XI

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Alice empezaba a abrir sus párpados para poder visualizar todo lo de su alrededor, ella no sabía del porqué sentía que su cuerpo estaba cansado, pero a decir verdad ella ya ni se acordaba de qual fue el momento en el que se volvió a dormir, seguramente después de esa triste conversación que mantuvo con Euego hace ya un rato. También sentía un fuerte presión en: sus manos, codos, brazos y que la mantenía quieta en el suelo.

Al terminar de abrirlos y también que sus ojos pudiesen enfocar bien, reconoció perfectamente el lugar en el que estaba, no era para nada el calabozo dónde estaba presa, sino todo lo contrario que ese calabozo, estaba en el último piso de la Iglesia y nada más mirar recto hacia el frente vio a quien era la última persona que quisiera ver en esta vida.

La emperatriz al ver que ya despertaba la miró con cara de desagrado y molestia.

Alice no se quedó atrás y apretó los dientes en una mueca de asco y repulsión

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Alice no se quedó atrás y apretó los dientes en una mueca de asco y repulsión.

Las dos no se llevaban bien, nunca lo hicieron y nunca se llevarían bien, el odio entre ellas era algo terriblemente obvio.

—Despertaste— Quinella fue la primera en hablar, no era alguien que se guardaba las cosas, si ella iba a hacer algo, lo hacía por su fuerte voluntad.

—¿Y eso a ti qué te importa, maldita?— Alice tampoco era alguien que se dejará amedrentar por alguien con facilidad.

—Que maleducada— habló con aires de superioridad —¿Qué acaso tus padre no te dijeron que no se le falta al respeto a tus mayores?—.

—¡No te atrevas a hablar de ellos!— Alice se enojó más de lo que ya estaba —¡No tienes derecho a hablar de ellos, de mí, o de cualquiera de Ruild!, y tampoco tienes derecho a tener.. A tener— Alice se quería arrancar la lengua, no quería terminar la oración, aún que fuera la realidad.

—¿No tengo derecho a tener el qué?— ella sabía perfectamente a lo que se refería, pero quería que lo dijera.

—¡¡NO TIENES DERECHO A TENER A EUGEO!!— gritó furiosa. Tanto que tenía los ojos en llamas.

—¿No lo tengo?— cuestionó irónico, haciendo que emprediera sus pasos hacía Alice —¿Creés que no lo tengo?. Que yo, la primera persona que en verdad lo amó y que nunca le mentí, que tampoco lo traicione, ¿No tengo derecho a?... ¡¡QUÉ SEA MÍO!!— ella la agarró del cuello llena de ganas de descuartizarla —ya estoy más que arta de que vayas confundiendolo, no hay nada más que me gustaría hacer que torturar tu pequeña alma por la eternidad— la soltó de su agarre —pero, eso no sería lo más digno— su mano derecha se convirtió en un puño, que antes de que se cerrase tenía empuñando a una espada hermosa.

Con esta cortó en un suspiro las cadenas que tenía inmóvil a Alice, la susodicha no entendió su acción.

—Agarra tu espada— habló firmemente Quinella -
—deberías estarme agradecida, por darte la oportunidad de luchar contra contra mi—.

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⏰ Última actualización: Oct 31, 2019 ⏰

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La emperatriz y el caballero de hielo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora