –contestó Harry.
La pareja optó en adelante por hablarnos el mínimo.
Ahora las mesas estaban todas ocupadas y seguía llegando gente, ubicándose en los bancos del patio y del jardín. También los semi-muros de la terraza se vieron abarcados, mientras en la barra del bar se apiñó un tumulto tan crecido que había que hacer allí los pedidos a grito pelado.

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Harry, yo te amo. / Larry Stylinson /
Fiksi PenggemarPrologo: Nadie escoge su amor, nadie el momento, ni el sitio, ni la edad, ni la persona… La presente historia nos trasladara al balneario de Holmes Chapel, en donde Louis divisa a un joven tan seductor y misterioso, que se o...