🕊: quince

508 58 33
                                    

Dos meses habían pasado desde que no se veían. Le echaba de menos, pero en parte, la conversación que habían tenido aquel día de diciembre seguía haciéndole daño cada vez que la recordaba. Había sido un gilipollas, y por más que quisiera acercarse a él y hablarle, le era imposible mirarle a la cara después de todo.

Esa mañana de febrero amanece fría. Y mientras se acompaña del piano, Agoney compone la canción que lleva meses intentando terminar. Aún siente que no está completa del todo, porque a pesar del dolor que lleva dentro, no consigue sacarlo fuera. Se siente atrapado y agobiado. Pero sobre todo, se siente muy solo.

                               [🕊]

El reloj marca las 19:30 cuando su madre le llama. Hace un mes que está en tenerife y aún no ha vuelto, y en parte, la echa de menos. Porque estar allí, entre esas cuatro paredes, no hace más que volverle loco.

—Cariño —dice su madre en un hilo de voz, lo que alarma al canario. —Tengo que hablar contigo.

—¿Ocurre algo? —es lo único que le sale decir en ese momento.

—No voy a volver a madrid.

—¿Qué estás diciendo, mamá?

Durante unos cuantos segundos su madre no dice nada, lo que consigue ponerle nervioso.

—Tu padre quiere que me quede aquí con él, y yo no voy a negarme. Me consiguió un trabajo en un restaurante, así que te pasaré dinero todos los meses para que puedas mantener el piso y también mantenerte a ti.

Agoney no se cree lo que está escuchando. Y a la vez, tiene miedo. Porque no quiere quedarse solo en un sitio en el que está empezando a notar que no encaja en absoluto.

—Dime que esto es una broma, mamá.

—Ojalá lo fuera, cariño —dice y la escucha sollozar.

El canario siente su corazón romperse. No se esperaba que las cosas se torcieran tan de golpe, y por más que tenga amigos en Madrid que le sirven de soporte, sabe que no va a poder estar mucho tiempo entre esas cuatro paredes. Le agobia sentirse tan solo.

La llamada finaliza después de unos minutos. Y en cuanto deja el móvil encima de la mesilla, rompe a llorar. No sabe qué va a hacer ahora que su madre ya no está, que madrid se le queda grande y que su relación con Raoul ya no tiene ni pies ni cabeza. Y por más que se haya repetido mil veces durante esos dos meses que no va a volver a caer, en esos momentos, le echa de menos.

                               [🕊]

Nerea le llama por la noche. Últimamente se les había hecho costumbre el llamarse para contarse su día, por eso cuando la rubia escucha hablar al canario, sabe que las cosas no van bien.

—Ago, ¿qué ha pasado? —le pregunta preocupada.

—Mi madre no va a volver, Nerea —dice conteniendo las lágrimas. —Y yo no sé qué hacer porque madrid no es mi sitio. Aquí no me siento en casa.

Nerea no sabe qué decirle en ese momento. Y en parte, ella misma es consciente del dolor que su amigo lleva cargando desde hace meses.

—Sabes que puedes quedarte en mi casa siempre que quieras. Como si quieres venirte hoy.

—Lo mismo hoy me viene bien estar solo —dice y hace una pausa. —Bueno, me gustaría que estuviese aquí una persona en concreto, pero va a ser que no.

—Ago...—dice y la interrumpe.

—Deseo tanto llamarlo y decirle ayúdame por favor.

—¿Y si hablas con él?

—No, no. Ni de coña.

—Sé que Raoul tiene muchísimas ganas de verte. Y lo mismo os vendría bien hablar sobre lo que pasó.

—No sé si quiero escuchar lo que va a decirme.

—Deberías —dice la rubia y hace una pausa. —No tienes nada que perder.

                                [🕊]

Agoney llama a la puerta con el corazón acelerado. Lleva dos meses sin verle, y en parte, le da miedo que se haya equivocado y las cosas entre ellos vayan a peor. No quiere perderle a pesar del daño que le ha hecho.

—¿Ago? —dice Raoul mientras se pasa una mano por cara. —¿Qué haces aquí?

—¿Puedo pasar?

—Claro, claro. Pasa —dice y se aparta de la puerta, dejándole espacio.

Agoney se siente incómodo, a pesar de que no es la primera vez que está allí. Y no sabe si sentarse en el sofá o quedarse de pie. Al final, y tras ver que Raoul se dirige al sofá, decide sentarse. Aunque ambos permanecen alejados.

—Siento molestarte, sé que es tarde y que  seguramente ya estabas durmiendo —dice y se detiene a observar el pijama que lleva puesto.

—Aún es temprano, pero últimamente duermo fatal, así que justamente cuando llamaste me estaba quedando dormido.

Agoney tiene ganas de decirle que él también duerme fatal últimamente. Que desde que dejaron de hablarse no hay noche en la que no piense en él y le eche de menos. Pero no lo hace, simplemente se dedica a asentir y a mirarse las manos nervioso. Quizás no haya sido buena idea presentarse en su casa después de tanto tiempo.

—¿Ha pasado algo? —le pregunta Raoul después de unos segundos de silencio.

—Mi madre me llamó hoy para decirme que no va a volver, que va a quedarse en tenerife porque mi padre le consiguió un trabajo y que me pasará el dinero suficiente para mantenerme. Y yo no sé qué hacer, Raoul. Madrid nunca fue mi hogar y las cosas entre nosotros ahora mismo son una mierda.

A Raoul le duele verle así. Sabe que el canario lleva muchísimo tiempo aguantando esa situación, que nunca se ha sentido acogido en Madrid a pesar de que ellos han hecho todo lo posible por ayudarle, y que encima él no le ha puesto las cosas fáciles. Y se muere de ganas de darle un abrazo. De decirle que puede quedarse con él esa noche. Que puede quedarse con él para siempre.

—Ago, escúchame —dice y pone ambas manos en sus mejillas. —Sé que las cosas entre nosotros no están bien, pero quédate aquí esta noche.

Agoney se lo piensa unos segundos. Sabe que aún tienen muchísimo de lo que hablar, que aún le duele la conversación que tuvieron en diciembre, pero en ese momento le necesita más que a nadie. Porque a pesar de todo lo que ha pasado entre ellos, Raoul sigue siendo su hogar.




Nota de la autora:
Mil gracias por el cariño que le estáis dando últimamente a la historia. Me flipa un montón leer vuestros comentarios y saber que os gusta. Dadle amor y nos leemos pronto 💐

libertad|ragoney Donde viven las historias. Descúbrelo ahora