🕊: catorce

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24 de diciembre y lejos de casa. No soporta toda esa situación, por eso cuando ya se ha despejado lo suficiente, comienza a meter de nuevo su ropa en la maleta. Necesita estar solo. Pensar. Evadirse.

—Ago, ¿qué haces? —le pregunta Raoul entrando en la habitación y sentándose a su lado en el suelo.

—No puedo estar aquí, Raoul. Necesito estar solo —dice el canario conteniendo las lágrimas que amenazan con salir.

—Espero que no estés pensando en volver a Madrid hoy.

—Tengo que hacerlo —dice sin mirarle, le duele todo aquello.

—Aunque sea espera a mañana y yo mismo te acompaño.

—No hace falta.

Le tiemblan las manos, y siente que no va a aguantar mucho tiempo sin romperse.

—Ago, para —le dice Raoul y coge sus manos entre las suyas. —No te fuerces a hacer esto. Quédate con nosotros. Conmigo.

Agoney le mira. Raoul dirige una de sus manos a su cara y acaricia muy lentamente su mejilla, como si tuviese miedo de hacerle daño. El canario cierra los ojos ante su tacto. Refugio. Eso es lo que es Raoul para él.

                                       [🕊]

Las 19:00. Ninguno de los dos tiene intención de moverse. Ambos se encuentran tirados en la cama. La cabeza de Raoul apoyada en el pecho de Agoney, que está tarareando una canción que el rubio es incapaz de reconocer.

—¿Qué canción es esa? —le pregunta después de unos segundos.

—¿No la conoces? —y le mira, sorprendido.

Raoul niega con una sonrisa.

—Es creep, de radiohead —le contesta, y deja pequeñas caricias en su cuello.

—Ni idea de quiénes son.

Agoney resopla, pero vuelve a tararearla. Raoul por su parte cierra los ojos, dejándose llevar por la melodía. El canario comienza a susurrar parte de la letra, erizando la piel del rubio.

—A lo mejor deberíamos empezar a prepararnos, pollito —le dice Agoney después de unos minutos.

—La verdad es que me quedaría aquí toda la noche —susurra Raoul mientras abre los ojos para mirarle.

Toda la vida si hiciese falta. En esa habitación. Dejándose llevar.

                                        [🕊]

Agoney se mira en el espejo unas cuantas veces. No le convence lo que se ha puesto. Y por momentos tiene ganas de ponerse a llorar de lo insuficiente que se siente.

Raoul entra minutos después, y apenas puede disimular la sonrisa que esboza al verle. Incluso siente su corazón latir con fuerza dentro de su pecho. Qué ganas tiene de recorrer la poca distancia que les separa.

—Estás muy guapo, agonías.

El canario le mira a través del espejo, y a pesar de que agradece el comentario de su amigo, no es capaz de sentirse mejor consigo mismo.

—¿Ocurre algo? —le pregunta al ver que no ha contestado, y se acerca a él.

—Está todo bien —le contesta e intenta fingir una sonrisa.

—Ago, sabes que puedes contarme cualquier cosa.

El canario se sienta en la cama. Dirige sus manos a su pelo y tira un poco, frustrado. Siempre había sido una persona insegura. Y se odiaba por ello.

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