Capítulo 23: Historia del vampiro [2/2]

11.3K 703 183
                                    

- ¿Qué? ¿Qué es eso tan terrible? - Preguntó León asombrado.

- Ahora viene la parte de la que no estoy tan orgulloso. - Otra vez suspiró y comenzó a narrar. - Esa misma noche, en la que me sentía tan hiperactivo, poderoso y capaz, me senté sobre el tejado del Torreón del Monje, para analizar el hecho de que ahora era un vampiro y pensar en qué podía hacer con mi inmortalidad. Tenía que buscar algo para divertirme o al menos entretenerme. Nuevamente tomé mi collar con cariño, recordando a Sofía; el día en que me ayudó a escapar... le debía todo. Además se lo había prometido. En ese momento planeé mi primera aventura como vampiro. Bajé del techo en un par de hábiles saltos hasta encontrarme nuevamente en tierra. Me dirigí corriendo veloz hasta esta misma casa, la que no había pisado por más de un año. Entré directamente estallando el vidrio de la ventana del escritorio de mi padre. Una vez dentro, corrí el gran retrato de mi bisabuelo, que ya te imaginarás, detrás de él se encontraba la caja fuerte, qué idea tan audaz... Bien, por supuesto que no sabía la combinación para abrirla, pero no me subestimé, supuse que podría arrancar la puerta utilizando únicamente mi fuerza y así lo hice. Me sentí un verdadero superhéroe. Saqué todo el dinero que se encontraba allí, no dejé ni una moneda, y ahora, al estilo Robin Hood, se lo entregué absolutamente todo a Sofía. Fue lo mejor que pude haber hecho. - Sonrió con nostalgia. - Recuerdo su expresión cuando me vio parado frente a ella en su cuarto, casi grita de la emoción por verme allí, pero tapé su boca. Le dí el botín y le ordené huir. Me lo agradeció demasiado, pero fue sólo una recompensa de todo lo que ella me dio. Le dije que se vaya del país y tenga una vida digna; no volví a verla. Estaba por retirarme de éste hogar, pero no pude evitar el impulso. Fui hasta la habitación de mis padres y ahí vi a los desgraciados, descansando plácidamente. El hombre que me maltrató durante toda mi vida y me tuvo encerrado por cuatro años, ahora sería capaz de hacerle pagar todo aquel sufrimiento que me causó y él no podría volver a darme ni siquiera un rasguño. Pensé en golpearlo, quemar sus pertenencias más valiosas o torturarlo con sólo darle un buen susto. Todo sonaba tan divertido... Salí de la habitación y volví a entrar fingiendo que era la primera vez, cerrando la puerta de un portazo, haciendo vibrar toda la casa. Se despertaron sobresaltados con el impacto. "¡Christopher!" gritó mi madre asombrada, mientras que él sólo me observaba aterrado, quizás por mi forma de mirarlo tan firme y amenazante, o por la manera escandalosa de ingresar. Me acerqué hasta mi padre en cuestión de un segundo, y lo tomé por el cuello de su pijama, levantándolo en el aire y de un impulso logrando que choque contra la pared y caiga al suelo, con la frente lastimada, derramando sangre, manchando su rostro de total espanto. Disfruté tanto la forma en que se había dado vuelta la torta, ahora era él quien me temía a mí. Su vida dependía de mi decisión y ya nunca jamás podría llegar a hacerme ni un mísero daño. Me agaché frente a él para decirle alguna ironía y burlarme de la situación, antes de seguir torturándolo. Esos eran mis planes, pero al acercarme, algo inesperado se interpuso. El olor de toda esa fresca sangre sobre él. Se impregnaba en mi olfato y todo mi cuerpo pedía a gritos saciarme de ella. No quería hacerlo, de ninguna manera. Tampoco había pensado en asesinarlo. Pero mi estómago ardía y me sentía demasiado mareado, estaba perdido en el exquisito aroma, es peor que estar sin comer tres días y después oler un pedazo de carne asada a diez centímetros de tu nariz, sí, muchísimo peor que eso. No puedo explicarlo exactamente. No lograba retener mis impulsos, lo tomé por el rostro con ambas manos, ladeando su cabeza y viendo su cuello libre. Sentí como mis colmillos crecieron aún más y una extraña sensación en mis ojos. Ya no podía más. No pensaba con la cabeza, actuaba inconsciente. Al cabo de dos segundos, me encontraba absorbiendo la totalidad de la sangre de mi propio padre, hasta que logré detenerme y lo aparté de mí, con lágrimas inundando mis ojos y totalmente indignado por lo que acababa de hacer. Su cabeza calló hacia adelante, creí que estaba desmayado. Lo tomé nuevamente por el rostro y lo levanté haciendo que me mire, porque sus ojos estaban abiertos, aunque inertes como la totalidad de su cuerpo. Tomé su pulso y terminé de entender que estaba muerto. Que acaba de convertirme en asesino y que había matado a mi propio padre. - Christopher miró hacia el otro lado, León supuso que estaba llorando, lo tomó por la nuca para poder girar su cabeza y verlo, pero el vampiro no lo permitió. - Basta. No quiero que me veas así. - Dijo con la respiración agitada. - Continúo. Durante toda la horrible escena, mi madre permanecía llorando y gritando desgarrando su garganta, repitiendo las estúpidas frases: "¡Basta, hijo!, ¡Chris, soltalo! ¡Por favor, no lo mates!", como si diciéndome eso yo pudiera detenerme. ¿Qué más hubiera querido? A ella no pensaba hacerle daño, pero la vi en ese estado, habiendo presenciado cómo su hijo mató a su marido, sólo me quedaban dos opciones: Matarla también o quedarme con ella, explicarle todo y tal vez me entienda, después de todo, mi madre nunca me maltrató, sólo que jamás se ocupó de mí y hacía diferencias entre mis hermanos y yo. Cierto odio le guardaba, pero no tanto como a él. Opté por intentar tranquilizarla, pero al acercarme a ella me sucedió exactamente lo mismo que con mi padre, porque por lo visto, aún no estaba saciado, necesitaba más sangre y oía la suya, bombeando en su corazón, así que terminé empleando la primera opción. - Esta vez no ocultó las lágrimas que se escaparon de sus ojos y resbalaron por la totalidad de su rostro.

Ojos de vampiro [Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora