35. Por favor, despierta (1/2)

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El teléfono celular suena... parece un sonido triste... angustiante... agonizante.

Contesto al instante y lo primero que escucho es a su madre Lyndsay  suspirando fuerte y con una voz quebrada diciendo: —Reece ha tenido un accidente.

Vaya forma de dar una noticia.

Siento como el pánico se apodera de mis entrañas y al instante tengo una dificultad terrible para respirar. Corro a donde están los inhaladores, estoy a punto de sufrir una crisis asmática.

Intento mantener la calma, pero no puedo. Las lágrimas vagan por mis mejillas y en la milésima de segundo, todo se vuelve negro.

***
—Abre los ojos cariño— escucho a mí madre decir, mientras que por inercia, hago lo que me pide.

Estoy en el hospital, no podría fallar mi reconocimiento visual. Solía pasar que durante las crisis sufriera un desmayo, pero de ahí no pasaba nada más. Tenía a la vena salbutamol, para calmar la crisis. Es un poco extraño.

—Está casi listo, cinco minutos y nos vamos a casa...

—¡No!— le digo, casi en un gritillo.—Quiero ver a Reece— niega con la cabeza—Por favor, madre.

—Está bien, sólo cinco minutos.

—Madre, es mi novio... yo tengo que estar...

—Tienes que estar tranquila— me interrupe— tienes que estar tranquila, Analia. Recuerda que los expertos en este tipo de situaciones son ellos, no tú.

No digo nada más.

¿Qué podría hacer yo? Besarle los labios, que probablemente han de estar fríos y blanquecinos.

Así que después de que terminara la mini charla por parte del médico y todas las instrucciones para las crisis me permiten ver a Reece.

Al llegar a la sala en donde él está ahí tumbado, puedo sentir los nervios recorrer cada parte de mi cuerpo.

Respiro profundo y entro. Tengo el miedo de encontrarme con un panorama no muy fácil de procesar.

Su madre está al lado de él, tomándole la mano. Deposita un beso en la mano de su hijo y se levanta, camina hacia donde estoy yo parada viendo la escena y al chico y me da un apretón de hombros.

Ella sale del salón dejándome con un Reece, inconciente y con muchos aparatos médicos en él.

Me siento a su lado, justo en la silla en donde anteriormente estaba su madre,  y tomo su mano.

—Teñido, estoy aquí— le digo. Siento la sensación de un psobile ataque, otra vez, pero logro tranquilizarme al rozar mis labios sobre su mano.

Con mi otra mano acaricio su cabeza. Tiene una venda alrededor de ella, posiblemente una operación es lo que cubre, y suspiro una vez más.

—Reece, por favor, despierta...— le digo, antes de dejar un beso sobre su frente y mano y salir de la habitación con el corazón destrozado al ver al chico inquieto estar inmóvil. 

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¡Hola! Caray, que escenita.

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Imaginas de Reece Bibby ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora