Una Noche De Confesiones

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Mientras que yo me dedicaba a ver la luna Dayanna caminaba detrás de mí en silencio para evitar que yo me diera cuenta de que estaba allí, en realidad yo no la esperaba así que cuando llegó a donde yo me tapó los ojos y yo simplemente me sorprendí, me pregunté quién era hasta que por fin logre identificar a la persona por el olor de su perfume –Dayanna, ¿eres tú?- Solo escuche la risa tan distintiva de esa chica, luego de eso asintió con la cabeza y se sentó a un lado mío, yo dirigí mi mirada a ella la cual parecía estar algo sonrojada por alguna razón -¿Estas bien, Dayanna?- al preguntar esto la chica tragó saliva y aclaró su garganta para luego tomarme la mano y mirarme directamente a los ojos.

-Yair, hay algo que quiero decirte desde que era una niña, en realidad lo hice con una nota pero nunca recibí una respuesta de ti… Estoy enamorada perdidamente desde ese día en donde me ayudaste en la primaria, ¿lo recuerdas?- Apenas ella dijo eso llego a mi memoria aquella vez que le ayude, ella siempre fue una chica tímida pero de buen corazón, tanto así que un día mientras caminaba a la primaria escuche los gritos de una niña, me dio mucho miedo pero recuerdo que mi abuela me había dicho que nunca se debe dejar llorar a una mujer si tienes el poder de ayudarla, por esta misma razón camine temeroso hasta el lugar donde estaban unos cuantos niños mayores a mi molestando a Dayanna, como el idiota que siempre seré me acerque a ellos y les pedí que amablemente dejaran de molestar a la chica y ellos solamente me empujaron y dijeron “y si no lo hacemos que, ¿acaso vas a golpearnos?” Yo de verdad tenía mucho miedo pero tenía el poder de hacer que ella dejara de llorar por lo que me planté delante de ellos y le di un golpe a uno, me imagino que tuve suerte porque en cuanto lo golpee este se golpeó la cabeza con un muro y comenzó a llorar, al ver eso los demás chicos se alejaron de allí y yo me acerque a esa niña llorona -¿Por qué estaban molestándote esos niños?- pregunte con la amabilidad que siempre tenía al hablar. Apenas pregunte ella levanto el rostro y pude ver sus ojos llorosos, una vez que vio que no le haría nada me mostro un pequeño gato negro de ojos azules –Ellos querían golpearlo… y yo no los deje- Su voz titubeaba como pocas veces lo había escuchado yo, me dio tanta tristeza y empatía que tome la manga de mi chamarra y le limpie los ojos con ella, luego acaricie al gatito y le mire con una sonrisa tratando de inspirarle confianza –Vamos, yo te ayudare a cuidarlo, así estará más feliz- Esta niña asintió con la cabeza y me miro, luego de esto se levantó del suelo con energía y cargó al gatito entre sus brazos para ir a la primaria y todo el día cuidamos de él, al finalizar las clases se llevó al gato a su caza. A partir de ese día nos hicimos cercanos hasta que sus padres tuvieron que cambiarse de ciudad por su trabajo y no volví a verla hasta el día de hoy.

-Sí, recuerdo ese día… Y sobre esa nota, la verdad es que no entendí muy bien lo que decía, no sabía leer bien y tú no escribías de la mejor forma- Di una pequeña risa pues en realidad siempre había tenido la duda de lo que decía esa nota, al parecer era realmente importante para ella y yo ignore esa posibilidad, apenas deje de reír pensé en la respuesta para la joven y apenas estaba por decirla llego Cristian con su grandísima habilidad de interrumpir los momentos más inoportunos, y solamente lo hizo para decirnos que fuéramos con ellos a la fogata porque no quería dejarnos solos en ese lugar, por hacer lo que él decía me levanté de la banca y le ofrecí mi mano a Dayanna para que se levantara, una vez se levantó los tres caminamos hasta un tronco donde estaba Aela sentada, todos nos sentamos allí y comenzamos a hablar nuevamente de nuestras vidas, de cómo conocí a Cristian y el cuanto me arrepentí de hacerlo, durante los años que estuvimos juntos me metió en demasiados problemas aunque también me había hecho muy feliz.

Como de costumbre me distraje con algo más, solamente era una chica con una chaqueta bastante especial pues tenía unos ojos dibujados al frente, eso me llamo la atención como casi todo lo hacía pero era común no solía prestar atención a algo por mucho tiempo, era imposible para mí y de casualidad el momento me dio un muy buen apodo para esa joven –¡Me encanta su chamarra señorita Ojos¡- Grite desde mi asiento levantando ambos pulgares con una gran sonrisa, a lo que ella me miro y dio algunas carcajadas al parecer lo que acababa de decirlo le dio gracia, luego de esto levanto la mano y me respondió -¡Me llamo Ana, pero muchas gracias señor Triangulo- No entendí la razón por la que me dijo de esas forma solo pensé que estaba ebria o algo por el estilo, una vez esto paso dirigí mi mirada a mis amigos y allí estaban Aela y Dayanna mirándome con las mejillas un poco infladas, eso a mí me dio ternura pero ellas parecían estar enojadas por alguna razón, a ese punto yo ya había olvidado la confesión que había hecho Dayanna, fue tan rápido y nostálgico que no pude evitar centrarme en como la había conocido y el tiempo que pase a su lado. Cristian me miro con un rostro que aparentaba decirme “¿Enserio?”, no entendí porque su rostro y no podría pensar en eso pues apagaron la fogata porque ya era hora de irse a dormir, yo me levante y luego de esto me acerque a Dayanna despidiéndome de un beso en la milla, luego junto a Aela y Cristian fui a nuestra cabaña donde me dirigí hasta las habitaciones, hicieron lo mismo mis amigos, yo me puse mi pijama y pensé en algo lindo para antes de irme a dormir, Salí de mi habitación y fui primero a la de Aela, llame a su puerta y no tardó mucho en dejarme entrar, una vez entre le vi descubierta y me acerque a ella –Descansa Aela, espero mañana me permitas verte patinar- Una vez dije esto tome su sabana y la puse sobre ella para luego darle un beso en la frente en modo de despedida, luego de esto entre en la habitación de Cristian como si fuera mi propia habitación y desde la puerta le hable –No mueras esta noche desgraciado, mañana tengo que ganarte en velocidad punta- Al decir esto Salí de la habitación de ese tipo y me fui a la mía para acostarme y una vez estaba allí mire al techo un momento pensando en el gran día que pasó, luego de esto cerré los ojos y me termine por dormir.

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