XIII

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                                 CAE EL TELÓN

El tercer sábado de ese mes de febrero acabábamos de levantar la carpa en un  sitio aledaño al balneario de Iloca. Llegamos allí cerca de las dos de la tarde, con un  cansancio enorme porque habíamos desmantelado el circo esa misma madrugada  antes de que aclarara. A esto se sumó un viaje que, aunque breve, nos agobió  sobremanera, pues una onda de calor se desató abarcando la zona como un manto  sofocante.

Ahora estábamos a la mesa en campo abierto, recibiendo una tenue brisa  crepuscular. Oscurecía ya. Nadie hablaba mucho, terminábamos una merienda para  luego irnos a dormir. Entonces ocurrió.  Harry estaba sentado a mi lado. De pronto sentí que me tomaba  fuertemente de un brazo; crispado el puño, sus uñas se hincaron en mi carne. Me volví  a él y la vi inclinarse sobre la mesa y a la vez noté que se había puesto a temblar  entera; su cuerpo era sacudido por convulsiones violentas. Alcanzó a pronunciar mi  nombre dos veces, claramente; luego su voz se convirtió en un sonido ronco que se  extinguió. Su frente había dado contra la mesa; la abracé por la cintura tratando de  alzarla y volverla a su postura original, pero su padre me lo impidió.

-¡Déjalo tal cual, Louis, no lo toques! ¡Sólo evita que se caiga al suelo!

Don Desmond venía hacia nosotros desde la cabecera y ya estaba junto a su hijo.

-¡Traigan un chal, rápido! Louis, ayúdame a recostarlo sobre la mesa.

Entre los dos lo levantamos. No cesaba de temblar, su cuerpo se mantenía  encogido y le castañeteaban los dientes; su padre le introdujo un pañuelo en la boca.

Los ojos de Harry miraban sin ver y se pronunciaban desde su órbita,  desmesuradamente. Transpiraba de modo copioso, tan copioso que se le veía  empapada hasta la blusa y húmeda la piel de los brazos y el rostro.

-Preparen un par de bolsas de agua caliente -pidió don Desmond mientras recibía  una manta y cubría con ella a Harry-; le va a bajar un frío intenso -me informó.

Yo le ayudé a abrigarlo y, al tomarle una mano para guiársela bajo la manta, lo noté tan helado que me recorrió un escalofrío. De súbito dejó de tiritar y se apoderó de el  una laxitud total; su rostro, que sólo durante esos minutos había perdido su  sonrisa, la recuperó ahora. Con mi pañuelo le limpié una salivación de los labios. Miré  al padre de Harry y él percibió mi interrogante.

-Es el ataque que le ha venido -dijo-, ya te explicaré; ahora ayúdame a llevarlo a la tienda.  Otros dos circenses se nos unieron para trasladarlo hasta su cama. Una  parienta de su madre, que era artista en malabares y que se demostraba siempre  particularmente cariñosa con el, se sentó en la única silleta, dispuesta a quedarse ahí para cuidarla.

-Yo también me quedaré -dije, ubicándome a los pies de la cama.

-No -dijo el padre.

-Sí -le repliqué-, quiero pasar la noche aquí.

-No, muchacho, ven conmigo, tú y yo tenemos que conversar.

-No hay apuro, señor -objeté.

-Sí lo hay, Louis, haz el favor de seguirme.

La parienta aquella movió la cabeza en gesto de afirmación, mirándome  significativamente, reforzando así la resolución del padre de Harry. Salí detrás  suyo. Caminó hacia la carpa y entró en ella. Me esperaba sentado en la gradería; al  paso había encendido un foco del mástil, que nos dio directo a la cara. Me paré frente  a él. Entonces dijo:

-Ahora, muchacho, debes irte.

Me miraba con una seriedad llena.

-¿Cómo dice...?

-Que debes irte, Louis.

-No, por supuesto que no, menos que nunca me iría ahora.

-Tienes que irte, escucha: él no te reconocerá cuando vuelva en sí.  ¿Entiendes?

-No entiendo, no le creo...

-Mira, escúchame y no me interrumpas: todos sabemos aquí que después de un  ataque pierde la memoria, todos pueden confirmártelo. Debes entender que no  permitiré que la veas cuando despierte. Esto se acabó, es simplemente así y no hay  nada que podamos hacer. Sí...¡no me interrumpas! Si te dejé venir con nosotros fue  porque sabía que esto no tardaría en ocurrirle...

-¿Por qué no me lo dijo en Holmes Chapel, si era cierto...?

-Porque no me lo habrías creído. Mira, el olvida, después del ataque, a las  personas y los hechos recientes ,quiero decir de los últimos meses. Si te encontrara al  despertar, no te reconocería. Sólo a veces, y esto es impredecible, algunos nombres  pueden removerle vagamente la memoria, y la dañan. Pero el no escuchará más tu  nombre, porque tú no estarás aquí cuando despierte.

-A mí no me olvidará...

-Te olvidará. Será como si no hubieses existido, como si nunca te hubiera  conocido.

-Pero, señor, si se equivocara usted, si por una sola vez no fuera así...

-Entonces, muchacho, puedes contar con mi promesa de que te lo haré saber. Pero pierde esa esperanza, es absolutamente en vana.

Me ofreció su mano abierta. Se la estreché.

-Tienes que apurarte, muchacho, ¿eh...? Mucho me gustaría escuchar que has  comprendido.

-Haré mi maleta -le dije, y agregué-: ¿Puedo verlo antes de partir?

Asintió con un gesto triste que, sin embargo, se parecía a una sonrisa.  Cuando entré a la tienda, Harry seguía durmiendo apaciblemente. Me acerqué a él y me hinqué para no alterar la inmovilidad de su cama. Quise tomarle  una mano, pero me arrepentí antes de tocarlo.  Aproximé mi cara a la suya hasta percibir el calor de su respiración. Eso fue  todo.

No iba a verlo nunca más.

 

Harry, yo te amo. / Larry Stylinson /Donde viven las historias. Descúbrelo ahora