Quien sabe.

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Llevaba días en tensión con la persona que tenía mi mundo de cabeza, y mis nervios se dispararon al momento en el que recibí una llamada suya diciendo que pasaría por mí.
La ansiedad se hizo presente de inmediato.
Al verlo, mi corazón empezó a martillar con fuerza y sentía mis manos sudar. El trayecto al lugar fue agradable, claro, justo después de que rompiera el hielo besando mis labios un par de veces. Cosa que me hizo sonrojar.
En ese lugar distinto, íntimo y prohibido, dónde la incertidumbre se apoderó de mí, mientras miraba a mi alrededor dudosa, sentí su mano aferrarse a mi antebrazo llevándome a su terreno.

En el momento en que sus labios se estrellaron con los míos, ninguno necesitó emitir sonido alguno. Lo supimos de inmediato, qué necesitaba cada cuerpo. Sus ojos encontraron los míos y la ropa empezó a pesar, incomodaba...
Su boca empezó a moverse con experticia sobre mi cuerpo, sus manos le seguían el paso y de un tirón se deshizo de mi blusa junto a mi brasier para deleitarse con sumo gusto en la piel de mis pechos. Busqué su boca con rapidez, necesitaba besarlo. Ansiaba demasiado desde hace tiempo sentir sus labios sobre los míos mientras nos devorábamos con ferocidad el uno al otro. Mi corazón latía con fuerza, mientras otro tipo de tensión empezaba a crecer entre nosotros. Era palpable.
Nos deshicimos de la ropa restante y su boca se abrió paso entre mis piernas para hacerme temblar al instante y explorar una sensación inexplicable que me dejó sin habla. Su boca exploraba mi clítoris con habilidad, haciendo que me retorciera en la cama.
Su boca volvió a encontrar la mía y nos fundimos en un beso que nos dejó sin aliento, mientras dejaba al aire a un erecto miembro que esperaba impaciente...
Al sentirlo en la entrada de mi vagina sentí como mi cuerpo se estremeció al contacto, dejándome a la expectativa... Empecé a temblar.
Cuando entró en mí, sentí como el tiempo se detenía entre nosotros. Un mar de sensaciones sin explicación se apoderó de mi cuerpo y con la voz entrecortada le pedí que fuera despacio. Necesitaba sentirlo, cerca, muy cerca, dentro. Nunca había sentido tal necesidad.
Las acciones entre nosotros se volvieron tan intensas, que en la habitación solo se escuchaba el eco de nuestras respiraciones y los balbuceos que soltabámos producto de la excitación.
— ¿De quién eres? — preguntó.
Mi mente reaccionó al instante: — Solo tuya — gemí.
Tal vez nunca se imaginará el grado de sinceridad y seriedad que contenían esas dos palabras. Era totalmente suya.
Giró mi cuerpo para quedar a cuatro y sus embestidas con el paso se volvieron fuertes y contundentes. La necesidad de estar juntos se había incrementado con el paso del tiempo, sin haber podido disfrutar el uno del otro. El eco de las respiraciones se volvió mas fuerte cuando sentí su semen derramarse en mi espalda. De todas las veces que habíamos estado juntos, podría jurar que esta fue la más intensa de todas.

Probablemente esto nos hizo darnos cuenta de que no podemos estar mucho tiempo lejos...
Quien sabe.

                                                        

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