III

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—No temas. Yo siempre guiaré tú mano.

Ya no tenía miedo, quizá, incluso ya se había acostumbrado a ese ser que refleja aquel espejo y que solía estar con ella, como una sombra. Se había convertido en una con él y estaba dispuesta a todo, por aquel ser. Sabía que para bien o para mal, podía confiar en él.

—Escribe esa carta —murmuraba, del otro lado de aquella mesita, en el departamento que alguna vez fue de Terry—. Tú conoces las palabras que debes utilizar.

—¿Qué hago si no me cree? —tenia una hoja en blanco y tinta frente a ella y también una linda pluma en la mano.

—Lo hará —tenia confianza—. Dilo.

—Lo hará. Me creerá —repitió, justo antes de despertar.

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A su alrededor todo estaba en completa obscuridad, hasta que un inesperado relámpago cruzo el cielo, ocasionando un rugido ensordecedor. Estaba sola en aquella labor y sólo contaba con la confianza que aquella sombra a la que se había entregado, depositaba en ella.

Se levantó sin prisa, recordando que aquella recámara no era la suya, busco una hoja de papel entre los objetos que el hotel había dejado para uso del huésped en general y tomando un bolígrafo, comenzó a escribir.

—Yo conozco las palabras que debo usar —murmuro, después de plasmar el nombre al que dirigía esa misiva.

Muy temprano, solo tuvo que buscar un crío lo suficiente ingenuo e inocente, que por unas monedas le hiciera el favor de entregar la carta que había escrito durante la noche.

El resto solo era esperar a que esa chica leyera aquella nota y se atreviera a ir, sola, en la fecha y el lugar anotados. Solo sería cuestión de un par de días.

Esa era su única oportunidad y no había espacio para errores, por eso habían decidido seguir a la ex actriz, para confirmar que iría sola a esa cita. Por eso estuvo esperando, fuera de la casa de las Marlowe, hasta el momento en que la observo salir a escondidas y tomar un taxi.

—¿Terry? —en cuanto Susana Marlowe llegó al sitio pactado, comenzó a gritar—. ¿Estás aquí? ¿Terry?

—Guarda silencio —respondió, ese ser desde las alturas, tratando de distraer a la actriz, mientras Candy tomaba su lugar, le tapaba la boca y la derribaba, para poder inyectarle algo.

En seguida, en cuanto aquella caprichosa rubia estuvo en el suelo, su compañero bajo del lugar en que estaba, termino de amordazar a Susana y la tomo en brazos, como si de una simple almohada se tratara.

—Dulce y tierna Susana —la enfermera hablaba tras ellos—. Hermosa de cuerpo y alma —espero hasta que él la colocó en el suelo, en ese punto exacto que habían elegido específicamente porque daba a un lugar rocoso, del piso más alto de aquel edificio que solía estar vacío durante los fines de semana—. Al fin ha llegado tu momento...

Sonrió, colocó una nota entre la ropa de la ex actriz, la volteo, le desató, y mientras comenzaba a quitarle la mordaza, la empujó con toda su fuerza.

—Al fin está hecho —sonrió su enamorada sombra, antes de darle un beso.

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El Espejo 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora