VI

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Advertencia: además de lo obvio, este capítulo contiene lemon.

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—¿No te gustó?... —después del arduo trabajo y empeño que había puesto en esa labor, esperaba, al menos, un "se ve bien"; sin embargo, su sombra había permanecido en completo silencio, observando.

—Claro que sí —musito con voz ronca, sin quitar la vista del colorido jardín que ella había terminado—. Solo pensaba que quizá debimos enterrarla viva.

—¿Viva? —por un momento le pareció una idea descabellada.

—Sí. Viva.

—Es una lastima que no podamos revivir a los muertos...

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Esa misma noche, una de las últimas que permanecería en aquel lugar, mientras esperaba a que el sueño se apoderará de ella, esa sombra musitó algo a lo que ella no presto atención.

—¿Qué dijiste? —le pregunto, en un murmullo tan suave, que fue casi inaudible.

—¿Recuerdas esa noche? —con calma, aquel ser repitió su pregunta.

—¿Cuál noche?

La sombra que se había convertido en su fiel compañero, era consciente de aquellas memorias borrosas que había acumulado la rubia enfermera, que se había convertido en su dueña y señora.

Inhaló profundo, besó aquella rubia cabellera, beso los hombros de aquella chica que le daba la espalda y que suspiraba bajo cada caricia de sus labios.

—Tu sabes a qué noche me refiero —insistió, dispuesto a hacerle recordar, usando todo aquel cariño que guardaba únicamente para ella.

—¿Cuál noche? —repitió disfrutando aquel tormento.

—La noche en que, después de tanto tiempo y tantas cartas, nos volvimos a ver...

—No recuerdo bien esa noche... —comenzaba a desesperarse, tan solo porque él no hacía más que torturarla.

—Debes recordar esa noche —ella sabía que no obtendría nada, sino hasta que recordara algo, como en otras ocasiones.

—Por favor —gimió, cuando aquella sombra se atrevió a hacerle caricias más profundas.

—Inténtalo —sabia muy bien, la forma en que ella siempre disfrutaba lo que le hacía.

—Mi ropa —gimió—. Mi ropa tenía sangre...

—¿Qué más? —besaba sitios estratégicos—. Dilo.

—Albert me encontró —la sujetaba con la fuerza necesaria—. Pe-perdi... ¡aah! P-por favor...

—¿Qué perdiste? —le dio un respiro, mientras se apropiaba de esos labios que adoraba, para luego mirarle solo un instante.

—Me desmayé y desperté en la habitación del hotel —hablo agitada.

—¿Qué pasó antes de eso? —volvió a besarle en los labios, atormentándole aún más, haciéndole sentir lo que sería su recompensa.

—Esa noche, tú... —comenzó a sentir que pronto llegaría al punto al que deseaba llevarle, pero de pronto esa sombra se detuvo—. Por favor, no pares—suplico, mientras percibía como se alejaba aquella sensación.

—Dilo —volvió a besarle en los labios, demostrando su propia desesperación—. Quiero escucharte —respiraba con dificultad, junto al oído de la rubia—. Amor mío, quiero escucharte.

—Esa noche —solo pudo gemir, cuando finalmente se introdujo en ella y le dio la recompensa que tanto ansiaba.

—Dilo... —insistía.

—Esa noche... esa... fue cuando... —podía percibir lo cerca que estaba de llegar a la cúspide.

—Hazlo. Necesito escucharte.

—Moriste... —tan solo pronunció aquella frase, pudo percibir aquellas contradicciones acompañas de una fuerte descarga de placer, mientras que él, su amada sombra, solo se detuvo para darle un respiro, junto con un beso—. Esa noche fue cuando moriste para todos, menos para mí... —continuo.

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El Espejo 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora