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Mi clase estaba llena de niñitas de clase alta del último curso, la mayor parte sin talento artístico, a las que su familia deseaba dar una educación refinada para prepararlas para ocupar el lugar que la sociedad le tenía preparado, al lado de un marido exitoso. En realidad, esto estaba lejos del ideal que había perseguido en un principio, de transmitir mis conocimientos musicales, pero había decidido darle una segunda oportunidad al colegio, además había entablado una buena amistad con la profesora de artes plásticas, una escultora de carácter expansivo y con un humor a prueba de bombas. Además, los directivos eran comprensivos con mis ausencias por giras con la orquesta y siempre podía recuperar el tiempo perdido con talleres especiales.

Al mes de comenzar el nuevo año de clases entró a mi curso una alumna nueva, su padre era empleado diplómatico y lo habían transferido con un ascenso desde España. Ana, que así se llamaba la nueva estudiante, era mayor que las demás y sus archivos escolares, por alguna razón desconocida, no estaban disponibles  y en una reunión de profesores, la directora nos recomendó un seguimiento especial del caso.

Desde el principio Ana se comportó de forma algo retraída, distante, aunque contestaba con amabilidad. Ingresó al colegio como interna, ya que su padre pasaba la mayor parte de su tiempo en la capital cumpliendo con sus deberes diplomáticos.  El primer día que asistió a mi clase le pregunté si había recibido algún tipo de educación musical. Me contetó que tocaba un poco el violín, pero que había tomado clases de niña y ya no se acordaba. Como en la orquesta de cuerdas que estábamos armando hacían falta violas, le pregunté si quería tocar ese instrumento y accedió sin protestar, casi en forma pasiva. Sus grandísimos ojos negros no me miraban de frente, era como si todo el tiempo tuviese miedo… Un pajarito recién metido en una jaula. La ubiqué en el grupo de principiantes, donde se desempeñaba bien, leía partituras correctamente, seguía las indicaciones de la dirección, pero nada extraordinario.

Demasiado a menudo, mientras estaba en clases, me descubrí a mí misma mirando a Ana. Su historia misteriosa y su personalidad retraída me tenían muy intrigada, sin mencionar esos ojos tan profundos como la noche. Me convencí que era un interés meramente pedagógico;  cuando algún alumno se destaca del resto por alguna causa, siempre captura la atención del maestro.

Cierto día en que la directora me había citado en su oficina para conversar acerca de los cursos de verano, ella debió salir para atender un problema que la retuvo más de lo esperado. Mientras yo esperaba, miré y encima de su escritorio estaba el archivo escolar de Ana. No pude resistir la tentación de abrirlo, esa chica tenía un aire misterioso que inquietaba.  Los primeros años nada interesante, solo que su inteligencia estaba por encima del promedio, por lo que tomó clases avanzadas de ciencias y artes en diversas escuelas privadas europeas.

 En cierto punto de su carrera escolar sus notas comenzaron a declinar como así también su comportamiento, que se tornó violento, errático, y finalmente las observaciones de sus maestros decían que se había convertido en una niña solitaria, que no hablaba con nadie, sin amigos. Ese comportamiento errático se hizo lógico (y doloroso de leer) cuando en las siguientes páginas había una copia judicial por la que la potestad de la niña se entregaba completamente a su padre. Al parecer, la pareja de la madre había golpeado y asaltado sexualmente a Ana, sometiéndola a una tortura psicológica de casi un año de duración hasta que su padre pudo finalmente enterarse de la verdad y realizar la denuncia. No pude leer más
escuché los pasos de la directora y apenas alcancé a colocar el archivo en el lugar donde estaba. Por el resto de la reunión mi mente estuvo en otro lado, y solo pude respirar tranquila cuando estuve fuera de la escuela camino a mi departamento.

Durante todo el trayecto, manejando mi pequeño automóvil eléctrico (regalo de mis padres defensores  de la ecología) con una mezcla de rabia y de sentimiento de indignación, por lo injusto de lo vivido por una niña, por sus traumas, por todo.  ¿Quizás por algo más? Pisé con fuerza el acelerador para borrar de mi mente ciertos pensamientos inquietantes.

🎵🌜 UNA CUERDA DE VIOLONCELLO🌛🎵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora