León abrió sus ojos con pesadez y vio oscuridad. Volvió a cerrarlos. Unos segundos después los abrió otra vez con lentitud. La oscuridad continuaba allí, no se había ido.
Sabía que se encontraba acostado, pero no entendía dónde ni lo que había pasado antes de dormirse. Y es que no recordaba haberse dormido. Ni siquiera recordaba haberse acostado en su cama. Se sentía extraño, y a la vez no sentía nada. Había algo que lo desesperaba, pero no sabía qué era, porque al mismo tiempo, la tranquilidad dominaba su cuerpo. No tenía frío, ni calor, ni hambre, ni sed. No estaba súper cómodo, pero tampoco incómodo. Sus sentidos parecían no funcionar bien. Lo único que percibía era algo enredado entre los dedos de su mano derecha.
Permaneció así un largo rato. Tendido, sintiendo aquella cosa entre sus dedos, y viendo todo de color negro.
De pronto sintió algo. Una leve brisa que venía de quién sabe dónde. Poco a poco comenzaron a formarse siluetas en la masisa oscuridad, aunque todavía no servían para distinguir dónde se encontraba. Algunos vagos sonidos empezaron a entrar por sus oídos, permitiéndole saber que cerca de allí, había autos en marcha. Oía motores, bocinas, e incluso algunos murmullos de gente conversando. Otro de sus sentidos comenzó a activarse: el olfato. Pero este no le brindaba nada agradable, sino lo contrario. Un olor que parecía provenir de algo putrefacto invadía sus fosas nasales, obligándolo a fruncir el ceño.
A pesar de todo, seguía sintiéndose cómodo, hasta que todo aquello se tornó mucho más intenso. Los ruidos cada vez más fuertes comenzaron a molestarlo. Ese olor, ahora más desagradable lo invadía. Un nuevo sentido apareció: tenía sed. La boca seca. La lengua le picaba, al igual que la garganta. Pero todo esto también tenía algo positivo. El tacto y la vista también progresaron. El primero le permitió saber que se encontraba tendido sobre un duro suelo. El segundo fue el que le hizo recordar.
Lo primero que vio fue un techo que parecía caerse a pedazos en cualquier momento. Giró su cabeza hacia la izquierda y se encontró con aquello que le estaba regalando ese aroma putrefacto: el cuerpo en descomposición de un hombre de cabello rubio y corto, vestido con ropa negra y con un agujero en su pecho, por donde ya habían comenzado a brotar gusanos. Parpadeó con fuerza recordando algunos flashes. Ahora miró hacia la derecha. La habitación estaba vacía. Solo se encontraban él y su víctima a la que ahora recordaba perfectamente haber asesinado.
Continuaba con la fina hebra enredada en sus dedos. Miró hacia allí y la vio brillar. Brillaba con un gran esplendor de color plateado. Trajo su mano lentamente hacia su rostro, para ver mejor. Era el dije de plata con forma de corazón, y la hermosa amatista violeta incrustada en el centro. Al verlo sonrió. Después recordó porqué ahora lo tiene en su poder.
Los recuerdos llegaban a su cabeza en estallidos, como si se tratara de una película que vio hace años. Uno tras otro, generándole un fuerte mareo. De pronto esos flashes se convirtieron en unos mucho más antiguos. La primera vez que hizo el amor con Christopher. Cuando lo besó por primera vez. Cuando tomó su mano y aquel escalofrío que le provocó. La primera vez que lo vio atravesar la puerta del aula de la universidad. Su olor. Su voz. Su piel. Sus ojos. El color violeta. El color naranja. ¿Naranja? Sí. El cabello de Mateo, cubriendo esos ojos grises que iluminaban la sonrisa que tanta confianza y tranquilidad le inspiraba. Había pocas personas que lo hacían sentir tan bien. Su madre. Cuando su madre lo tomaba de la mano para cruzar la calle. Cuando desayunaba las tostadas y la leche con chocolate que ella le preparaba. Su padre. Cuando jugaba a la pelota con él en la plaza. El primer día en la escuela primaria. Cuando se sentó en su silla, al fondo de la clase, junto a la ventana, con tan solo seis años. Se sentía tan nervioso ese día... tanto como el primero en la universidad. Y otra vez Christopher pareció en su cabeza. Sus besos. Sus caricias. Sus palabras. Su cabello. Sus palmadas en la espalda de León, cuando éste se sentía ahogado por la mano de Lorenzo. Su preocupación. Su mirada. Su muerte.
ESTÁS LEYENDO
Ojos de vampiro [Gay]
Vampir[1° Temporada completa - 2° Temporada subiendo] León Arrechavaleta es un chico normal de 19 años al que le gusta leer libros de fantasía. Su vida era aburrida, hasta que un pelinegro de piel blanquecina y extraños ojos color violeta se presenta en...